Días escritos a máquina
Don Luis ha sido testigo de la transformación de la carrera Quinta con Décima en Neiva. En compañía de su máquina de escribir se dio cuenta del cambio en la forma de caminar de las personas.
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Que la gente de ahora camina de una manera "alocada", como "a alcanzar vísperas", dice don Luis Egidio Salazar Trujillo. Lo expresa con la simpleza de sus pequeños ojos agrietados de rojo y el leve movimiento de sus manos señalando el camino que transitan neivanos o turistas en la carrera Quinta de la capital del Huila. Él, ubicado día a día frente al edificio de la Alcaldía Municipal, ha escrito a máquina las líneas de dieciocho años en su oficio de mecanógrafo.
En su casa tiene cinco herramientas de trabajo -duda en el número real- y es seguro que debe cambiarlas cuando transcurre determinado tiempo. Entre seis y ocho meses espera para llevarlas al técnico. Comenta que lo hace cada vez que "empiezan a molestar". Puede que se les suelte el rodillo o las cintas no giran como deberían.
Una Remington Performer es la que está usando don Luis en estos días. Permanece puesta en un banco alto que le da a la cintura y mientras él pone sus dedos en las teclas, le da le espalda a la calle. Justo debajo está un viejo maletín de cuero que ya no tiene asas. En el interior aloja hojas de resma, documentos que llenó en otros momentos -para efectos de que falle la memoria-, la Constitución Política de Colombia y la Nueva Ley de Víctimas. Sale de él o no ha entrado por completo una cachucha de un azul oscuro algo desgastado.
De fechas, linderos o valores
No hay otra forma de atender a los clientes que haciéndoles preguntas. A ellos o ellas, que en su mayoría son adultos, los recibe amablemente. Luego solo se escuchará el sonido de las letras chocando con la cinta que está sobre el papel y su voz pidiendo los datos para digitar. ¿Con qué fecha lo pongo? ¿Quién compra? ¿Número de cédula? ¿Cuáles son los linderos? ¿Cuál es el valor?, son algunos de los interrogantes más frecuentes. También da recomendaciones.
Don Luis llena promesas de compraventa, contratos de arrendamiento o civiles y diversidad de solicitudes, sobre todo las primeras. No faltan las cartas de amor de vez en cuando. Siempre le ha gustado lo que hace. "Es trabajar con la comunidad, es un trabajito para solucionar problemas todos los días". Y precisamente, cuando cuenta sobre su contribución y se plantea la pregunta de qué tipo de dificultades, llega una pareja de esposos adultos. La señora quiere reclamar su pensión y manifiesta que Colpensiones le pide una certificación de que renunció a donde trabajaba. Su marido le dice que no, que ese no es y se presenta una discusión corta. Cuando las dudas se aclaran, se redacta la carta y pagan, antes de despedirse el señor dice "ahora sigue el de divorcio". En broma, por supuesto.
Lo importante es desarrollar la idea
Neivano de crianza y nacimiento, don Luis Egidio Salazar Trujillo, tiene 77 años. Sus estudios formales solo llegaron a tercero de primaria pero cuenta que ha leído mucho. Poco le importa la tecnología disponible ahora. "Hay mucho joven que tiene un computador y está preparado para manejarlo, no para hacer peticiones correctas, no saben desarrollar la idea", comenta.
Aprendió mecanografía por su papá cuando apenas tenía doce y es innecesario para él ver el teclado. Antes de parquearse en la carrera Quinta fue suboficial del Ejército Nacional y sus funciones las cumplía con papeles y máquinas. A partir del 95 o 96 -no recuerda exactamente- se ubicó enfrente del edificio municipal y desde esa época no dejar de atender a su clientela.
A menos que llueva, porque "se le moja la oficina", llega a trabajar a las ocho y media de la mañana y antes de las cinco de la tarde ya está alistando sus pertenencias para volver a casa. El oficio, cuenta, le sirve para el sustento y tiene estrategias de ahorro para los lapsos difíciles. Su vida siempre ha estado vinculada a ese aparato al que acude un joven para llenar una factura en medio del bochorno neivano. Y don Luis dice "mi adorada máquina" y recuerda al veterano periodista Mike Forero: "Ahí no lo pueden chuzar".