domingo, 20 de julio de 2025
Variedades/ Creado el: 2016-08-09 04:25

Arboricidio: El diablo anda suelto

Como si se tratara de físicos demonios, varios obreros a contrato la emprenden contra árboles cincuentenarios en medio de actos sacrílegos de poda y derribo, motosierra en mano. Entretanto, esta capital arde como un infierno a, por lo menos, 35 grados de sensación térmica.

Escrito por: Redacción Diario del Huila | agosto 09 de 2016

Luis Fernando Amézquita

Un gavilán aposentado en un tanque Ajover de la cubierta bloque norte del condominio Capri, calle 49 con avenida 26 o carrera séptima, advirtió la tragedia con un gorjeo espeluznante en la mañana del viernes 28 de julio, y de inmediato desplegó sus alas para remontar el vuelo despavorido, huyendo de los sepultureros de la cadena alimentaria (del mundo sagrado de pájaros, salamanquejas, cucarrones, mariposas, hormigas, gusanos, abejas, chapoles, grillos, murciélagos) y de la selección natural –por la que unos viven de los otros, a manera de control poblacional-.

Sujetos mercenarios terminaban de derribar un árbol majestuoso, más alto que el aledaño bloque de cuatro pisos, al peor estilo de un acto sacrílego, de una profanación contratada por la administración del lugar, que lucía impávida a esa hora de la media mañana frente a la acción de esos operarios sin piedad: era la misma muerte a cambio de un concreto frío e inexpresivo en forma de tumbas y panteones multifamiliares, con el ánimo perverso de la ostentación y del escándalo en una sociedad fría e inexpresiva.

Al parecer, el apacible edén, atacado con lazos y motosierras, dará paso a una especie de club social con pisos de concreto, verdugos del humus de la tierra, al aire libre, con una figura espectral, fantasmal, de matas y árboles masacrados en esa antigua zona verde, para vomitar música chatarra a más de 5000 vatios de potencia, en desarrollo de una guerra soterrada contra los ruidos del bosque, de la lluvia, del viento, contra la presencia más cercana de Dios y la inteligencia suprema.

Otros dos árboles antiguos del área verde norte fueron mutilados, talados hasta su más mínima expresión, luego de ganar una altura superior al bloque que protegían. Las nuevas generaciones, en buena parte, podrán lucir así una vaporosa silueta de cachos y cola en su actuar demoniaco, y para ver a su amo infernal solamente tendrán que pararse ante un espejo, diferente de los vampiros que gobernarían al primer mundo. El suicidio urbano en esta capital  va más allá de una soga para colgarse, de la acción de un veneno poderoso, de un tiro en la sien.

La secretaria de Medio Ambiente, Gloria Gutiérrez de Olaya, ordenó una visita al condominio Capri y la expedición posterior de un comparendo ambiental, a cargo de la policía, desplegada al lugar. Los uniformados metropolitanos apenas despiertan a una restricción necesaria de las mal llamadas libertades ciudadanas, cuando éstas incorporan el elemento matar como premisa, a su antojo.

Liberan al patas

Pareciera que allí Satanás hubiese sido liberado de golpe, al término de su encierro en las profundidades del astral pestilente, de los charcos purgatoriales, hacia su reinado de los 1000 años bíblicos, que avanzan para desgracia de los inocentes. El ave rapaz abandonó su dominio urbano en dirección al pie de monte, expulsado por esas fuerzas humanas despiadadas con la vida silvestre, que cada día se tornan más crueles en medio del calentamiento global irreversible.

El gavilán se mostraba imponente en su nido improvisado, en el tanque de agua, desde el cual planeaba para depredar a especies plumíferas de menor tamaño, luego de avisar con su gorjeo estremecedor, de película gringa –con un fondo de esqueletos de animales muertos por la resequedad, en las áreas desérticas del Cañón del Colorado-.

La selección natural se advertía en estos contornos con la simpleza de unos hechos cotidianos, primordiales, transcurridos durante más de 30 años de poblamiento. Masacrar a un árbol, a estas alturas, significa la desprotección ante los rayos ultravioleta, las ventiscas, la contaminación, las inminentes tempestades de La Niña pero, más que eso, darle el puntillazo final a la vida que nos rodea, a la vez que nos protege en forma de misión sagrada.

La zona residencial afectada sufre la acción recurrente de vientos demoledores, incluso de los alisios temporales, que suben y bajan mientras juguetean caprichosamente en el foso terrígeno del aeropuerto Benito Salas por los días de noviembre. Los obreros transgresores, al ser inquiridos por el vecindario, adujeron estar laborando en un sitio privado, inexpugnable, y que habían pulido su tarea viendo derribar árboles a la orilla del río Las Ceibas, sin ningún problema. Los taladores contratados en Capri para tumbar el árbol corpulento contaron con buena suerte: las colonias de abejas africanizadas han desaparecido del entorno, movidas por la destrucción galopante; de lo contrario, atacarían hasta la muerte a esos demonios uniformados que amenazan su hábitat. A veces, cumplen eficazmente el papel de ‘chepitas’ de la naturaleza y presentan la cuenta de cobro, tal como lo auguraba en sus epístolas el apóstol Pablo de Tarso, hace unos 2000 años. El profeta sostiene que el dolor de la Tierra Madre es inmenso, luego de ser descuajada sin miramientos.

El arboricido de Capri desguarnece a, por lo menos, 10 apartamentos que a lo lejos se desdibujaban por el ramaje generoso, un poderoso filtro contra los rayos ultravioleta que castigan a Neiva, una de las ciudades de mayor radiación solar, de más rotura en la capa de ozono territorial, y con altos registros de contaminación aérea y de polución por ruidos no soportables para el oído humano y el no humano –una categoría no contemplada aún en la legislación, pese a los aparentes avances reglamentarios.