sábado, 13 de septiembre de 2025
Regional/ Creado el: 2019-10-29 01:27

Una noche en la hacienda Potosí

Luego de una generosa atención, al calor de una fogata que iluminaba la noche fresca, el médico Cubillos nos contó la historia de la hacienda Potosí. 

Escrito por: Redacción Diario del Huila | octubre 29 de 2019

Por: Darwin Mendez

Mientras me acercaba en compañía de mi amigo Boris Trujillo a la hacienda Potosí, ubicada en el Municipio de Campoalegre, trataba de reconstruir en la mente los diferentes sucesos que pudieron acontecer en este fantástico lugar, donde vivieron personajes como el general y expresidente de Colombia José Hilario López, reconocido por ser quien abolió la esclavitud en Colombia en 1851; Plácido Serrano, general de la república que participó en la guerra de los mil días; y Cantalicio Ferro, entre otros.

Al llegar, nos esperaban el médico especialista en urología y trasplante renal, Jorge Cubillos Gutiérrez, su esposa Olena Palamarchuk, jefe de enfermería del área oncológica, la coordinadora de la fundación “María Falla de Ferro”, Yhudi Tatiana Tovar, y la familia que actualmente cuida la hacienda.   Luego de una generosa atención, al calor de una fogata que iluminaba la noche fresca, el médico Cubillos nos contó la historia de la hacienda Potosí. 

Quien inició la construcción de la hacienda en 1870, con las dos primeras habitaciones en adobe de barro pisado, fue el general Plácido Serrano; posteriormente, luego de comprarla en 1903, Cantalicio Ferro Morales, el hijo mayor de los Ferro, logró terminar su construcción en 1948. Tiene un estilo arquitectónico Colonial Californiano o Español Californiano, con sus característicos corredores amplios, techos muy altos en tejas, ventanas alargadas, escaleras en caracol y extensos jardines.

En este lugar, por iniciativa del expresidente José Hilario López, fue donde se empezó a cultivar el arroz, que rápidamente se convirtió en un producto fundamental en el desarrollo económico y social del municipio de Campoalegre, hasta el punto de ser denominada “La capital arrocera del Huila”. 

En una amena charla, el médico Cubillos continuaba su relato, acudiendo, en ocasiones, a la memoria de su encantadora esposa, con su acento ucraniano, para recordar fechas y anécdotas. Observando, pude ver los rostros emocionados de los presentes, que se iluminaban por el fuego de la madera utilizada para la fogata al entrar en proceso de combustión.  Fue un momento que me hizo evocar la época en donde los discípulos o aprendices se sentaban alrededor de su maestro para escuchar historias y explicaciones filosóficas fundamentales para la vida.

Historia de la familia Ferro

La familia Ferro, proveniente del departamento de Boyacá, llegó a la región a empezar una nueva vida luego de la muerte de su progenitor. Traían desde Flandes- Tolima, a lomo de mula, diferentes productos para comercializar en Neiva y el sur del departamento y llevaban quina y caucho de Algeciras y Campoalegre hasta Barranquilla, para luego exportar a Londres.  Con esta actividad la familia hizo un gran capital que les permitió adquirir haciendas en diferentes municipios por donde tenían que pasar para sacar la quina y el caucho; una de éstas era la hacienda Potosí, que comunicaba a Algeciras con Natagaima en su camino hacia Flandes. 

La hacienda ocupaba el inmenso valle que iba desde las estribaciones de la cordillera oriental hasta el rio Magdalena, al occidente; y, de norte a sur, desde Neiva hasta la Angostura.  Solo después de las tímidas reformas agrarias de 1936, iniciadas en el segundo mandato del presidente Alfonso López Pumarejo, y la reforma de 1961 en el gobierno de Alberto Lleras Camargo, fue parcelada a diferentes familias, quedando de ocho hectáreas más lo que hoy ocupa la casa.

Cantalicio Ferro fue padre de José Eugenio Ferro Falla, quien fue gobernador del departamento del Huila de 1943 a 1944; representante a la cámara en 1946 y senador de la república en 1958, fue un hombre altruista que donó terrenos para la construcción del hospital el Rosario, la plaza de mercado, el Colegio Municipal que lleva su nombre, la Escuela del Municipio y puso en funcionamiento la Clínica  Materno Infantil de Campoalegre.

Recuerdos de la infancia

Pronto sería media noche y seguíamos cautivados con los relatos históricos del Médico. Hablaba emotivamente, en especial cuando recordaba su infancia: cuando tuvo que vender ahuyamas en la plaza de mercado para ayudar con su sostenimiento, cuando le regalaron la bicicleta turismera que la utilizaba para ir al colegio; recordó las caminatas hasta la finca de sus padres los fines de semana y sus primeros encuentros con la hacienda, cuando tenían que pasar armados con piedras y palos para que los perros que la cuidaban no los mordieran.   Un lugar, que permaneció por mucho tiempo, casi oculto y misterioso para la mayoría de los habitantes del municipio.

Y fueron precisamente los encuentros con ese lugar que consideraba mágico, los que lo llevaron a proponerle a la Familia Falla, desde 1994, la administración de la Fundación “María Falla de Ferro”, que operaba la clínica Materno Infantil de Campoalegre y posteriormente la  haciendo Potosí.

En el 2010, con el apoyo de un grupo de amigos y de su incondicional esposa, inició el arduo trabajo de recuperación de la hacienda que se encontraba bastante deteriorada.  Esa visión y empeño del médico Cubillos, han convertido la hacienda en un maravilloso lugar; una joya arquitectónica ubicada en un paisaje de ensueño. En la actualidad, es un sitio de descanso y eventos sociales.

Una noche mágica en el Potosí

El médico, su esposa y Tatiana tenían que partir, pero antes hicimos un recorrido por los corredores, habitaciones y jardines de la casa. En este recorrido pude apreciar de cerca las antiquísimas decoraciones que develan la historia de la hacienda.  Al despedirnos, el médico Cubillos me dice animado que el siguiente paso es lograr consolidar el Museo del Arroz y la construcción de un parque de diversiones, que traerá empleo y desarrollo a Campoalegre; ya subiéndose al auto concluye sonriendo, que está a la espera del apoyo económico de visionarios que quieran invertir en su proyecto.

Me quedé con mi amigo Boris y la familia que cuida este patrimonio. La idea era pasar la noche en la hacienda Potosí.  Nos ubicaron en las habitaciones y luego nos sentamos en la equina de uno de los corredores del segundo piso. La brisa se sentía muy agradable. Frente a nosotros, imponentes, dos inmensos árboles de Caucho y Samán, que posan como guardianes de las historias que corren silenciosas por los jardines y pasillos de la hacienda. 

Sin importarnos la hora, hablamos con Boris hasta ponernos al día de los últimos pormenores de nuestras vidas.  Los gallos empezaron a cantar a lo lejos. No daban ganas de dormir; la magia que emanaba de todos los rincones de la casa y del sonido del agua corriendo apacible por las quebradas que pasan al lado, produjeron un agradable estado de paz y tranquilidad.  Luego de la charla llegó el silencio y el tiempo para meditar y contemplar la belleza del paraje.  Con los primeros rayos del sol partimos para Neiva, seguros de querer regresar a pasar otra noche en la fascinante hacienda Potosí.