Tallar rocas: un trabajo poco valorado
Varias familias de San Agustín, al sur del Huila, viven de la creación de réplicas de esculturas en rocas. Este oficio con el que también se busca que más personas conozcan el legado ancestral, no siempre es valorado por la ciudadanía.

San Agustín guarda uno de los primeros registros prehistóricos de lo que hoy se conoce como el departamento del Huila; la constancia arqueológica data del año 3.300 ANE (antes de nuestra era).
El también patrimonio histórico de la humanidad alberga cientos de restos arqueológicos, al igual que otros municipios del departamento, y ha logrado llenar de magia y enigma a todos sus terruños, tanto que una buena cantidad de ellos ha dedicado su vida a retratar los registros tangibles de la prehistoria del Huila.
Tal es el caso de José Librado Gómez, quien heredó de sus padres y abuelos el gusto por crear réplicas de esculturas como el Doble Yo Hembra, El Guerrero, El Águila, El Tesoro, La Diosa de la Lluvia, entre otros desde hace 15 años, cuando decidió comenzar a “trabajar la piedra”.
El agustiniano, comentó que le gusta la artesanía de piedra desde temprana edad, aunque de niño también trabajó el barro haciendo chivitas medianas o pequeñas. Y ya después comenzó con las esculturas del Parque Arqueológico.
Este oficio lo aprendió se sus padres y abuelos.
“Nosotros trabajamos más o menos seis personas, que son familiares. Un hermano, dos cuñados un tío… varios, es como un negocio familiar. La artesanía viene de tradición, toda mi familia es artesana, más que todo en cuestión de cerámica y barro”.
A lo largo de su vida ha ido perfeccionando su tacto y estilo. “Uno al principio no sabe qué son las medidas, cuáles son los tamaños, los detalles”, admitió.
El diseño, pasar a escala y tallar las rocas, son procesos que una persona del común tarda en aprender entre tres y cuatro años, dijo.
Proceso
Según explicó Librado Gómez, crear una réplica requiere de paciencia y dedicación. Además, no todas las rocas sirven para tallar.
Dijo que las mejores son piedras volcánicas o de las que utilizaban “los indios” para hacer las tumbas.
“Es que hay piedras muy finas que no se dejan trabajar y cuando uno está haciendo los terminados, se despican y entonces ya se daña la escultura”.
“Si después de probarla, la piedra sirve, llevamos la piedra para la casa. Uno la prueba con un cincel o la pulidora, sino se despica mucho ella sirve para tallarla y si se despica arto, no”.
Aunque, por su experiencia asegura que “nosotros vemos una piedra y ya sabemos más o menos para qué figura sirve”.
Lo más difícil de todo el proceso es encontrar la piedra. Y “lo más bonito es cuando uno queda a gusto con la figura y que el cliente también se sienta satisfecho”.
Es un trabajo que requiere de cuidado y para el que se debe utilizar implementos de protección. Aun así, no se está exento de sufrir algún tipo de lesión con esquirlas o la pulidora, advirtió el artesano.
De hecho, dijo que hacía pocos días se había cortado en una pierna, pues para el trabajo de crear la réplica de las esculturas, utilizan herramientas como pulidoras, cincel y taladro.
La réplica más grande que han hecho en su taller fue de 2 metros con 20 centímetros, y tardaron tres meses. Pero es un proceso muy complicado, “inclusive hay ocasiones en que se está terminando y se daña, por ejemplo los relieves altos, nariz, ojos”.
Explicó que por ejemplo para crear una escultura de 1 metro con 10 centímetros, la roca era de 1 metro con 40 centímetros y el proceso tardó tres semanas y se realizó entre dos personas, trabajando a diario por ocho horas.
A nivel general, hacen réplicas de los sitios turísticos de San Agustín, estas van desde los 10 centímetros hasta poco más de los dos metros, y cada estatua lleva su respectivo nombre y leyenda.
Estas se pueden dejar con el color original de la roca, o pintar con zumo de hierbas.
Poco gratificante
Lo poco gratificante del oficio es que según las familias que lo practican, no es muy rentable, porque las figuras grandes poco las compran o si lo hacen, las personas quieren que se les deje a un precio muchísimo menor que no compensa todo el tiempo y esfuerzo invertido.
“La gente casi no valora el trabajo, la escultura o lo que uno hace”, lamentó José Librado Gómez.
“Hay gente que da lo que vale, pero otros que ofrecen hasta menos de la mitad. Uno a veces no le dan ganas de seguir trabajando porque ya no valoran el trabajo”.
Además dijo que tampoco hay una entidad que los patrocine, “no tenemos quién nos ayude. Pero sería bueno que se diera a conocer, porque hay gente de otras regiones que sí valoran el trabajo y a personas de otros países les gusta”, sostuvo.
En cuestión de precios y ventas, las estatuas entre 10 centímetros y hasta las de 80 centímetros, son las que más se venden. La de 10 centímetros se venden a 20 mil pesos.
Los artesanos cuentan que tienen tanta experiencia, que hacen una de estas últimas en tan solo un día. Y las de 50 centímetros, toman 4 o 5 días para hacerse.
Este es un trabajo en medio de polvo y ruido, rústico pero de mucho detalle y por el cual cientos de personas agustinianas han logrado dar el sustento para sus familias, a la vez que le rinden honor a las esculturas, pues cada artesano tiene su favorita.