viernes, 12 de septiembre de 2025
Internacional/ Creado el: 2019-12-12 09:38

Rescatando lenguas indígenas

“Todo comenzó hace algo más de ocho años, cuando murió mi abuelo”, rememora Gabriela Badillo, creadora de “68 voces, 68 corazones”, un proyecto sin fines de lucro que intenta retratar las 68 agrupaciones lingüísticas indígenas de México en animaciones de cuentos y relatos tradicionales. Uno por cada lengua. 

Escrito por: Redacción Diario del Huila | diciembre 12 de 2019

Cuando muere una lengua se cierra a todos los pueblos del mundo una ventana, una puerta… Cuando muere una lengua, la humanidad se empobrece, dice el poema de Miguel León Portilla, el historiador, filósofo y antropólogo mexicano estudioso de las culturas indígenas de su país. “68 voces, 68 corazones” quiere mantener abiertas esas puertas.

“Todo comenzó hace algo más de ocho años, cuando murió mi abuelo”, rememora Gabriela Badillo.

Luego, Gabriela escuchó el poema de Miguel León Portilla… Entonces supo que quería difundir las voces de los pueblos indígenas.

Fue así como nació “68 voces, 68 corazones”, una serie animada de relatos de pueblos indígenas de México narrados en sus propios idiomas.

“68 voces, 68 corazones” es un proyecto sin fines de lucro que intenta retratar las 68 agrupaciones lingüísticas indígenas de México en animaciones de cuentos y relatos tradicionales. Uno por cada lengua.

“Mi abuelo era de Yucatán, de una comunidad llamada Maxcanú, cerca de Mérida, tenía ascendencia maya y a su generación ya no permeó tanto la lengua. A sus hijos y a nosotros, los nietos, no llegó ya nada. Tampoco hubo el interés por intuirla o transmitirla y fue hasta hace ocho años, que él falleció, cuando hice conciencia de ello. Fui consciente de lo que se había ido con él:  todas sus historias, tradiciones, sabiduría, chistes, todo lo que se va con esta forma de ver la vida y que, por una falta de interés en su momento, o por falta de conocimiento, no se continuó. Por eso, el proyecto se basa en la premisa: ‘nadie puede amar lo que no conoce’”, explica Gabriela Badillo, creadora y directora del proyecto.

A esta joven diseñadora siempre le ha gustado dedicarse a iniciativas de responsabilidad social, por lo que, junto con el equipo que produce “68 voces, 68 corazones”, busca que la serie de cuentos animados sea una chispa que dé a conocer la riqueza cultural étnica-lingüística, la gran diversidad que tiene México, y con ello, “ayudar a fomentar el respeto, el orgullo de ser parte de una comunidad, el uso de las lenguas”.

Cuando Gabriela acabó sus estudios, hizo su servicio social en Yucatán y vivió la triste experiencia de ver cómo las madres no querían que sus hijos hablaran en maya para que no sufrieran la misma discriminación que ellas.

Cuando muere una lengua

Pero el detonante fue el poema.

“Años más tarde, me encontré con el poema de Miguel León Portilla “Cuando muerte una lengua”, todo tuvo sentido para mí y los puntos se conectaron. Escuchar y leer en su poema “cuando muere una lengua se cierra una puerta, una ventana, un universo distinto”, ahí fue cuando de verdad se conectó todo y se generó este proyecto.”

Se generó en su cabeza, pero Gabriela, que en ese entonces trabajaba en una televisora, sabía que necesitaba fondos para concretar su idea, así que registró el proyecto en un concurso del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (CONACULTA), que lo seleccionó y le otorgó recursos para empezar a desarrollarlo.

Trabajo con las comunidades de hablantes

Estas dos instancias hicieron posible la generación de más cuentos y, sobre todo, acercaron al equipo de producción a las comunidades. El INALI fue el puente para ello. Así cambió el rumbo del trabajo.

“Pudimos acercarnos a las comunidades para que no fuera sólo un proyecto generado desde fuera para la comunidad, sino hecho con la comunidad, un proyecto conjunto. Es hacia allá adonde hemos ido en una segunda fase: dar lugar sobre todo a las lenguas que están en riesgo de desaparición. Trabajamos con los adultos mayores de la comunidad, que son los principales portadores de la sabiduría y el conocimiento. Les pedimos que nos digan qué historia quisieran que los retratara, qué historia quisieran compartir. Invitamos a los niños a dibujar la historia para que también sean parte y se apropien de su cultura, de sus historias, y para fomentar lazos entre abuelos o adultos mayores y los niños, y la tradición oral.”

La convivencia con las comunidades indígenas cambió la forma de producir los cuentos y enriqueció la serie. Ahora los ilustradores reinterpretan los dibujos de los niños para generar las historias.

Cuando empezó, 68 voces, 68 corazones tenía ese nombre para hacer honor a la riqueza lingüística de México, pero Gabriela nunca imaginó que podría producir un relato en cada una de esas voces. Por eso eligió siete que consideró representativas.