lunes, 21 de julio de 2025
Regional/ Creado el: 2014-04-06 08:06

“Vivo o muerto, pero que nos lo entreguen”

Mañana siete de abril se cumple una década de la desaparición del soldado Jair Chimbaco Vargas, a manos del frente trece de las Farc. Su familia reclama su libertad o conocer la fosa donde están sus restos darles cristiana sepultura.

Escrito por: Redacción Diario del Huila | abril 06 de 2014

El soldado profesional Jair Chimbaco Vargas hacía parte  de las  compañías “Demoledor” y “Buitre” del Batallón de Contraguerrilla Cinco, unidad adscrita a la Brigada Móvil Seis del Ejército Nacional. Su misión era la de contrarrestar el accionar de la columna móvil Teófilo Forero de las Farc y ubicar el campamento en el podrían encontrarse los tres ciudadanos estadounidenses secuestrados en abril de 2003.

El pecado para tres oficiales, 13 suboficiales y 125 soldados, entre ellos Jair, fue apoderarse de aproximadamente dos mil millones de pesos enterrados por las Farc en una caleta, encontrada por los uniformados en zona rural del municipio de San Vicente del Caguán, en el curso de una operación de contraguerrilla,  que cumplían.

Por estos hechos Jair Chimbaco Vargas fue removido de cargo como soldado profesional y vinculado a una investigación por el delito de peculado por apropiación estuvo por algunos meses privado de su libertad en la base militar de Tolemaida y luego fue dejado en libertad.

El exsoldado se fue a vivir con sus viejos en una pequeña finca ubicada en la vereda El Recuerdo del municipio de Pitalito a donde se dedicó a la agricultura, entonces le ayudaba a su padre a sembrar cultivo de café, maíz, yuca y plátano.

 

La pesadilla

El sábado 4 de abril de 2004 un comando del frente trece de las Farc llego a la vereda El Recuerdo, armados hasta los dientes, en una camioneta blanca su misión era llevarse a Jair Chimbaco Vargas para interrogarlo por el comando central de esa guerrilla.

“Esa tarde Jair estaba en Pitalito, entonces se llevaron a mi esposo y mi hijo debía presentarse en la vereda Kennedy, en Bruselas, en el menor tiempo posible, de ello dependía la suerte de su padre”, señala doña Luz Marina Vargas Marín, madre de Jair Chimbaco.

La comisión de subversivos regresó al día siguiente a preguntar nuevamente por Jair, y como él no se encontraba entonces le dejaron la razón: “que lo esperaban en la vereda Kennedy, de Bruselas, y que solo de cumplir esa cita dependía la suerte que corría su José Emilio y todos nosotros”.

 

Lamentable noticia

Al regresar Jair a su casa se enteró de la lamentable noticia, y con su progenitora emprendió el viaje sin retorno para él, ese día y noche serían los últimos instantes que compartirían en familia.

En la tarde del lunes 6 de abril, cansados de caminar, se perdieron y finalmente se encontraron con una persona que iba por la carretera a quien le preguntaron: “háganos un favor, usted no ha visto a los muchachos del monte, (…) nos miró; y nos dijo que para qué los necesitábamos, le contamos de inmediato se presentó, yo soy uno de ellos, y que efectivamente si tenían un José Emilio, pero que como estaba de noche ya no podíamos verlos eso sería en la mañana siguiente”.

Se quedaron en una casa de la vereda Kennedy, les dieron de cenar, tendieron un colchón y les  pasaron unas cobijas para no sintieran frío y se acostaran a dormir.

“Desde ese día para mí todas las noches son largas porque no logro conciliar el sueño pensando en la suerte de mi hijo. Jair de algo estaba seguro y era que su papá iba a regresar conmigo (…) de su suerte no sabía qué iba a pasar”.

Al amanecer los llevaron al campamento donde tenían a don José Emilio Chimbaco; uno de los guerrilleros tomó por el brazo derecho a Jair y se adelantó para presentárselo al comandante.

“Como yo no podía caminar ligero, entonces se llevaron adelante a mi hijo, cuando yo llegué estaba ese mandón hablando con Jair. Me dijeron que me sentaran que ya traían a mi esposo, (…) Jair se acercó y me dijo que él tenía que quedarse para una investigación, que ese día a él no lo dejarían regresar, pero que a José Emilio y a mí si nos dejarían ir sin problemas”.

 

Último abrazo

Ante la noticia, doña Luz Marina agachó su cabeza y no hizo otra cosa más que llorar;  darle el último abrazo a su hijo e iniciar el doloroso regreso hasta su residencia.

“Son diez años de una tristeza, incertidumbre, de una soledad que no termina. Por algún tiempo tuve sueños donde él me decía que no sufriera más esperándolo. Lo miré vestido con ropas viejas, se desvaneció en mis brazos y quedaron en mis manos solo los trapos viejos y sucios”.

Para don José Emilio Chimbaco, padre del soldado Jair Chimbaco, estos diez años sin conocer el paradero de su hijo han sido un calvario. Todos los días desde la madrugada prende su viejo radio de pilas, esperando alguna noticia que les dé una luz de esperanza.

Él fue quien tuvo el último contacto telefónico con Jair y partir de ese momento no ha vuelto a conocer noticias suyas. “Yo le pregunté: hijo cómo se siente, me respondió que ‘bien papá’, luego le dije, ‘qué se sabe’,  dijo… y cortaron la llamada”.

Don José Emilio ha tratado de comunicarse con la guerrilla para conocer el paradero de su hijo pero hasta el momento ha sido infructuoso.

 

Ni una prueba de supervivencia

Durante los diez años que lleva de desaparecido el soldado Jair Chimbaco Vargas no han recibido la primera prueba de supervivencia, ante el dolor que eso les causa. Además, tienen que enfrentar la indiferencia del Estado y las ONG que miran a Jair como un secuestrado de tercera. No es político, ni un alto mando militar, es de extracción humilde y por eso no les ponen el debido cuidado. Hoy exigen un acto humanitario por parte de la guerrilla de la Farc.

“Ya son diez años que no sabemos nada de él. Que nos digan qué paso con mi hijo, que este sea un acto humanitario como prueba de que quieren un proceso de paz”, reclamó doña Luz Marina Vargas Marín.

“Hoy mi mensaje es para los integrantes del frente trece de las Farc. Ellos son quienes saben el paradero de mi hijo, que en un acto de humanidad, nos hagan saber cuál es fue suerte de Jair. Si está vivo que lo liberen, y si está muerto que nos indiquen donde están sus restos para sacarlos y darles cristiana sepultura. Pero que terminen con  esta pesadilla que estamos viviendo”,  a sus 63 años, entre lágrimas y voz entrecortada, fue el llamado que hizo José Emilio Chimbaco.

RODRIGO ROJAS GARZÓN

Diario del Huila, Pitalito