La marcha cívica de hoy: causas y defensores
Los habitantes de las veredas del corregimiento Las Ceibas, municipio de Neiva, están en vilo por los estudios sísmicos que la multinacional francocanadiense Alange Energy Corp. podría comenzar a realizar en la cuenca del río Las Ceibas con autorización del gobierno nacional.

Los habitantes de las veredas que conforman la cuenca del río Las Ceibas en Neiva ya una vez sintieron temor por los movimientos de tierra causados por detonaciones realizadas en la zona de explotación de hidrocarburos delimitada en el Plan de Ordenamiento y Manejo de la cuenca, previa la exploración y explotación de hidrocarburos que la compañía brasilera Petrobrás inició allí en el 2007.
Tras el comienzo de la socialización del contrato concedido a la empresa francocanadiense Alenge Energy Corp. el campesinado de las 17 veredas pobladas de dicho corregimiento, entró en estado de alerta y así se mantendrá hasta que el gobierno nacional de marcha atrás a la negociación que permite la realización de estudios de sísmica en la cuenca de la arteria fluvial que nutre el acueducto de Neiva y por ende, sustenta la vida de los vivos que la habitan.
Testimonio
El campesino José Rosebel Hernández, habitante de la vereda Motilón, una de las últimas del territorio neivano que limita con el departamento del Caquetá, no recuerda bien si fue en 1998 o en el 2000 cuando la tierra se movió bruscamente en las montañas de su finca.
Lo que no olvida es que estaba con su familia en La Florida, predio de su propiedad en la Cordillera Oriental, situada en la montaña frente a Cerro Neiva, a dos horas a pie de Motilón, cuando sintió que la tierra se movió con brusquedad después de varias detonaciones.
“Creímos que era un temblor, pero los disparos siguieron sonando. Yo oía esos bujidos que salían de la tierra por una cueva que hay allá en la finca y me preguntaba ¿Qué será?, hasta que nos dimos cuenta del estudio sísmico que hacían hacia la desembocadura de Las Ceibas, abajo. Eso era un terreno semi plano que no es como ahora: tiene unas grietaduras profundísimas.
Hernández tampoco olvida que por causa de las detonaciones, los filos de las montañas de los alrededores, se derrumbaron. “Fue mucho el estrago que eso hizo en ese tiempo. Esos filos (señala hacia el frente de su casa en Motilón) quedaron todos cuartoneados, como repartiéndose: un lado pa’ qui, otro pa’llá. Nos dio mucho miedo. Nosotros seguimos ahí. Con el tiempo esas grietaduras se fueron tapando y eso fue pasando y pasando hasta que se nos olvidó. Ahora vuelven con el cuento de que van a hacer más disparos”.