Viejos y solos
Un sentimiento de tristeza embarga a muchos de los habitantes neivanos, cuando al recorrer las calles observan postrados en los andenes a indefensos abuelos desamparados.
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Se les ve sentados en los andenes con su mano estirada esperando alguna moneda, parados en los semáforos con sus caras de angustia y desolación. Los ancianos de la ciudad de Neiva rondan las calles sin saber a dónde ir, ni qué esperar de lo que les resta de existencia.
Algunos fueron abandonados por sus familias, por considerarse un estorbo, otros nunca han tenido quien vele por ellos y su desgastado cuerpo ya no se hace responsable de su humanidad. Otros tantos desperdiciaron su vida entre vicios y ahora pagan los karmas de aquello que hicieron mal.
Esos abuelos llenos de historias, ya no cuentan sus travesías porque para muchos su vida se ha limitado a contemplar transeúntes desde un andén esperando alguna limosna, aunque a veces se ganan el sustento con duras y desagradecidas labores que solo matizan los males de su cuerpo. Así se ve la vejez en los rincones de una ciudad que no les augura más que morir viejos y solos.