Desplazamiento: una historia de nunca acabar
Ana María Pérez* es para muchos una víctíma más del desplazamiento forzado. De Algeciras llegó a Neiva buscando tranquilidad, pero cada día es una angustia constante por el pan, el techo y la salud. Ella es uno de los ciudadanos que aumentan el cordón de miseria de la ciudad.

Generalmente Ana María Pérez madrugaba para atender su pequeña finca. Ella salía antes que el sol y se dedicaba a la labores de su tierra. Pero la madrugada de ese febrero sería distinta. Con dolor abandonó a sus mascotas y llevó solo unas cuantas prendas. En el camino se despidió de los paisajes verdes de su vereda, del aire con el que creció y de los sueños de su familia, que había construido toda una vida en ese lugar.
Su hijo ya había sido herido, su esposo amenazado y a ella la habían intentado asesinar en dos ocasiones. "En la vereda dejé todo botado", expresa con dolor y miedo Ana María. Solo podía llevar lo indispensable, tuvo que salir rápido y en silencio, procurando que nadie la viera. Sus lágrimas se repartieron en el camino que de arena se fue convirtiendo en asfalto.
Neiva es una ciudad caliente pero eso no significa que siempre sea cálida. En la capital del Huila solo encontró indiferencia y largas filas para poder dar a conocer su situación frente a las instituciones. "Todos los días, siempre que puedo llamar, me dicen que me van a ayudar, que me tienen la ayuda, que ya casi llega, pero sigo esperando y nada", afirma Ana María. Lleva 3 meses en Neiva. "No tengo aquí nada, estoy sufriendo", dice mientras apreta sus manos con nervios. La zozobra no la ha abandonado, teme aún por su vida, y a sus males se le ha sumado el hambre y la enfermedad.
Vive en un humilde rancho de 4 paredes de madera, en la invasión de Villa Marinela, al norte de la ciudad, sus pertenencias son dos camas y una cocina improvisada que acomodó en el reducido espacio que ahora tiene por hogar. En las delgadas ‘paredes’ de madera cuelga los cuadros de sus seres queridos y un espejo en el que se observa todas las mañanas y frente al que se pregunta el por qué de su agitada suerte.
Ana María teme que la columna Teófilo Forero de las Farc la encuentre a ella, a su esposo o a sus 6 hijos. También ora día y noche por el bienestar de los familiares que dejó en su pueblo. Su hijo mayor trabaja como mototaxista y les facilita la comida. "A veces hay el modo de dos comiditas, a veces solo una comida en el día, a veces hay arroz y huevo con agua. Otras veces hay la forma de comerse una sopita", afirma mientras que mueve dos ollas frías.
"Vine a invadir aquí, al inicio no les gustó mucho a algunas personas del barrio, me mandaron a la policía y me iban a levantar la choza. Pero el uniformado me dijo que no podían sacarme así, porque soy desplazada y que Planeación debía reubicarme. Me siento aburrida, aquí uno sufre mucho por todo, por agua, por los zancudos y hay mucho animal que lo pica a uno. Vivimos mal por acá, en cambio allá yo tenía mi trabajo y la gente era muy amable. Por aquí uno pide una colaboración a alguien y dirán que es de vivaracha, yo no le pido nada a nadie, yo vivo humildemente como sea."
Para hacer sus necesidades tienen pozos sépticos. Para lavar la ropa o bañarse tienen que caminar más de un kilómetro hasta llegar a una pequeña quebrada, ejercicio que tienen que realizar constantemente porque el carrotanque de agua solo va cada 15 días. Ella es una más de los miles de desplazados en Colombia, su historia ya no puede interesar a muchos, pero para Ana María no es tan fácil como cambiar de página, su vida es una eterna nostalgía mezclada con la pesadumbre del futuro.
*Su nombre ha sido cambiado para resguardar su seguridad.
Una desplazada entre miles
Según el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur) en su informe del 2013, "más de 1,7% millones de desplazados viven en lugares urbanos donde se juntan con otras personas en situación de pobreza". En 2012 Colombia fue el país con más desplazados en el mundo: entre 4,9 y 5,9 millones de desarraigados.
Y según la Secretaría de Gobierno Departamental, el Huila ha recepcionado en los últimos 4 años 87.431 personas en condición de desplazamiento forzado provenientes de Caquetá, Meta y Putumayo, siendo también expulsor de 63.727 personas.
Los municipios con mayor dinámica de recepción son Neiva (38.834), lo que representa un 43% del total de población desplazada, Pitalito (12.679), Garzón (6998), La Plata (2849) y Campolegre (2441) para un total de 63.801, lo que representa un 73% del desplazamiento en el Huila.