miércoles, 04 de junio de 2025
Regional/ Creado el: 2020-11-14 03:58

Lo que aprendimos de Armero

Hace 35 años, una avalancha mató en una noche la misma cantidad de personas que el covid en seis meses.

Escrito por: Redacción Diario del Huila | noviembre 14 de 2020

Por INFOBAE

“Armero estaba en una zona de riesgo, pero nadie creía, como era gente de campo, gente incrédula porque nunca había vivido una tragedia, nunca había experimentado nada así, entonces la gente se reía”, recuerda, en una entrevista para CNN, Carlos Echeverry, uno de los sobrevivientes del alud de lodo que, hace 35 años, sepultó su pueblo, en el departamento del Tolima.

La noche del 13 de noviembre de 1985 una avalancha de lodo y piedras desapareció la que hasta entonces era una próspera población, a orillas de la carretera que conecta Ibagué con Mariquita.

Ante la incredulidad de los pobladores, como narró Carlos Echeverry, el cráter Arenas del volcán nevado del Ruiz, ubicado entre Caldas y Tolima, arrojó lava y lodo, como no pasaba desde el 19 de febrero de 1.845, cuando la explosión dejó como saldo mil pobladores muertos.

Eran unos 40 mil los habitantes de Armero que dormían cuando se vino la avalancha, que destruyó 4200 viviendas, 20 puentes y todas las calles del pueblo

Durante horas, los sobrevivientes no fueron conscientes de la magnitud de la tragedia.

“Ya cuando comenzamos a ver la claridad, noooo, eso fue una desolación total, eso era un pavimento total, como si hubiera pasado una máquina de asfalto y hubiera dejado ese pueblo sin casas. Empezó a aclarar, y nos comenzamos a dar cuenta de que donde vivíamos ya no existía”, continúa su relato Carlos Echeverry.

 La mañana del 14 de noviembre, el piloto boyacense Leopoldo Guevara, voluntario de la Defensa Civil, logró que el presidente de la República de entonces, Belisario Betancourt, le pasara al teléfono para recibir el reporte de la tragedia que apenas comenzaba a conocerse. “Armero es un playón de lodo, Armero se borró del mapa”, le informó angustiado Guevara al presidente, quien, al otro lado de la línea, le respondió “hombre, no exagere”, y le colgó.

Para algunos, la tragedia, que destruyó el 95% del pueblo, dejó unos 21.000 heridos y más de 200.000 damnificados, habría podido evitarse. De acuerdo con informes citados por el portal Las Dos Rrillas “el día de la erupción salieron columnas de ceniza oscura del volcán alrededor de las 3:00 p. m., hora colombiana. El director local de la Defensa Civil Colombiana, quien fue rápidamente informado de la situación, contactó con Ingeominas, organismo que determinó que el área debía ser evacuada; a continuación, se le dijo que debía contactar a los directores de la Defensa Civil en Tolima y Bogotá”.

Sin embargo, como al final de la tarde, de ese 13 de noviembre, la ceniza dejó de caer, las autoridades locales les dijeron a los pobladores que se “mantuvieran calmadas” y se quedaran en sus casas.

Para evitar que algo así vuelva a pasar, en 1988, tres años después de la tragedia, se creó el Sistema Nacional de Prevención y Atención De Desastres, que en 2012 fue remplazado por el Sistema Nacional de Gestión del Riesgo de Desastres.

En cuanto al control de las erupciones, como consecuencia de la tragedia se implementó en el país un programa de monitoreo volcánico. Según explicó al diario La Patria, el director general del Servicio Geológico Nacional, Óscar Paredes, en 1986, con la asistencia del Servicio Geológico de Estados Unidos, crearon en Manizales el Observatorio Vulcanológico de Colombia; posteriormente, llegaron los observatorios de Pasto (1989) y Popayán (1993).

A partir de esa iniciativa, explicó Paredes, se implementó todo un programa que hoy cuenta con 650 estaciones sismológicas digitales, que permiten vigilar las 24 horas 30 volcanes que hay hoy activos en Colombia, con el acompañamiento de expertos de México, Estados Unidos, Japón, Costa Rica y Alemania.