La ‘ruleta rusa' de los medicamentos en Colombia
Los errores en la dispensación de medicamentos en droguerías de Colombia no es algo nuevo. Aunque el Decreto Único Reglamentario del Sector Salud trata el asunto, el estudio de la norma que realizó el Grupo de Acciones Públicas (GAP) de la Universidad del Rosario concluye que la reglamentación es insuficiente e incompleta.

La equivocación en la entrega de un medicamento que ocasionó la muerte de dos menores, es tan solo un ejemplo dentro los múltiples errores que se presentan a diario en la dispensación de medicamentos en las droguerías del país y que conducen a resultados indeseables, como el que ocurrió con los menores fallecidos. Así lo afirma el Grupo de Acciones Públicas (GAP) de la Facultad de Jurisprudencia de la Universidad del Rosario.
Un estudio del Grupo de Investigación en Farmacoepidemiología y Farmacovigilancia de Audifarma encontró que, entre 2005 y 2013, se produjeron 4.631 errores en la dispensación de medicamentos en 71 ciudades colombianas, los cuales ocurrieron por errores humanos en el 67% de los casos.
No obstante, si existiera un sistema nacional de reporte de errores en la medicación -como lo sugiere el estudio, hubieran sido muchos más los casos identificados. Esta situación genera serios cuestionamientos sobre la preparación e idoneidad del personal que dirige y atiende las droguerías en Colombia, explica Ana María Sánchez, abogada del Grupo de Acciones Públicas (GAP) de la Universidad del Rosario.
Para Ana María Sánchez, no se puede decir que no existe una regulación al respecto. En realidad, una buena parte del Decreto Único Reglamentario del Sector Salud se dedica a tratar el asunto. Incluso, la normativa se refiere tanto a las calidades requeridas para ser “expendedor de medicamentos”, es decir, la persona que puede dirigir una droguería, como a las obligaciones del “dispensador de drogas”, quien hace la entrega efectiva de los mismos. Sin embargo, del estudio de la norma que realizó el Grupo de Acciones Públicas (GAP) de la Universidad del Rosario se concluye que la reglamentación es insuficiente e incompleta.
Los vacíos de la norma
Para comenzar, de acuerdo con el análisis del estudio, se hace referencia al expendedor solamente para referirse a quien administra el establecimiento, mientras que no hay claridad respecto de quién es la persona autorizada para la dispensación del medicamento, ni cuáles son las calidades que debería presentar esta persona. Luego, a los vacíos se suman los requisitos poco rigurosos para obtener la credencial como “expendedor de drogas”, los cuales no se compadecen con la delicada importancia que tiene el oficio de administrar la entrega de los medicamentos a los colombianos.
Además de aportar documentos de rutina, el único requisito para obtener tal reconocimiento y así dirigir una droguería, es acompañar la solicitud con una declaración de dos químicos farmacéuticos o médicos graduados, en la que afirmen que el peticionario cuenta con una experiencia no menor a diez años como empleado vendedor en droguerías. Es por esto que el problema no radica en la rigurosidad con la que se evalúan dichas declaraciones, sino en el hecho indiscutible de que la experiencia no reemplaza el conocimiento técnico que debe tener alguien que, no solo maneja medicamentos con infinidad de especificaciones técnicas, sino que es quien se encarga de dirigir el establecimiento que los dispensa al común de los colombianos.
Así, queda abierto el debate. Acaso la persona que pretende dirigir una droguería, en la que todo colombiano confía para adquirir sus medicamentos y tratar sus dolencias o la de sus familiares, ¿no debería tener como exigencia la acreditación de un conocimiento técnico? Tal vez así se reduciría la probabilidad de que sigan ocurriendo lamentables errores humanos.
Desconocimiento, un gran problema
Un grave desconocimiento de los protocolos que deben seguir quienes dispensan medicinas, también revela un problema usual en el mundo farmacéutico y que desde hace décadas inquieta a los farmacoepidemiólogos: los errores al prescribir y entregar medicamentos.
Se trata de un problema que, como lo señaló la Organización Mundial de la Salud (OMS) hace cuatro meses, genera un costo anual de US$42.000 millones. En un mundo en el que cuatro de cada diez pacientes sufren complicaciones en la atención primaria de salud y en los servicios ambulatorios, los errores más frecuentes y perjudiciales, advertía esa entidad, están relacionados con el diagnóstico, la prescripción y el uso de medicamentos.
Quienes suelen trabajar e investigar sobre medicinas saben que en el uso de fármacos hay una larga cadena con eslabones frágiles y responsabilidades compartidas. Es un asunto que suelen dividir en dos grandes escenarios: el hospitalario y el ambulatorio (es decir el referente a la entrega de medicinas en droguerías), en el que, según Pedro Amariles —doctor en Farmacología y miembro del grupo de promoción y prevención farmacéutica de la U. de Antioquia—, entran en juego varias etapas: desde la fabricación hasta la prescripción, la dispensación y el uso correcto que le debe dar cada paciente. En todas se pueden cometer errores que conlleven graves desenlaces.