domingo, 20 de julio de 2025
Judicial/ Creado el: 2015-07-12 07:58

La historia de dolor de una huilense en Caquetá

El presente para cinco familias pareció haber retrocedido, cuando visitaron las viejas instalaciones de la Escuela Gerardo Valencia Cano en Puerto Torres. Por fortuna, el que una vez fue “centro de acopio” de los paramilitares del sur colombiano, hoy quiere apostarle a ser escenario de vida.

Escrito por: Redacción Diario del Huila | julio 12 de 2015

El camino era largo. Las palmas hace 10 años solo eran pequeños cogollos, recordó Ulpiano Calderón Gómez, a quien los ‘paras’ le torturaron y desmembraron a su hijo Álvaro Calderón Pajoy . En el bus, Pedro Pablo Lombana le intrigaba saber lo que iría a encontrar en aquel tenebroso lugar. Y es que era la primera vez en 12 años que estas cinco familias regresaban a la inspección de Puerto Torres, zona rural de Belén de los Andaquíes, sur de Caquetá.

Por aquellos cuatro años, Puerto Torres se convirtió en la sucursal del infierno. Entre 2000 y 2003, este fue el lugar donde se enseñoreó la muerte, e hizo de la iglesia, sus pocas calles, sus esquinas, sobre todo, el patio de la Escuela Gerardo Valencia Cano, en escenarios donde se escapaba la vida. Allí fue donde el Frente Sur Andaquí tuvo su “centro de acopio”, o más bien, su campo de exterminio.

Allí 36 vidas (33 hombre y tres mujeres, aunque se habla de centenar de desaparecidos) padecieron las peores torturas y asesinatos de las formas, equiparable a la realizada por los nazis en sus campos de concentración. Pero hoy las familias de cinco de las nueve víctimas ya identificadas le dieron a ese lugar otro significado. Un acto simbólico, en el que 36 velas y cánticos de esperanza al son de guitarra, reavivó la luz que por más de una década estuvo ausente en el patio de aquella vieja escuela. 

Escuelas de muerte

Según el informe del Centro Nacional de Memoria Histórica llamado ‘Textos Corporales de la Crueldad’, después del rompimiento de los diálogos de paz durante la administración de Andrés Pastrana, en contraste a aquel norte de Caquetá, territorio de incidencia de las Farc, se le sumó el sur, el cual fue literalmente tomado por los paramilitares. Vea a continuacion, el documental producido por el Centro Nacional de Memoria Historica. DIARIO DEL HUILA invita a ver ′Cuerpo 36′ que relata esta historia de dolor en Caquetá:

Es así que entre 2000 y 2004 Puerto Torres se convirtió en el lugar donde los paramilitares llevaban retenidas personas, con las cuales “les enseñaban” a los novatos reclutas de sus filas las formas de torturar y desaparecer seres humanos. En la inspección, el sufrimiento y la tortura fueron las lecciones que se “evaluaban” en la paradójica escuela, en donde la muerte era la lección aprendida.

Hoy este olvidado pueblo, en el que solo habitan unas 25 personas, de las más de 500 que existían, se quedó estancado en aquel sangriento pasado. Solo cambia que la sangre, que una vez permeó el piso de esta aula de clase o la raíz de aquel viejo árbol del patio escolar ya se secó. Ese día, al volver al lugar donde padecieron sus seres queridos a manos de los paramilitares en Puerto Torres, las lágrimas no se hicieron esperar.

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La huilense que padeció el paramilitarismo

En 2002, Ana Eliza Ruiz llegó a esta “escuela” a preguntar por Maricela Muñoz Ruiz, su hija, quien se dedicaba a la recolección de café en Bruselas (Pitalito) y a otras labores del campo. Luego de 14 años, Ana Eliza conoció la pavorosa e inquietante verdad: Maricela fue desmembrada con hachas durante “una lección pedagógica” de desaparición humana por “esa gente”. Con los años, le fueron entregados sus huesos por parte de la Unidad de Justicia y Paz de la Fiscalía.

“La vi extendida en una percha”. Así recordó Ana Eliza aquella tarde cuando llego a buscar a su hija Maricela al pavoroso lugar. Esa blusa blanca con pepitas, ese pantalón azul, los que vio su mamá a lo lejos en un viejo alambrado de púa, cerca de la escuela. Esa era la ropa de su hijita. Aquel día, imborrable para Ana Eliza, entendió inmediatamente que su hija había sido raptada por “esa gente”. Esa fue la primera vez que esta huilense, oriunda de Pitalito, conocía la antesala del infierno paramilitar en Caquetá. Con sus tres nietos, Ana Eliza fue hasta allá, ocho días después de su desaparición.

El 4 de noviembre de 2001 los ‘paras’ retuvieron a su hija Maricela cuando tenía 27 años de edad en un retén, en la vía que de Albania conduce a Curillo, sur del Departamento. “Ella se fue pa’ Curillo a buscar trabajo, pero la bajaron del carro en Albania. Ella andaba con dos mujeres mas, y fueron las que me llamaron, porque a ellas las soltaron y a mi hija no. Que esa gente había dicho que “a esa guerrillera hijue… la echaban para Puerto Torres”, recordó.

“Traje una bolsa negra para llevármela”

En recuerdo imborrable de su última conversa con su hija aflora a casa entrevista. Ana Eliza recordó que aquel día que llegó a buscar a su hija Maricela fue un dolor a cada paso. A la ropa que vio extendida, y que asegura que era la de su hija, a su cabeza llegó lo peor; como si ya la muerte le hubiese susurrado al oído.

“Me trataron muy mal, me sacaron a empellones por ese polideportivo arriba y me subieron al carro de la leche para que me fuera, porque en ese mimo llegué aquí a Puerto Torres ese día. Yo anduve como dos cuadras en el carro, y me baje para regresarme aquí a la base”, señaló.

A las seis de ese mismo día (sin antes haberle encargado sus dos maletas de viaje y sus dos nietos, los hijos pequeños de Maricela, a un vecino del pueblo), Ana Eliza volvió a la base a insistirles que le entregaran a su muchacha. Uno de los hombres tomó un lazo y se lo puso al cuello. Su intención, cuenta la angustiada madre entre sollozos, “llevarme al matadero”, contó.

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“Yo le dije a un tipo de esos, ¡señor, usted porque me va a matar! Mi vida no le pertenece a usted. Yo vengo es por mi hija, entréguemela como esté. Si está mal, pues entréguemela así que yo raje unas bolsas negras para yo llevármela”, concluyó su desgarrador testimonio.     

Los restos y sus nombres

Hasta ahora, de los 36 restos encontrados por la Fiscalía General de la Nación, el Centro de Memoria Histórica ha logrado “recobrarle su vida, su historia” a nueve de ellos. Hablamos de Jesús Antonio Pipicano Mosquera, Obdulio Bolaños Caicedo, José Ismael Cabrera Bocanegra, Álvaro Calderón Pajoy, Maricela Muñoz Ruiz, Enrique Navarro Daza, Rodrigo Sabogal Cárdenas, Wilman Misael Gutiérrez Montoya y Ramiro Sotelo.

Helka Alejandra Quevedo Hidalgo, investigadora del Centro Nacional de Memoria Histórica, el trabajo consistió en recolectar la información y analizarla de los hechos sucedidos en Puerto Torres (Caquetá) en el año 2002. La Fiscalía General de la Nación recuperó 36 cuerpos en igual número de fosas individuales clandestinas.

“Logramos recoger las voces de las víctimas, la de los cadáveres. Se hizo un análisis de los restos mortales de los protocolos de necropsia para saber cómo murieron estas personas. Se habló también con los victimarios en las cárceles, algunos de los cuales han colaborado mucho par que se identifiquen estas personas”, explicó la académica.

Aún faltan otros 27 restos por identificar, los cuales están a la espera de ser sacados del anonimato del cementerio de Belén y entregados a sus familiares. “Lo que encontramos fue que se ejerció mucho dolor y tortura a los cuerpos de esta personas, mucha sevicia. Esto no se puede volver a repetir nunca jamás. Nadie puede decidir por la vida de otro, y mucho menos de la manera como ocurrió aquí”, dijo. 

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Helka Quevedo

“Hubo mucha sevicia en los cuerpos de éstas personas. Esto no se puede volver a repetir jamás. Nadie puede decidir por la vida de otro, muchísimo menos de la forma como aquí se hizo”.

 

Pablo Lombana

“Siento un escalofrío cuando me arrecosté a una de las paredes de la escuela. Sentí que tal vez su espíritu puede estar andando por ahí. Realmente se siente todavía un ambiente pesado”.    

 

Ulpiano Calderón

“Aquí no haya pasado el tiempo, por lo que al llegar siente uno que vuelve a sentir el miedo de hace 15 años. Por un momento pensé que esa gente estaría por ahí escondida”.