sábado, 13 de septiembre de 2025
Judicial/ Creado el: 2014-09-21 07:29

Hugo, el huilense que murió por un trozo de carne que no se comió

La historia se registró en Bogotá. Hugo Fonque, nacido en Elías, Huila, fue atacado a bala por su vecino, quien lo culpó de haberse comido su carne. Al final se comprobó que él no fue responsable y que el verdadero delincuente huyó por el tejado.

Escrito por: Redacción Diario del Huila | septiembre 21 de 2014

La muerte de Hugo Fonque está en la completa impunidad. El autor material del crimen, un hombre de raza negra, huyó del lugar luego de disparar en cuatro oportunidades y hoy su paradero es desconocido. Del otro partícipe en la trasgresión se sabe poco, sólo que huyó por el tejado de la residencia y que los vecinos lo siguen viendo, casi todas las noches, rondando la casa, como si no se sintiera culpable.

“A mi papá lo acusaron de haberse comido la carne del vecino. Él vivía en un inquilinato del barrio Naciones Unidas de Ciudad Bolívar, al sur de Bogotá, donde ocupaba un cuarto y compartía cocina con otro hombre que también vivía solo”, cuenta Julie Fonque, hija mayor de la víctima mortal.

El agresor, cuya identidad está plenamente establecida por las autoridades y contra quien ya pesa una orden de captura, fue descrito por los vecinos como un hombre agresivo, malhumorado, que siempre estaba buscando problemas, una personalidad difícil, muy diferente a Hugo, a quien describieron como un hombre callado, respetuoso, a quien solo le preocupaba su trabajo como constructor y sus hijos.

“Mi papá se separó de mi mamá hace ocho años y desde esa época vivía solo en Bogotá. En esa casa –donde lo mataron- estaba hacía tres meses pero se encontraba buscando otra pieza para evitar problemas con el vecino”, narra Julie.

El problema empezó cuando el ‘negro’ –así le dicen los vecinos- le reclamó a Hugo, de 48 años de edad, por haberse comido parte de la carne que había dejado en una olla la noche anterior.

Hugo le insistió que él no había sido, pero el ‘negro’ lo seguía acusando con argumentos como que los únicos que tenían la llave del candado que cerraba la puerta de la cocina, eran los dos.

La discusión siguió durante varios días. No había momento en que Hugo no recibiera calificativos de “ladrón, rata, muerto de hambre” siempre antecedido de palabras de grueso calibre, las que él, con su posición de que era mejor evitar y no buscar problemas, trataba de ignorar.

Así pasaron un par de semanas hasta que Hugo logró descubrir al verdadero ladrón y el causante de sus desavenencias con el negro.

“Mi papá había comprado una libra de alas de pollo para hacer un sudado con papá y las dejó en la cocina, en una bolsa, mientras se duchaba. Al regresar a la cocina vio como un gato huía, por un pequeño hueco del tejado, llevando una de las alas de pollo en su boca. Inmediatamente entendió que ese era el ladrón y no dudó en llamar al negro para contárselo y comprobarle que él no le había robado su carne”, narra Yuly con evidente rabia.

En ese momento, pareciera que el caso estaba resuelto y que la disputa entre los dos vecinos terminaría, sin embargo, el negro, con su soberbia, no le creyó y tampoco le gustó que Hugo le recriminara.

Hugo le insistió que debía disculparse, pero el negro lo seguía sindicando de “ladrón, rata y muerto de hambre”, como lo cuenta un residente del mismo vecindario. De pronto se escucharon cuatro detonaciones.

Hugo Fonque quedó tendido en el piso de la cocina, mientras que el negro salía de la vivienda, frente a la mirada asustada de todos los inquilinos, empuñando en su mano derecha, con fuerza, un revólver.

La inspección judicial del cuerpo de Hugo fue realizada por efectivos del Cuerpo Técnico de Investigaciones de la Fiscalía y el cadáver trasladado a Medicina Legal, pues en el momento no había la presencia de ningún familiar.

“Nosotros nos esteramos una semana después. Mi hermana cumplió años y nos extrañó mucho que él no la llamara, entonces mi mamá nos dijo que fuéramos a ver cómo estaba, si le había pasado algo…así fue y cuando llegamos a la casa la encontramos cerrada y deshabitada, con una cinta amarilla rodeándola. Entonces nos acercamos a la esquina y fue la señora de la tienda la que nos dijo que allí el negro había matado a Hugo y que los otros que allí habitaban habían preferido irse”, narra Julie con nostalgia y lágrimas en sus ojos, al tiempo que recuerda el episodio de tener que reconocer el cuerpo de su padre en Medicina Legal de Bogotá, antes de trasladarlo a Neiva, donde recibió cristiana sepultura.

Hoy los dos delincuentes huyen. El negro asesino habría salido de la ciudad, tratando de evadir la acción de las autoridades que lo buscan para que responda por el delito de homicidio, mientras el gato ladrón sigue suelto, rondando el vecindario, pendiente de quien deja un trozo de carne o unas alas de pollo, sus bocados favoritos.

 

Fotos Cortesía Q’Hubo (Bogotá)