sábado, 19 de julio de 2025
Judicial/ Creado el: 2014-01-19 09:06

Aprender de leyes vestidos de verde

Con el bastón de mando colgado de sus cinturas y la cinta de mando de sus hombros derechos, Torrente y Caicedo han acompañado por siete años las audiencias del Palacio de Justicia de Neiva. No son abogados, ni jueces. De verde claro se visten dos policías custodios que también han aprendido de leyes.

Escrito por: Redacción Diario del Huila | enero 19 de 2014

A las seis y cuarenta de la mañana, Édinson Torrente y Óscar Caicedo arman filas en las instalaciones de la Policía Metropolitana de Neiva. Recibir las instrucciones del día constituye el inicio de la rutina de dos hombres de 46 y 49 años que abandonaron la vida agitada y compleja de la seguridad en las calles para estar de pie, firmes y con las manos hacia atrás mientras abogados discuten la suerte de los indiciados de hurto, homicidio o tráfico de estupefacientes.

La hora de llegada al Palacio oscila entre las siete y diez y las siete y cuarto. Al edificio de una decena de pisos ubicado sobre la carrera Cuarta de la capital del Huila, arriban estos dos policías y otros tres que cumplen las mismas funciones. Son cinco custodios para las once salas de audiencias del lugar y todos visten el traje número tres, es decir, el de gala. De quepis adornando la cabeza; verde claro en la camisa; verde oliva el pantalón y zapatos de charol para terminar la silueta, caminan los pasillos que parecen laberintos. Escaleras, pasadizos, puertas y balcones son testigos de los pasos de estos hombres.

Cuando la mañana marca las ocho, inician los procedimientos judiciales y deben distribuirse para cumplir sus funciones. La integridad del juez y también la de abogados, fiscales y representantes del ministerio público depende de ellos mientras los especialistas en derecho pronuncian números de leyes, nombran a acusados y víctimas y hacen peticiones. “Su señoría” y “solicito permiso para...” son frases testigos de la formalidad que se respira en las salas que deben cuidar los custodios. Salen a almorzar a las doce y regresan luego de 120 minutos.

Los más antiguos
Torrente y Caicedo son los más veteranos y ayudan al coordinador de custodios a distribuir las salas. Y fue un 31 de diciembre el día que llegaron por primera vez a prestar el servicio de seguridad para las audiencias. Era el año 2006 y ya comenzaba el 2007. “El primer caso que tuvimos fue el asesinato de un compañero en una riña intrafamiliar”, recuerda Torrente, hombre corpulento de cabellos blancos. Fueron 13 patrulleros enviados a Palacio y de ese grupo sólo quedan ellos dos. “Ese pelo blanco es pura sabiduría” comentó otro custodio.

Así como les dan instrucciones a los nuevos, también han aprendido a conocer a los testigos que mienten a través de la lectura de los gestos y la forma de hablar. “Uno sabe quién es bien o cuál es malandro”, agrega Torrente. Según Caicedo, estar en el Palacio de Justicia también les significó cambiar de vocabulario, las formas de comunicarse y habitar un ambiente más agradable.

Óscar ha portado su uniforme en diferentes lugares del país: Tunja, Buenaventura, Neiva, Algeciras, Gigante y Campoalegre. Después de haber estado herido por un bala y de enfrentar varios hostigamientos de la guerrilla tiene razón de sentirse a gusto en una labor más tranquila. No obstante, en ocasiones se altera el orden y él y Torrente deben actuar con firmeza. Se puede tratar de familiares ofensivos, periodistas agredidos o de ejercer control cuando hay demasiado público en los recintos. Deben evacuar a las personas violentas o bulliciosas o entrar a los testigos. De las órdenes, se encarga el juez.

Hay comandante...y reina
En el grupo de custodios hay alguien que manda y es joven. El subintendente Alexander Rojas los orienta y pasa el reporte de las audiencias del día y registra las novedades. Comanda a cinco policías entre ellas a una mujer de apellido Varón: Andrea Paola. “Es la reina”, dice Caicedo. Entre todos hay respeto y bromas y pequeños disgustos. Comparten un cuarto pequeño con un escritorio, siete sillas, un dispensador de agua y un mueble con un televisor. Allí descansan cuando hay oportunidad y de las paredes cuelgan algunas de sus pertenencias.

Trabajando y aprendiendo
Luego de siete años de haberse convertido en custodios, Torrente y Caicedo resaltan sus aprendizajes fruto de ese tiempo acompañando a los “profes”, como les dice Caicedo a los profesionales del derecho. La buena práctica de las normas es la principal enseñanza que les han dejado las incontables horas de escuchar absurdos o sorprendentes casos delictivos.