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Contexto/ Creado el: 2020-05-03 05:28 - Última actualización: 2020-05-03 05:28

El Rodrigo Lara, que conocí 

Desde que escuché por primera vez en persona a Rodrigo Lara Bonilla, debo reconocer que me impactó su discurso y a muchos amigos liberales y conservadores les llamó la atención su fogosa manera de encarar los temas nacionales, en la plaza pública.

Rodrigo Lara Bonilla. Foto Archivo El Tiempo

Escrito por: Redacción Diario del Huila | mayo 03 de 2020

Por Alfonso Vélez Jaramillo

Desde que escuché por primera vez en persona a Rodrigo Lara Bonilla, debo reconocer que me impactó su discurso y a muchos amigos liberales y conservadores les llamó la atención su fogosa manera de encarar los temas nacionales, en la plaza pública.
 
Era una figura joven y fresca que acompañó a Luis Carlos Galán Sarmiento, una idea nueva que emergía en un momento muy difícil para el futuro de la patria.

En los años 80s no era secreto que la ciudadanía seguía soñando con el nuevo país prometido por el caudillo Jorge Eliecer Gaitán, asesinado 30 años atrás, el 9 de abril de 1.948.

La muerte de Gaitán generó una ola de violencia política, sin precedentes en todos los rincones en donde habían oído su grito de esperanza, reclamando con entereza justicia social, el derecho a la vida, paz y mayores oportunidades.
 
Colombia atravesaba una etapa crucial, los partidos políticos no lograban explicar cuál era su papel frente al futuro del país, ni el camino a recorrer frente a su expectativa como alternativas de poder.
 
Pocos años atrás había terminado el Frente Nacional, un acuerdo mediante el cual pretendían la pacificación, alternándose el poder los partidos liberal y conservador durante 16 años, que en algo sirvió, pero se generaron nuevos vicios políticos, mucha corrupción y complicidad compartida.
 
El Frente Nacional fue un pacto moral y de buena fe entre sus dirigentes, promovido por Laureano Gómez y Alberto Lleras,  que luego tomó fuerza vinculante en la Constitución Política, mediante el Acto Legislativo 01 de 1.959 varios meses luego de iniciado el gobierno de Lleras Camargo, el primer presidente de ese Acuerdo político, el segundo fue Guillermo León Valencia.
 
Una vez concluyó el Frente Nacional con Misael Pastrana Borrero (70-74), el liberalismo ganó las dos próximas  elecciones con Alfonso López Michelsen (74-88)  y Julio Cesar Turbay Ayala (78-82).
 
Ya los colombianos denotaban cansancio y desconfianza de la clase política tradicional y sus dirigentes daban la impresión de haberse olvidado del pueblo.
 
El liberalismo ejercía el poder sin aparente  legitimación popular y se dividió luego de la convención en la cual fue nominado el expresidente Alfonso López Michelsen, para reemplazar a Turbay.  
 
López, había hecho una administración de transformaciones, aunque salpicada por escándalos a raíz de múltiples hechos de corrupción.
 
En aquellos tiempos, la dirigencia era de principios, no se volteaba de partido tan fácil y sin tanta vergüenza como hoy día, es decir les corría sangre por la cara.  
 
Había rebeldía,  los dirigentes defendían su origen  y fue cuando apareció Luis Carlos Galán Sarmiento, con algunos ideales y la entereza de carácter del expresidente Carlos Lleras Restrepo.
 
Galán lanzó su candidatura presidencial que generó reacciones y logró apoyo de algunos dirigentes regionales, entre ellos Rodrigo Lara Bonilla, en el Huila, Enrique Parejo González y otros locales y municipales que fueron llegando de todo el país.  

 
Esa nueva fuerza se llamó Nuevo Liberalismo, “como una alternativa para limpiar la política clientelista y corrupta” de la época, que rápidamente obtuvo simpatía en las regiones, aunque no le alcanzaba para conseguir al poder.
 
Galán, Parejo y Lara, y algunos otros, caminaron juntos todos los rincones y extendieron su popularidad a base de discursos, porque no tenían nada más que dar, no eran parte del Gobierno.
 
Conocí a Rodrigo Lara Bonilla en una atiborrada manifestación política que presidía Luis Carlos Galán, en La dorada, Caldas, la tierra del barón liberal  Víctor Renán Barco,  el puerto sobre el Rio Magdalena, que siempre ha sido apática a los designios del conservatismo, que en esa zona del país, trazaba su derrotero en el elegante Club Manizales y no se untaba de pueblo.
 
Por  esos años yo trabajaba en la Voz de La Dorada, estación afiliada a Caracol, como Jefe de noticias.
 
En mi columna “Él nos enseñó que vivir si dignidad en morir es vergüenza”, publicada el 2 de mayo de 2019“, hago referencia al discurso vigoroso y vibrante de Rodrigo Lara Bonilla, quien decía verdades y daba la impresión de que no le daba miedo ofrendar su vida por la patria.
 
Discurso que no le sacaron sus hijos, si demeritar la oratoria  sustentada de Rodrigo Lara Restrepo, un muchacho bien preparado que habla bien, sin golpes bajos, que pelea con razones, que no riñe por pequeñeces, y a quien le veo futuro algún día en el Palacio de Nariño.
 
Luego de la incursión de Lara Bonilla, en varios municipios caldenses, al menos en esa región, se convirtió en una figura a la que le auguraban mejor futuro, quizá más que al mismo Galán Sarmiento, el número uno del Nuevo Liberalismo, un movimiento que le hacía contrapeso en Caldas al mismísimo senador Barco López, el de mayor votación de ese departamento, el que sentado en una butaca esperaba no menos de 100 mil votos.
 
El día que asesinaron a Rodrigo Lara Bonilla, el 30 de abril de 1984 estaba en Medellín y me acompañaban dos colegas de la Dorada, Caldas, Javier Comas Peñaranda, gerente de Caracol y Guillermo Rojas Pérez, del Diario El Espectador, a donde habíamos llegado a hacer diligencias.
 
Fuimos testigos de la otra cara de la operación a Lara, experimentamos los momentos más difíciles de nuestra carrera como reporteros, porque pensamos que nos iban a bajar del carro para matarnos y fuimos presa de los nervios todo el trayecto.
 
No solo habían matado al Ministro de Justicia del gobierno de Belisario Betancur, quien se caracterizó por perseguir a los narcotraficantes del Cartel de Medellín, mataron la conciencia moral y la esperanza de un país que comenzaba a dar pequeños pasos para sacudirse del narcotráfico.
 
Aún la gente no había escindido la moral y la ética de la legalidad, por algo el presidente Belisario Betancur, expresó  durante el homenaje póstumo a Lara  rendido en la Asamblea del Huila, “Él nos enseñó que vivir si dignidad es morir en vergüenza”, pues la ciudadanía todavía sentía vergüenza.
 
Una frase concisa que 36 años después muestra a una sociedad carcomida por la inmoralidad y la desvergüenza, porque se perdieron todos los valores y principios y se desmoronó la honra de la actividad política.
 
A raíz del atento a Lara no nos quedamos en Medellín, porque era muy peligroso, salimos despavoridos y la tensión que vivimos de regreso a la Dorada, Caldas, Caldas, no se la deseo a nadie.
 
Esa vía era como de propiedad de Pablo Escobar, además teníamos que pasar esa noche frente a la Hacienda Nápoles, la fortaleza de Escobar, desde donde se dieron todas las órdenes para matar a Lara Bonilla, a Galán Sarmiento y a muchos otros colombianos.
 
Si no estoy mal, fueron más de 50 camionetas que cargaban hombres armados con pistolas y metralletas sin ocultar nada,  que vigilaban la carretera y hacían retenes y daban órdenes a los ocupantes cada momento mostrando sus armas, no había duda, eran parte del plan macabro en todo el país para matar a Lara.
 
Por momentos estuvimos a punto de salirnos de la vía y caer a los abismos de la zona, a raíz de la tensión y los nervios generados por esta situación, en cada municipio nos salían hombres armados, y apenas vinimos a tener algo de tranquilidad cuando circulábamos sanos y salvos frente a la Base Aérea de Palanquero, en Puerto Salgar Cundinamarca.
 
En Colombia,  la guerra ya era multilateral entre el gobierno, la guerrilla, y la delincuencia común con el narcotráfico  y las autodefensas financiadas por Pablo Escobar.
 
Escobar, es un personaje tristemente célebre por arrodillar al gobierno, quien mandaba y le hacían caso hasta los curas y los comandantes locales de la policía en el Magdalena Medio, quienes, inclusive lo protegían. 
 
El mejicano ya era parte del paisaje maquiavélico de la región, porque había adquirido muchas tierras a las buenas y a las malas y  todo el que no que estaba de acuerdo con sus órdenes no vivía un día más.
 
Vale la pena preguntar otra vez,  si el sacrificio de Rodrigo Lara y de Luis Carlos Galán,  sirvieron para mejorar el ejercicio de la actividad política y la lucha contra las drogas. Creo que generó conciencia y por el contrario empeoró porque el narcotráfico por su poder económico contaminó a la sociedad y la política en general.
 
Es una certeza que 36 años después, un alto porcentaje de los miembros del congreso y muchos gobernadores y alcaldes han llegado a tener relaciones con capos del narcotráfico.
 
Inclusive, no es un secreto que algunos dirigentes son señalados de manera firme como capos y jefe de bandas criminales, siendo no pocos procesados y condenados por estos hechos, sin embargo  la gente les sigue votando, aunque criticándolos. Así somos en Colombia.