El campo, que salva de la hambruna, requiere salvamento

Conclusiones del Diálogo Surciudadano sobre agricultura y pandemia.
Por Fernando Rincón
Que los productores del campo han evitado, a pesar de su abandono y dificultades, una hambruna y un estallido social en los centros urbanos durante este periodo de pandemia; que la vulnerabilidad de los campesinos en caso de contagio de ellos en sus territorios, es uno de los mayores riesgos para toda la población urbana, que quedaría desabastecida de alimentos; que ser agricultor es muy mal negocio en esta época, pero que es el momento de transformar condiciones estructurales para convertirlo en el mejor negocio en la pospandemia, fueron algunas de las reflexiones del llamado Diálogo Surciudadano, que se realiza en la plataforma de la red social Facebook por iniciativa de un grupo de académicos huilenses respaldado por el Diario del Huila y la Revista Latinoamericana Sur.
El Diálogo del pasado jueves 9 de julio se ocupó de mirar la relación entre agricultura, alimentación y pandemia por el Covid-19 en el Huila, esto tomando como marco general las políticas públicas respecto del campo en Colombia. Participaron la exministra de Ambiente (1994-1996) y de Agricultura (1996-1997), la economista Cecilia López Montaño; el Secretario de Agricultura del Huila, Dilberto Trujillo; el representante del Movimiento Ecosocial Defensores del Territorio, Miller Dussán; la Gerente de la central de abastos del Huila Surabastos, Gloria Tejada; el fruticultor César Cortés; el ganadero Alberto Castillo; y el sociólogo Pedro Santana, Director de la Revista Sur. La relatoría y la conducción fue por Óscar Goyeneche y Fernando Rincón respectivamente, ambos como anfitriones de la actividad.
Notas de diagnóstico
Desde hace tres décadas, y como efecto de la apertura económica, Colombia ha venido en un proceso de relegamiento del sector agrario, de tal forma que antes de los años 90 se era autosuficiente en materia de alimentos, y al empezar este año (2020) se importaba el 30% de ellos, y aún dentro del periodo de pandemia se profundiza en la importación de algunos que se podrían abastecer internamente. Por unanimidad se concluyó en el diálogo que el modelo económico vigente desconoce al pequeño y mediano productor nacional, que aportan 2/3 de los alimentos, y favorece con lo sustancioso de los subsidios y estímulos, a poderosas familias de productores y a grandes importadores. Como ejemplo de casos, se mencionó que el subsidio a la nómina no aplicó para productores del campo, que también tienen nómina formal, y que los bancos prefieren a importadores por encima de los verdaderos generadores de empleo que son los productores locales.
Pero a pesar de esas inequidades, y de la profunda brecha entro lo urbano y lo rural, han sido los de este sector quienes han evitado la hambruna y los estallidos sociales, y que las dificultades se han presentado no por la falta de alimentos, porque los ha habido y los hay, sino por la falta de ingresos en los habitantes. Los productores huilenses han cumplido con su producción, en particular con la de frutas y hortalizas, pues una proporción alta de granos y procesados siguen siendo importados tanto de otras regiones de Colombia como del exterior.
Los campesinos han logrado abastecer, bien y rápido, no por las políticas gubernamentales generales en el país, sino por agremiaciones de productores que luego de cultivar se articularon y buscaron “circuitos cortos alternativos de comercialización”, evitando intermediarios entre agricultores asociados y compradores finales. Se han venido ampliando y consolidando mercados campesinos, acuerdos locales con fruver (tiendas de frutas y verduras, con tiendas de abastos y redes de domicilios, entre otros.
Este campo, que le ha cumplido a toda la población y que espera de ella, y de las instituciones del Estado y de la sociedad, su valoración y reconocimiento real y genuino, atraviesa por severas limitaciones y frustraciones, tanto que los campesinos mayores ya no aspiran a que sus hijos se formen y permanezcan como productores en lo rural; buscan cualquier mecanismo para que se empleen en las ciudades, siendo evidente que en la actualidad no hay un relevo generacional que provoque esperanza; hay un campesinado envejecido que sigue allí porque no ve otra opción, no porque sea lo que desee.
El campo no paga, se dice. También se afirma que ha habido abastecimiento, pero esto a costa de la pobreza y el atraso de los productores agropecuarios: deuda que, para el caso del Huila, se tiene con 145.000 familias campesinas que trabajan cerca de 360.000 de las 930.000 hectáreas cultivables (según cálculos de la Secretaría de Agricultura. Quedan 570.000 por aprovechar). Se estima que 15.000 fincas se dedican a la ganadería.
Estas cifras indican que los huilenses son una gran cantidad de muy pequeños productores porque las extensiones de tierra que ocupan son menores, y por ende, pobres, atrasadas, sin posibilidades de apoyo, y menos de créditos. El Huila es territorio de minipropietarios.
En cambio, se dijo en el diálogo, la comercialización de alimentos sí ha pagado: en cadenas de intermediación y en grupos de presión como los que manejan Corabastos en Bogotá se quedan las utilidades; allí se imponen precios y se manipula el mercado, incluyendo los de las regiones. Estos precios no favorecen ni al pequeño campesino productor ni al comprador consumidor: se le retribuye muy poco al primero y se le cobra mucho al segundo.
De otra parte, se advirtió con énfasis sobre el desamparo en el que están los campesinos frente a la pandemia; en que de llegarse a presentar focos de contagio en el campo, en las veredas y en centros poblados, la situación puede ser catastrófica: allá no hay servicio médico, ni instalaciones, equipos, insumos, ni personal sanitario especializado. Dentro de esa vulnerabilidad se subraya la que recae sobre la mujer rural, que en últimas es la cuidadora de los hogares y de la producción, y que en esta época está teniendo sobrecarga, entre otras con la educación de niños, y siendo víctima callada de mayor violencia intrafamiliar.
Apuntes para una transformación
Hecho este diagnóstico, el diálogo transitó al campo de análisis y de propuestas, en las que se evidenció que los participantes, aun con perspectivas previas distantes, y quizá contradictorias, no tuvieron dificultades para llegar a conclusiones concertadas.
Así como se afirmó que en la actualidad el trabajo en el campo es mal negocio, también se concretó con contundencia que allí es donde está la oportunidad para la producción regional en el porvenir. Las demostraciones dadas durante la pandemia por los agricultores, y lo que puede haber ocurrido con los aprendizajes obtenidos a la fuerza por las poblaciones urbanas confinadas, harán que estas prioricen sus compras directas en lo básico, lo útil y menos caro, así como en lo sano y en lo proveniente de producción sostenible.
Esas posibilidades son mayores ahora para el sector agrícola, porque con él se puede recuperar el país de la caída del precio del petróleo, que ha dependido de un tipo de desarrollo no sostenible. El sector agrario es el único que puede generar la generación de empleos y de divisas que se han perdido.
Se requiere el trabajo conjunto con Estado y organizaciones sociales y de productores agropecuarios para establecer un nuevo modelo de desarrollo del campo, o al menos un nuevo sistema agropecuario que sea sustentable, generador de calidad de vida, de productividad y de empleo rural ahora que el modelo vigente demostró, por la pandemia y la pobreza y atraso de los campesinos, todas sus debilidades. Es la oportunidad de hacer justicia con el campo y los campesinos, de reconocer su aporte a toda la población en esta crisis.
Cecilia López. Economista:
“Ustedes tienen una oportunidad de pasarle una cuenta de cobro a los gobiernos y decir: señores, ahora que se cayó el precio del petróleo, ahora que nosotros respondimos por la seguridad y la soberanía alimentaria de este país, por favor, llegó la hora del sector agropecuario”.
Dilberto Trujillo, Secretario Agricultura Huila:
“Aquí tenemos que fortalecer las asociaciones de productores para que ellos también puedan regular el precio, y no se lo siga regulando el intermediario que viene aquí y se lo vende a otro intermediario, y después de 16 intermediarios llega a Corabastos”
Miller Dussán, Movimiento Ecosocial:
“Estoy muy satisfecho de observar la capacidad crítica que tienen los productores directos sobre todo lo que está ocurriendo en el sector agrario, porque en este país, por lo general, se dice que por ser crítico hay que excluirlo, estigmatizarlo….Si hay una crisis de institucionalidad, hay que construir un nuevo sistema agropecuario que sea sustentable, que privilegie formas como la agroecología y la ganadería sustentable, a cambio de la agroindustria”.