Resultados electorales presidenciales
El lunar de la jornada electoral estuvo a cargo del expresidente Uribe, quien continúa destilando odio y ansias de poder, paradójicamente, por los mismos poros que él se inventó con una reelección inmediata (llena de dudas jurídicas que las autoridades continúan investigando): Uribe I-II y el casi III que por poco descarrila institucionalmente al país.

Mientras el grueso de las encuestas electorales presidenciales para el período 2014-2018 nos hablaba de un empate técnico (con diferencias no superiores al 3%), los resultados electorales de la contienda del pasado 15 de junio mostraron un contundente triunfo del Candidato-Presidente, sacándole una ventaja cercana al 6% a su contendor (Santos 51% vs. Zuluaga 45%), ver gráfico 1.
Esta amplia diferencia también resultó sorpresiva frente a las “cábalas” que había realizado Anif, una vez se conocieron los resultados de la primera vuelta presidencial, cuando Zuluaga logró sacarle una ventaja del 4% a Santos. En efecto, en aquel momento proyectábamos que habría un empate técnico, donde si bien Santos lograba recortar ese diferencial del 4% gracias a la reducción de la abstención, especialmente en la Costa Caribe, ello le resultaría insuficiente para asegurar desde entonces su victoria.
Pero definitivamente hubo dos elementos de sorpresa que jugaron “más que proporcionalmente” a favor de Santos-II: i) la abstención nacional se redujo a solo el 52%, frente al 55%56% de los años 2006-2010 (ver gráfico 2), y de forma especial en la Costa Caribe, donde la abstención bajó del 70% al 56% durante marzo-junio de 2014; y ii) las alianzas de Santos con movimientos de centro-izquierda que le permitieron recuperar su votación en Bogotá.
En el frente de reducción de la abstención, el resultado más contundente se observó en Atlántico, donde se registró un diferencial de +400.000 votos a favor de Santos y, en el caso de las alianzas con la izquierda, la nota destacada estuvo a cargo de Bogotá, donde se registró un diferencial de casi +260.000 votos. Estas dos cifras son bastante significativas frente a un diferencial de casi un millón de votos a favor de Santos-II frente a Zuluaga. Otros bastiones igualmente importantes para Santos fueron los santanderes, Cauca, Nariño y Córdoba (… la propia tierra del Ubérrimo). Nótese que, curiosamente, estos tres últimos departamentos han estado afectados agudamente por problemas de orden público, tanto guerrillero como de paramilitares, lo cual puede interpretarse como una decisión de estarle ellos apostando más a la paz que a la continuidad de esta absurda guerra.
Prospectivamente hablando, la reelección de Santos encierra tres ventajas, que ojalá el Presidente sepa interpretar y el país exigirle prontamente: i) la continuidad en un norte económico acertado, donde se ha identificado que la magia de la “confianza inversionista” es inexistente cuando ella se apoya en gabelas tributarias que sacrifican la oferta de bienes públicos fundamentales (como la seguridad a cargo del Estado o la provisión de la infraestructura que es la base para volvernos competitivos a nivel global); ii) que ya reelecto, Santos II (2014-2018) debe poder deslindarse de “gavillas partidistas” que claramente NO le dejaron aplicar “buen gobierno” durante Santos I (2010-2014) y, de hecho, frenaron avances cruciales en el frente de las reformas a la salud, a la justicia y en la misma infraestructura (¿Quién se hubiera imaginado que pasarían los cuatro años 20102014 sin culminar las obras Cali-Buenaventura, el Túnel de la Línea o Bogotá-Girardot?); y iii) que Santos II (2014-2018) debe consolidar el proceso de paz, balanceando adecuadamente la no-impunidad, la reinserción de los ilegales a las tareas de buen ciudadano (entregando las armas y renunciando totalmente al narcotráfico) y, sobre todo, midiendo las posibilidades presupuestales, que claramente NO dan para pensar en incrementar en un 2% del PIB el gasto en educación, perpetuar los esquemas de viviendas gratis, revertir los avances en materia de flexibilización del mercado laboral o desmontar las contribuciones en salud (incluyendo las de los pensionados, como se prometió en campaña).
Análisis de las cifras de votación
En el gráfico 2 ilustramos la composición de la votación presidencial definitiva de los años 2006, 2010 y 2014 (en segunda vuelta, cuando la hubo). Allí se observa que, en junio de 2014, se logró reducir la abstención al 52% respecto del 55%56% observado en 2006 y 2010. Recordemos que la participación en las parlamentarias de marzo-2014 había sido solo del 44%, cifra que unida a un 22% de votos nulos/blancos había dejado la pobre sensación de tener un Congreso elegido con solo una participación electoral neta del 33%.
Esa recuperación de la votación de 4 puntos porcentuales, pasando del 44% al 48% durante marzo-junio de 2014, también se vio reforzada por un descenso del voto en blanco, pasando del 5% a cerca del 2%. Claramente la polarización de las campañas de Santos (pro consolidación del actual proceso de paz) vs. Zuluaga (con replanteamiento de dicho proceso) llevó al grueso de los electores a tomar partido en un tema tan central para el país.
La percepción es que la comunidad internacional (incluyendo oportunos pronunciamientos de las entidades ligadas a los derechos humanos) y hasta The Economist (a favor del proceso liderado por Santos) jugaron un papel clave a la hora de inclinar la balanza procontinuidad del actual proceso de paz. Pero para todos es claro, incluyendo los pronunciamientos del Presidente Santos II en su discurso de triunfo, que la tarea de consolidar este proceso de paz será en extremo compleja.
Más aún, si bien se logró reducir la abstención electoral a cerca de su promedio histórico del 50%, es igualmente evidente que la polarización del país es alta. Afortunadamente, ello ocurre dentro de un proceso democrático que merece destacarse a nivel internacional frente a lo que ocurre en los países vecinos (como Venezuela, Ecuador o Argentina). En este sentido cabe destacar la gallardía de Zuluaga-Ramírez reconociendo a Santos II, lo cual ojalá esté pregonando las discusiones sesudas que deberán darse en el Congreso sobre la delicada agenda legislativa. Esta agenda tendría que incluir temas tan vitales como la reforma tributaria, la reforma a la seguridad social en salud-pensiones, la tan esperada reforma al aparato judicial y la abolición de la reelección presidencial a favor de un único período de 5 años (6 años lucirían inmanejables para un presidente débil).
El lunar de la jornada electoral estuvo a cargo del ex presidente Uribe, quien continúa destilando odio y ansias de poder, paradójicamente, por los mismos poros que él se inventó con una reelección inmediata (llena de dudas jurídicas que las autoridades continúan investigando): Uribe I-II y el casi III que por poco descarrila institucionalmente al país. En hora buena la Corte Constitucional logró atajarnos, antes de habernos ido por los mismos despeñaderos de Venezuela y Argentina. Ahora nos corresponde a los ciudadanos, especialmente a quienes nos opusimos desde un primer momento a cualquier reelección, exigirle a Santos II que acabe con semejante esperpento de inequidad, de invitación a la corruptela y al mal gobierno.
La gobernabilidad ante el Congreso de la República
Estrictamente hablando, Uribe II (2006-2010) gobernó habiendo obtenido únicamente el 28% del caudal total de potenciales votantes (aunque apabulló en primera vuelta al ex magistrado Gaviria (62% vs. 22% de los votos sufragados). Santos I (2010-2014) gobernó con cerca del 30% del potencial de votantes a su favor, también arrasando a su contendor, pero en segunda vuelta (72% vs. 28%).
Sin lugar a dudas la “representatividad” de Santos II (2014-2018) será aún más precaria que la de los años anteriores por cuenta de tres factores: i) solo contó con el 24% del potencial de los votantes, el registro más bajo de las contiendas 2006, 2010 y 2014; ii) no arrasó a Zuluaga, pues solo le sacó una diferencia del 6%, según ya lo hemos comentado; y iii) sus alianzas de “Unidad Nacional” tan solo le están dando una representación del 35% en el Senado y del 38% en la Cámara.
En efecto, el gráfico 3 (panel A) ilustra cómo la suma de dichas alianzas (partidos de la U, Liberal y Cambio Radical) le exigiría buscar complementos con el Partido Conservador y con la centro-izquierda de los verdes-polo para eventualmente conseguir mayorías simples del 51% en el Senado. Llegar a mayorías calificadas, como las requeridas para las Leyes Estatutarias o para Reformas Constitucionales, luce aún más exigente en materia de alianzas políticas.
De forma similar, el panel B de ese gráfico 3 ilustra cómo esa “Unidad Nacional” también enfrentaría importantes requerimientos en la Cámara Baja para lograr mayorías simples, aunque la mayor votación alcanzada por el Partido Liberal y la atomización del Partido Conservador a ese nivel jugarían a favor de Santos II para alcanzar dicho propósito.
Conclusiones
En síntesis, el gobierno de Santos II (2014-2018) cuenta con una oportunidad histórica para consolidar el buen momento económico por el cual atraviesa el país, creciendo cerca de su nivel potencial del 4,5%, con una clara tendencia descendente en la tasa de desempleo hacia su nivel NAIRU del 9% y con reducciones significativas en los niveles de pobreza y algo de mayor equidad a nivel del GINI. Esto es aún más destacable para Colombia si tenemos en cuenta que ello ocurre en momentos en los cuales el entorno global es de relativo estancamiento en la recuperación del mundo desarrollado y de un claro deterioro a nivel del mundo emergente, tanto en los BRICs (creciendo solo el 6% vs. el 8% anual de años anteriores) como en América Latina (creciendo a tasas inferiores al 3% anual durante 2012-2014).
Es claro entonces que los desafíos son enormes en materia de agenda legislativa económica (salud-pensiones, reforma tributaria y a la Rama Judicial), como de la agenda pro-consolidación de la paz. Si Santos II realmente quiere enmendar sus pobres ejecutorias bajo Santos I, y mantener el buen norte socioeconómico que ha traído, le será indispensable deslindarse de las “gavillas políticas”. Ellas pudieron resultarle útiles a Santos II para la perniciosa reelección inmediata, pero a estas alturas esas alianzas burocráticoempalagosas representan un claro lastre del cual es menester deslindarse para poder aplicar el “buen gobierno” que tanta falta nos hizo durante 2010-2014.
* Presidente de la Asociación Nacional de Instituciones Financieras (Anif).