domingo, 20 de julio de 2025
Economía/ Creado el: 2014-04-14 10:49

Pasar de largo

Un breve recuento del origen de la Pascua. Hoy en día los israelitas en todo el mundo la continúan celebrando: consumen cordero, hierbas amargas y pan sin levadura, como recordatorio de la severa esclavitud que tuvieron que soportar en Egipto hace más de 3000 años.

Escrito por: Redacción Diario del Huila | abril 14 de 2014

El pueblo israelita permaneció entre 400 y 480 años en Egipto. La razón de la llegada de los hijos de Jacob (más adelante llamado Israel=el que lucha contra Dios) a la nación más poderosa de la tierra en esa época fue el hambre y, sin saberlo, el cumplimiento de un sueño.

En su juventud, José, el hijo menor de Jacob fue reconocido por “soñador” y no precisamente por tener anhelos que nunca se cumplirían, sino por recibir mensajes proféticos mientras dormía y por interpretarlos. Dos de ellos los compartió con su familia. En el primero unos manojos de espigas, que representaban a sus hermanos, se inclinaban ante él; en el segundo el sol, la luna y otros astros celestes, que simbolizaban su hogar, lo reverenciaban.

Su padre inicialmente no estuvo de acuerdo con las narraciones de su hijo y lo reprochó, sin embargo, guardó algo de ello en su mente. Pero sus hermanos más adelante moldearon un plan para desaparecer al último vástago de la familia de Israel.

Primero pensaron asesinarlo, pero no lo hicieron. En últimas decidieron venderlo a los madianitas (descendientes del patriarca Abraham) y terminó en la casa de un egipcio llamado Potifar. De acuerdo con el relato del libro de Génesis, todo lo que hacía José en ese hogar y en los negocios de su amo prosperaba. Pero las cosas cambiaron porque el joven hebreo no accedió a las invitaciones promiscuas de la esposa de su señor.

Fue prosperado

Terminó en la cárcel y aún allí fue prosperado. El jefe del centro de reclusión lo dejó al mando de casi todas las cosas. Un día el copero y el panadero de Faraón terminaron en las celdas del lugar y tuvieron simultáneamente un sueño.

José los interpretó: el copero volvería a servir vino a su rey y el panadero sería decapitado. Sin embargo, quien llegó a ser libre se olvidó del joven intérprete. Solo más adelante cuando Faraón tuvo dos sueños (que en realidad eran uno), el sirviente volvió a recordar al hebreo.

El rey había tenido el ya famoso sueño de las vacas gordas y las flacas y de las espigas llenas y las enjutas. Significaban siete años de prosperidad, la producción agrícola y pecuaria más elevada que jamás se había visto en esa tierra; pero seguiría una escasez despiadada.

José interpretó el sueño de Faraón y en justicia éste, que era considerado como un dios por los egipcios, lo puso como segundo de todo el imperio. Fue el encargado de organizar el almacenamiento de los perecederos de tal manera que quedaron abarrotados y afrontaron la temporada de escasez con éxito.

Durante ese tiempo su familia, que vivía en Canaán, sufrió por alimentos y fue a Egipto a comprar. El israelita atendió a sus hermanos, les puso pruebas y al fin pidió que su padre (Jacob) y toda su familia se fuera a vivir a Egipto, con la venia del rey.

Un faraón que no conocía a José

Con ese panorama empieza el segundo libro de la Biblia (Éxodo, un nombre que le fue puesto en la versión del Antiguo Testamento conocida como de los Setenta). En las primeras líneas se dice que un Faraón que no conocía a José empezó a ver a los israelitas como un problema: eran un pueblo muy grande que estaba en crecimiento dentro de un país también inmenso.

Jehová decidió llamar a Moisés, un israelita criado en la casa del rey, como su portavoz. En esa época no vivía en Egipto sino en el desierto durante unos 40 años y se había casado con Séfora. Volvió a su país natal a enfrentar al Faraón y exigirle que dejara en libertad a su pueblo.

Obviamente el gobernante no accedió a sus demandas y luego de varias pruebas, como que la vara de Moisés de convirtiera en serpiente, empezaron una serie de plagas en el territorio que terminaron con la muerte del primogénito del rey y de todos los primeros hijos nacidos de los egipcios (personas y animales).

La última plaga, la más fuerte, la más fulminante, la que demostraría el poder de Jehová ante Faraón, su corte y su pueblo tenía una sola forma de ser evitada. Por instrucción de Moisés los israelitas debían sacrificar un cordero (bajo estrictas condiciones) y con la sangre untar las puertas y los postes. Así, el ángel de Dios pasaría entre ellos y no les haría nada.

Origen de la Pascua

Ese es el origen de la Pascua, que viene del hebreo Pésaj, es decir, pasar de largo. Esa noche, mientras el mensajero de Jehová recorría Egipto, los israelitas permanecían en sus casas alertas, listos para salir y consumiendo una cena que se componía de pan sin levadura, hierbas amargas y cordero.

El cordero tenía que ser asado, no cocido en agua. La descripción de todo lo que había que comer, dada en el versículo 9 de Éxodo, es explicada por Keil y Delitzsch en su libro Comentarios del Antiguo Testamento. El animal quedaba entero, de manera que ni la cabeza, ni las patas le eran cortadas, ni le eran quebrados los huesos y las vísceras eran asadas en el vientre junto con las entrañas, “habiéndolas limpiado antes, naturalmente”.

“Es seguro que el mandamiento de asar el cordero no se fundaba en la rapidez del procedimiento, puesto que un animal entero puede ser hervido tan rápido como como es asado, si es que no resulta más rápido aún, especialmente si tenemos en cuenta que los israelitas tenían recipientes apropiados para hacerlo”, indican.

Explican que debía ser asado a fin de poder ser puesto entero sobre la mesa y sin cambios en su constitución. “Por medio de la unidad e integridad del cordero que les era dado a comer  los participantes eran ligados en una unidad indivisible y en comunión con el Señor, quien les había proporcionado el alimento”.

Sobre los panes sin levadura que debían comer esa noche (y durante las celebraciones de Pascua hasta el día de hoy), los expertos recuerdan que ese elemento era considerado antiguamente como un símbolo de corrupción porque fácilmente se echa a perder y se llena de moho. “Para los israelitas, comer el pan sin levadura simbolizaba que participaban del pan que no tenía corrupción o impureza; en otras palabras, que comían el Pan de Vida, el cual es Jesucristo”.

Por último, las hierbas amargas que también hacían parte del plato de esa jornada de huida de Egipto servían para que el pueblo de Israel recordara siempre, incluso hasta esta época, la esclavitud amarga y severa que tuvo que soportar en Egipto.