El legado de Jaime Monje, un hombre que no se doblega
Quienes conocen a don Jaime destacan de él sus principios y valores, su afán por ayudar al prójimo. Lo ha hecho tantas veces y de tantas formas, que no deja de producir admiración. Esta es la historia de Indumonje.

A los que quieren hacer empresa, les dice: “el esfuerzo que hace uno, lo capitaliza para uno mismo; el trabajo le genera a uno ideas, que también puede capitalizar. A uno generalmente lo descalifican; pero hay que intentarlo y dar ejemplo mientras se pueda”.
Jaime Monje Cortés, don Jaime, es uno de esos hombres que enseña con el ejemplo. Hijo de familia campoalegruna, empezó a trabajar desde la infancia y hoy, a sus más de 80 años, sigue impulsando a dos de sus hijos en un oficio tan duro, como es la ornamentación. Indumonje es el nombre que ha acreditado en este campo laboral.
Desde muy temprano lo marcaron palabras como “usted no puede, usted no sabe, usted no es capaz”, por lo cual se dedicó a ser todo lo contrario de lo que otros de mal modo le señalaban. “Yo me proponía aprender; me cabe la satisfacción de que yo era el terror de los profesores, porque los bombardeaba con preguntas todos los días”, relata.
Quienes lo conocen destacan de él sus principios y valores, su afán por ayudar al prójimo; lo ha hecho tantas veces y de tantas formas, que no deja de producir admiración.
Un trabajador incansable
Desde los seis años cabresteaba los bueyes en Llanogrande y sembraba arroz; fue destacado alumno del Colegio Nacional Santa Librada, en Neiva; sobresalió también como atleta, volviéndose por largo tiempo indestronable en los 100 metros planos, 5000 metros, salto alto y largo. Pero la falta de recursos lo obligó a dejar las aulas y buscar trabajo.
En la capital huilense, se vinculó a Ramírez, Londoño y Cía., distribuidor de Coltejer, Fabricato, Everfith, Pepalfa y otras marcas; en Telecom, empezó como mensajero, más tarde, operador de radio y llegó a ser jefe de la desaparecida empresa de telecomunicaciones.
Hizo parte de la dirigencia deportiva del Huila, pasando por la tesorería de la Liga de Ciclismo del Huila, la Liga de Fútbol del Huila, presidente de la Liga de Gimnasia. Creador y promotor de asociaciones gremiales del departamento, como Asomihl; presidente de la Confederación Nacional de Microempresarios de Colombia, Conamic, haciendo siempre gala de una honestidad a toda prueba.
Empresario
Don Jaime se distinguió, igualmente, como mecánico de calculadoras y máquinas de escribir; no había reto que no fuera capaz de superar; es más, llegó a ganar bastante, muy por encima del gerente de la empresa donde laboraba. Alcanzó a ser reconocido como el mejor vendedor de agencias de Carvajal y Cía.; pero ese logro sería al mismo tiempo su perdición, porque su jefe no estaba dispuesto a seguir salarialmente por debajo.
Así las cosas, quedó desempleado y eso lo obligó a buscar nuevos derroteros. “Llegó la primera quincena sin trabajar y yo, con siete hijos estudiando, me desesperé: tenía un carro viejo y lo vendí, con eso hice una dobladora en el taller de don Pachito Bustamante, un yaguareño que fue el fabricante de 65 relojes de iglesia en Colombia, incluido el de la Catedral de Neiva; tenía solo segundo de primaria, era un genio con una cultura exquisita”.
Su amigo tenía el mejor taller de Neiva, con fresadoras, tornos, taladros… de manera que le enseñó a don Jaime cómo hacer la dobladora, con la cual se dedicaría a elaborar muebles de aluminio. “Pero sabía que la gente huilense era muy egoísta con los propios huilenses, entonces yo decía que esos muebles venían de Barranquilla y empecé a vender”.
Su primer cliente lo catapultó, muchos acudieron a comprarle, a encargarle muebles, incluido don Héctor Afanador Cabrera, quien luego sería gobernador, “y me los compró todos, le vendí 20 sillas en 30.000 pesos”.
Nuevo bajonazo
Volvieron los tiempos de vacas flacas. La materia prima para hacer los muebles se encareció con la apertura económica y de manera simultánea llegaban a Neiva las sillas plásticas, traídas de Cali. “Sin embargo, yo diversifiqué: hacía aparatos ortopédicos, camillas, camas para hospitales…”. Esfuerzo que resultó inútil.
Mientras, dos de sus hijos (Hárold y Jorge) habían salido de la universidad, uno terminó Ingeniería Mecánica y el otro Administración de Empresas. Los dos decidieron sumarse a la ornamentación, porque no era fácil conseguir empleo y les iba bien fabricando muebles de alcoba, sala, comedor, exhibidores, hasta que el negocio empezó a caer irremediablemente.
En el año 2000 se decidieron por la ornamentación. Han estado en uno y otro lugar hasta hace un año largo, cuando aprovecharon un lote de su propiedad a las afueras de Neiva, en zona de Palermo.
Allá tienen un taller con todo lo necesario, amplio; otros dos hermanos, ingenieros civiles, requieren con frecuencia de sus servicios, por lo que el crecimiento parece estar asegurado de manera indefinida.
Organizar mejor la empresa
Por ello, las aspiraciones de don Jaime, que ya empiezan a hacer realidad sus herederos, es organizar mejor la empresa.
A quienes quieren hacer empresa, don Jaime les hace ver que vale la pena: “el esfuerzo que hace uno, lo capitaliza para uno mismo; el trabajo le genera a uno ideas, que también puede capitalizar. A uno generalmente lo descalifican; pero hay que intentarlo y dar ejemplo mientras se pueda”.
Con gracia, expresa que hoy lo meterían a la cárcel, “porque yo levantaba a mis hijos a las cuatro de la mañana a trabajar y a las seis los mandaba a estudiar. A veces se quejaban con razón, porque todos los amigos se la pasaban jugando y ellos no; pero ese fue un factor decisivo para su formación”.