viernes, 12 de septiembre de 2025
Economía/ Creado el: 2014-11-17 06:51

El catador-barista más joven de Colombia es huilense

Tiene 11 años y 1200 palos de café produciendo. Su sonrisa dulce esconde el paladar y las papilas gustativas que le permiten descubrir la calidad de cada taza. Habla de caficultura como un adulto pero su acento infantil es constante en cada palabra que pronuncia.

Escrito por: Redacción Diario del Huila | noviembre 17 de 2014

El primer ejercicio de catación que hizo fue a los 7 años. Mateo Felipe Artunduaga Ortiz tiene el orgullo de ser el catador-barista más joven de Colombia. Hoy cuatro años después quiere continuar en ese camino rodeado de café. "Quiero tener mi propia tienda, producir café especial y que mi familia sea conocida", dice con voz convencida.

"Un día yo estaba en la compra de café de mi papá y fui a llevarle el almuerzo a mi hermano mayor. Él estaba haciendo triangulaciones y yo le pregunté que qué eran esos pocillos. Me dijo que después iba a entender. Desde ahí me quedó sonando", cuenta Mateo con simpleza ese primer contacto con el oficio de catador.

"Mi ‘apá’ me dijo que conociera más, que era bueno", agrega. Así, logró cupo en la Cooperativa Departamental de Caficultores del Huila  -Cadefihuila- para aprender a catar y fue así como ya supo de las técnicas, los sabores, los defectos. También conoció en qué consistían las triangulaciones (café ácidos, amargos y dulces). Antes solo aprendía, ahora ayuda a identificar los cafés de mejor calidad.

 

Un niño que conoce mucho de café

Lo que más le gusta a Mateo es "probar los cafés de las personas" y cuatro veces a la semana va a Cadefihuila a hacerlo. Sabe qué café es bueno y cuál, malo. Reconoce cuando el grano ha estado mucho tiempo en el tanque y se fermenta; cuando se recoge verde o cuando se ha dejado en reposo (café seco que se guarda y se seca por segunda vez perdiendo calidad).

La mejor taza que ha probado fue la combinación de cafés de dos caficultores de la misma cooperativa. "Uno era complejo con toques de mandarina, dulce y el otro era ácido. La mezcla dio como un durazno, como con limón", explica el niño que acaba de pasar a séptimo de bachillerato en el colegio José Eustasio Rivera del corregimiento de Bruselas en Pitalito, lugar donde vive con su familia.

 

Mateo empresario

Mateo se pone el delantal cuando es necesario preparar bebidas a base de café -porque también es barista- pero también el coco con el que recoge el grano en tiempos de cosecha. En la finca La Hacienda, el lote número ocho, con más de mil palos de café, es suyo y ya ha producido cuatro cosechas.

Prefiere ponerse las botas e internarse en los cafetales a estar pendiente de la recolección o de lo que les haga falta a las plantas. "Me gusta harto el café, he tenido mis trabajadores y sería injusto no estar pendiente", dice para asegurar que aunque si pudiera estar disfrutando de otras diversiones infantiles, él es feliz en ese mundo de sabor y aromas del café.

Su grano ya llegó a Estados Unidos. "Me siento contento, mi café es reconocido". La puntuación de taza que tiene es de 86 puntos de 100 y Mateo está al tanto de todo el proceso productivo. No le da pereza. "Hay que limpiarlo, yo voy y lo miro, voy a coger, hay que ver que lo recolecten bien, bajar para despulparlo". El conocimiento, advierte, lo ha heredado de sus padres.

 

RECUADRO

El barismo, otra experiencia de aprendizaje

 

La anécdota de cómo Mateo Felipe Artunduaga Ortiz se interesó por el barismo empieza con "un día...", tal como cuando cuenta del primer ejercicio de catación. Ese día, en la Cámara de Comercio de Neiva, sede Pitalito, vio a un barista que le preguntó si quería aprender. Mateo dijo que sí.

"Ya después le cogí el tiro y aprendí a hacer figuras". Prepara capuccino, café expreso y americano. Ese proceso de aprendizaje no ha terminado, hace corazones, ramas y ositos con salsa de chocolate pero aúno no con crema.

"El café es un beneficio pa′ mí y pa′ mi familia, para poderlo vender y que la gente deguste mi café".

 

(Fotos Paulina Yáñez Vargas)