Doña Luz Vargas de Diaz
Hija del bogotano Neftlí Vargas y la huilense Laura Meza, nació el 25 de julio de 1916. Fue la tercera entre cinco hermanos: Clementina que se casó con Primitivo Ramírez, -no dejaron descendientes-; Jorge Eduardo, quien fuera sacerdote y ostentara el título de Monseñor -dignidad Católica que solo otorga el Papa

Siendo niño, tuve la oportuniad de conocer al compositor Luciano Díaz Vargas, quien no me llevaba muchos años de diferencia. Estudiábamos primaria en el Colegio Salesiano San Medardo y “Chano” era compañero de estudios de mi hermano Manuel J. “Lolo”, y amigo de mi hermna Clara Inés. Solía usar jean y botas media caña –tan de moda en la época-. Integraba un grupo al que pertenecían también, Jacinto Ramos Vidal, Eduardo Trujillo Gutiérrez, Marlio Narváez y Mario Vélez. Por dicha época la gente cantaba mucho, se vivía un ambiente muy familiar en Neiva; en el colegio no solo existía el coro oficial de la institución, sino que se cantaba en misa con fondo musical del órgano del padre Andrés Rosas y había clase de canto semanal en la que también se recitaba. Lo mismo se hacía cuando se iba de paseo, o se participaba en otras actividades de la época, pues en el colegio en varias oportunidades se presentaban dramatizados y Zarzuelas, lo mismo que en la clausura anual, donde cada curso tenía número de actuación especial.
Por entonces la familia Díaz Vargas vivía en Calixto Leyva, en la esquina de la calle 6ª bis con carrera 15, la primera que uno encontraba al ingresar al barrio tan pronto se transitaba el paso-nivel del ferrocarril-. En el garaje de su casa tuvieron una heladería llamada “Las Brisas”, con bello anuncio de fondo grabado con letra palmer color verde.
Hector, “el Mono Díaz”, era quien maniobraba con destreza admirable el bastón de la banda de guerra del colegio; la única persona a la que el Padre Jhon Escobar Mesa le soltaba con plena confianza dicho objeto luongo, pesado y delicado, pues su manezuela a manera de pera era de marfil y su astil de vidrio grabado en punta, orlado siempre con cordon trensado tricolor que le daba mayor imponencia. “El Mono” Héctor era corpulento, fibroso y de marcha enérgica. El bastón lo había traído el padre Müller desde Alemania, donde fueron famosas las agrupaciones marciles que son de origen prusiano. Cada vez que el sacerdote viajaba a Berlín a visitar su familia, traía algo especial al colegio como su estandarte, aún en uso.
Por entonces los Díaz Vargas se fueron a vivir a Bogotá, regresaron a Neiva finales de 1966, cuando se residenciaron en casa amplia de dos pisos en pasaje que tiene acceso por la calle sexta entre carreras 7ª y 8ª, vecinos de las familias Montes Durán y Olave Blackburn. Más tarde se residenciaron en un apartamento amplio, fresco y elegante en el edificio Diego de Ospina y Medinilla de la Beneficencia del Huila (esquina noroccidental de la calle novena con carrera cuarta).
Dicha familia unida, solidaria, y amable, la encabezan don José Antonio “Tuco” Díaz Silva –Ya fallecido- y doña María Luz Vargas Meza quien cuenta con 103 años lúcidos y tiernos. Se casaron el 16 de febrero de 1935, ambos de origen reconocido y distinguido del Huila. Él nació en Garzón el 13 e diciembre de 1909, en el hogar de Luciano Díaz Tamayo (Yaguareño), y María Luisa Silva Borrero, oriunda de Garzón. Fue el mayor entre los seis Díaz Silva, siendo en su oren: Luis Alberto –primero en fallecer-, Víctor Félix –padre del ex alcalde de Neiva Luis Alberto Díaz Méndez-, propietario de una fábrica de baldosines que inicialmente la tuvo en la calle 12 entre carreras 4ª y 5ª, y más tarde sobre la Av. de la Toma con carrera décima. Hoy uno de los barrios de Neiva lleva su nombre. Pedro José -Coronel de la Policía Nacional-; Enrique, Abogado que llegara ser por muchos años Magistrado del Tribunal Superior de Neiva; Cecilia, quien fuera propietaria del almacén Croydon, ubicado en los años sesenta y setenta a continuación de la Iglesia Colonial, casada con Luis Alberto Orozco, padres de mi compañero de estudio Luis Eduardo Díaz Orozco, un hombre enamorado de la industria y su ingeniería, quien por sus grandes sueños y proyectos, fue llamado por amigos como Rokefeller; y desde luego de la Psicóloga María Eugenia Díaz Orozco de Cabrera. Continuaba Enrique, prestigioso abogado que fuera magistrdo del Tribunal Superior de Neiva; y Gentil, Ingeniro Civil.
Don Tuco Díaz Silva fue Contador Público, hombre de apunte a flor de labio, sincero, de especial memoria y consejero directo para uno de joven. Si la memoria no me traiciona, falleció en 1971, cuando residían en el edificio “Diego de Ospina y Medinilla”.
Doña Luz es hija del bogotano Neftlí Vargas y la huilense Laura Meza, nació el 25 de julio de 1916. Fue la tercera entre cinco hermanos: Clementina que se casó con Primitivo Ramírez, -no dejaron descendientes-; Jorge Eduardo, quien fuera sacerdote y ostentara el título de Monseñor -dignidad Católica que solo otorga el Papa-. Clérigo estimado por todo el mundo, mesurado y reflexivo que irradiaba máxima confianza para toda consejería; Teresa de Jesús casada con el laboyano Luciano Vasquez, padre del distinguido abogado Neftlí Vasquez Vargas; y Gustavo, casado con la bogotana Cecilia Gómez.
Don Tuco Díaz Silva y doña Luz Vargas Meza, tuvieron once hijos: Laura; Selvia –casada con el cucuteño Francisco Fajardo-; Héctor –el Mono-, casado con la monteriana Martha Hayer, con quien tuvo dos hijas -Martha Luz (ya fallecida como su padre), y Luz Stella. Luisa, casada con el bogotano Nelson Arango –un hijo-; Cecilia, casada con el laboyano Francisco “Paco” Arias Silva quien se desempeñó en Neiva como gerente del IDEHUILA -dos hijos-; Lucero, casada con el huilense Saúl Penagos –dos hijos-; Luciano “Chano” –compositor de la famosa canción “Camino a Neiva”, casado con María Victoria Tapicha, padres de María Victoria -residente en Florida E.U., y María Angélica en Canadá, -Valga registrar que el padrino de este matrimonio fue el Compositor de las Américas, Jorge Villamil Cordobéz, personaje a quien siempre admiró-; Jorge Eduardo, residente en Costa Rica donde se desempeña como bogado –cuatro hijos-; José Antonio, casado con Elizabeth Evans -tres hijos varones y cuatro nietos-; Guillermo y Ramiro. Gran parte de ellos ya fallecidos, infortunadamente.
Los que más traté fue a los menores, Jorge Eduardo, José Antonio, Guillermo y Ramiro. No fueron pocas las fiestas a las que asistimos con Jorge Eduardo y terminé siendo compañero de estudio de José Antonio en el Salesiano, cuando cursamos quinto bachillerato -hoy décimo-, con Antonio Muñoz Mejía, Rafael Pantoja Palacio, José Alberto Acosta Pastrana, Luis Alberto Mora Pastrana, Jaime Cabrera Borrero, Guillermo “el gato” Perdomo, José Fernando Rodríguez Roa, Roberto Durán Barrera, Julio Vargas, Fernando Torrente, Miguel Castañeda, Armando Roa, el “Gordo” Romero Yepes, Héctor Lasso, Jorge Cerón, Rodrigo y Rafico Briñes, entre otros.
Doña Luz Vargas de Díaz tiene ese toque distinguido de las grandes matronas, orlado naturalmente con el hablar moderado y prudente. Dama dedicada siempre a su hogar y a su trabajo constante como diseñadora de ropa femenina. Cuando regresaron a Bogotá en 1972, tuvo su lugar de trabajo en Sears, donde dirigía varias operarias. Hoy en su vanzada edad, lúcida y tierna, recibe el amor de hijos, nietos, visnietos y tataranietos, llena de Dios y con la serenidad que siempre la ha caracterizado. Valga expresrle nuestra admiración y felicitación.