Conociendo una favela en Río de Janeiro
Peligro, drogas, sexo, armas y todo lo que es ilegal en el estado “carioca” de Brasil, se puede encontrar en las favelas, estos lugares que ocupan más del 20% de una ciudad y que por la época del Mundial recibió a más de 300.000 turistas para conocer el negocio, de vivir allí. Estuvimos en Morro do Cantagalo, una de las más grandes y conocimos de cerca a sus habitantes.

Río de Janeiro, la ciudad turística de Brasil, la que apodan ‘carioca’ y donde siempre juega la selección absoluta de ese país en el gran y hermoso estadio el Maracaná, una ciudad que es conocida en el mundo por su famoso carnaval, el Cristo Redentor y su inmensidad, el Pan de Azúcar, pero sobre todo por sus esculturales mujeres y sus extensas playas.
Pero más allá del Cristo Redentor, las hermosas playas de Copacabana, Ipanema o Botafogo, más de allá de su gran música como la samba, de sus grandes carnavales donde se encuentran las mujeres más hermosas del mundo y más allá del fútbol, deporte que es pasión y vida para los brasileños, están las favelas.
Son más de 750 favelas las que existen a los alrededores y dentro de Río de Janeiro, dicen que el número de sus habitantes en ellas llegan a los 13 millones de brasileños, de los cuales 3 millones corresponden sólo a Río, el resto son desplazados de otros estados.
Las favelas siempre han sido calificadas como pequeñas ciudades peligrosas, los habitantes de esos barrios están asociados con la delincuencia, las drogas, el sexo, las armas y por ende la muerte. Desde los 90, estos lugares fueron abiertos para los turistas y para todos aquellos que quieran llegar y vivir por un día de cerca lo que es estar dentro de ella, pero aparte de la violencia y pobreza que se puede percibir, de ver a los soldados (hombres de la mafia que cuidan la favela) parados en la parte alta, se pueden encontrar talleres de teatro, casas de formación de artes y muchas mujeres hermosas que cuando bajan a las playas son las más sexis.
Conociendo una favela
Desde que llegué a Río de Janeiro (dos días antes del partido entre Colombia y Uruguay), quería visitar una de las favelas, quería saber si era realidad o no lo visto en la película Ciudad de Dios, conocer de cerca la vivencia de sus habitantes y pensar en un momento en la dura realidad de una ciudad que vive en medio de la guerra entre los dueños de la mafia de Río de Janeiro y la Policía Militar.
Es así como con Geovanny Marrón, un periodista mexicano (Lo Nuestro de México) nos encontramos en todo el paseo de Copacabana con Favela Tour, una empresa destinada únicamente para llevar a los turistas por 51 reales (45.000 pesos colombianos) a un día de paseo por la favela Morro do Cantagalo, una de las más grandes y peligrosas de todo Brasil.
El viaje comienza en carro desde la playa de Copacabana hasta la entrada de la favela, allí tres hombres detienen el automóvil, es la señal de que el verdadero tour tiene su inicio ahí, uno de ellos que se presenta con el nombre de Bernaudo Eirely y quien decía ser el líder de la favela nos advierte que para entrar a ella hay que pagarle cinco reales (4000 pesos colombianos), con ese pago ellos podrían cuidar de nosotros, pero tiene una segunda advertencia, “respondemos por sus vidas, más no por lo que lleven, los cuidamos de que no les pase nada y sean bienvenidos a la favela pero no pero sus pertenencias”.
Un solo destino
Pero antes de entrar, lanza la tercera advertencia, “ni celulares, ni joyas, únicamente 20 reales (17.000 pesos colombianos) para comer, ni tampoco pueden tomar fotos a los soldados (hombres de la mafia que cuidan la favela), uno de ellos irá adelante y el otro atrás, otros estarán en la parte alta de la ciudad”.
El verdadero tour por un sitio digno de conocer en Río de Janeiro empezaba por los enormes laberintos de entrada que tiene Morro do Cantagalo, al lado y lado casas y una subida por escaleras que parecía no tener fin. Durante el camino Eirely explicaba que “las favelas siempre crecen hacia arriba, nunca hacia los lados, allí te encuentras con otra favela y es cuando comienza la guerra con otros ejércitos de ellas y el poder por tenerla”.
Sus casas son simples, muchas en guadua, otras en barro, cemento, no tenían la mano de un arquitecto y aunque iba acompañado por varios turistas, por el líder y dos soldados que nos cuidaban, el miedo no se podía dejar de sentir, miraba a todos lados y veía los niños que salían para ver quiénes eran los desconocidos que pisaban sus terrenos, me preguntaba, ¿qué será de ellos cuando grandes?… quizás sean unos soldados más de las favelas.
Una guerra sin sentido
Eirely seguía hablando durante el recorrido, explicaba cómo Vivían ellos y contaba las historias de enfrentamientos con soldados de otras favelas y ante la Policía Militar. “Nuestra verdadera guerra es con ellos, con la policía del gobierno que quiere venir a apoderarse de nuestra favela, no los dejamos, muchos de ellos entran para capturarnos y cuando tratan de hacerlo tenemos dos opciones, los compramos o los matamos, no hay de otra, ellos cumplen órdenes, nosotros queremos vivir”.
Muchos colombianos que conocí en Río, preferían ir a gastarse los 51 reales en el Cristo Redentor o en el Pan de Azúcar o en cerveza en las playas, pero ninguno quería visitar una favela, les parecía peligroso y muy riesgoso, pero también creían que la foto era mejor tenerla al lado de un monumento histórico como el Cristo.
“El origen de las favelas viene de muchos años atrás, cuando los esclavos quedaron libres en Brasil y tuvieron que buscar un refugio. A nuestros antepasados no les quedó de otra que tomarse los morros y las partes altas de las grandes ciudades y empezar a construir y mirar cómo vivían”, explicaba Eirely.
La corrupción en medio de las favelas
Pero no se queda callado al decir que todas las favelas están llenas de corrupción, drogas y que en ellas habita el sexo como forma de vivir para las mujeres y los líderes. “Los años pasaron y las posibilidades de trabajo para muchos era poca, así que tocó que empezar a mirar como vivíamos y empezó a generarse la droga, la venta de armas, negocio con la policía, ellos lo saben y así vivimos nosotros, las mujeres que quieran dinero se prostituyen, parte de la ganancia va para el pago de los soldados, ellos están trabajando por que cuidan a la gente, velan por sus vidas dentro de la favela”, dice el líder.
Y desde la parte alta de la favela se puede ver una parte de Río Janeiro, en ella se puede apreciar al Cristo Redentor y surge una respuesta sensata… no me arrepiento de haber pagado para conocer la favela y no al Cristo.
Eirely advierte que en la parte alta se ven más los soldados porque es allí donde viven los líderes, los grandes generadores de la droga. “Desde allí se produce, se hace y la sacamos a la venta, también las armas están guardadas en esas casas, las vendemos y con ellas nos defendemos, la policía sabe y cuando vienen por nosotros, salen con dinero de acá o muertos, muchos otros policías se la pasan en la parte baja de la favela, tiene que cuidar también, es deber de ellos, pero en ocasiones no cuidan sino que maltratan”.
Finalmente Eirely dice que para la época del Mundial el mismo gobierno pidió quietud a los líderes de las favelas, que cuando los turistas llegaran fueran bien tratados por todos los habitantes de Río de Janeiro y no lo contrario, por los soldados de las favelas que muchas veces bajan para hacer de las suyas en el centro o en las playas de Río, o con los que van a conocerlas. Todo es negocio y por eso cobran la entrada, “solo bajan las mujeres en busca de placer, no a robar”.