Colombia y Brasil o cómo la admiración tornó en motivación
Dos países con un fútbol distinto y donde los brasileños eran superiores cuando se enfrentaban en las selecciones, pero que más tarde terminarían jugando en los clubes colombianos.

A mediados de la década de 1940, cuando era niño, el escritor Gabriel García Márquez probó suerte como portero en equipos de la ciudad colombiana de Aracataca, aunque su pasión por el fútbol no florecería hasta principios de 1950. Aquel año, cuando todavía era aspirante a periodista, el futuro ganador del Premio Nobel de Literatura se mudó a la ciudad de Barranquilla para trabajar en el periódico El Heraldo. Después de enamorarse del Atlético Junior, uno de los clubes de la ciudad, García Márquez escribió varias crónicas sobre el líder de aquel equipo: el brasileño Heleno de Freitas.
El Doctor De Freitas, como lo llamaba Gabito, fue uno de los primeros astros extranjeros que llegó a Colombia durante la gloriosa época conocida como El Dorado, y lo hizo con la reputación de estrella de la selección brasileña y con un aspecto de galán que causaba sensación entre el público. En la temporada que jugó en el conjunto del Estadio Municipal Romelio Martínez, el brasileño, que para entonces ya tenía 30 años y había dejado atrás sus mejores tiempos, demostró una maestría con el balón que llevó a García Márquez a dedicarle largos ensayos, como los que publicó entre abril y julio de 1950, en los que el escritor dejaba clara la gran admiración que sentía por el futbolista.
Los regates, las exhibiciones y la intrigante personalidad de Heleno hicieron correr ríos de tinta en aquella época y fueron la primera gran fuente de inspiración de un García Márquez que tras su paso por El Heraldo acabaría consagrándose mundialmente con clásicos como Cien años de Soledad y El Amor en los Tiempos del Cólera, entre otros. De forma similar, el fútbol colombiano, después de disfrutar de cerca de astros como el Doctor De Freitas, Garrincha, Dida o Quarentinha y de pasarse años idolatrando y midiéndose a jugadores como Pelé, Zico y Ronaldo, desarrollaría un estilo de juego inspirado en el fútbol brasileño y rayaría también a gran altura en las décadas siguientes.
Una nueva generación
El auge del fútbol cafetero llegó en los años noventa, cuando la generación de Carlos Valderrama un diez clásico que parecía deambular por el campo con la única y deliberada preocupación de regalar pases de maestro, Freddy Rincón y Faustino Asprilla se atrevió a desafiar la jerarquía del fútbol sudamericano al ridiculizar a Argentina en Buenos Aires en 1993 y presentarse en el Mundial del año siguiente como uno de los favoritos para el mismísimo Pelé.
En efecto, O Rei del fútbol, que había servido de inspiración para tantos jóvenes colombianos, entre ellos el propio Valderrama y Rincón, se rendía al fútbol de la selección cafetera. “Nos acordamos bien. Pelé había asistido a varios de nuestros partidos y siempre conversábamos un rato con él”, desvela Rincón. “Conocía nuestro estilo de juego y lo que dijo no fue por casualidad. Lo que pasa es que aquello generó una responsabilidad muy grande para nosotros. Imagínese, ¡nada menos que Pelé decía que éramos favoritos!”, recuerda.
Un partido para la historia
Rincón, que tiene actualmente 47 años, no llegó a ver jugar en directo a Heleno y difícilmente se acordará de la época en que otro genio brasileño escribió en Barranquilla un capítulo de su ajetreada trayectoria. En agosto de 1968, Garrincha vivió una brevísima aventura en el Atlético Junior que pasaría más a la historia del fútbol colombiano que a la del propio astro brasileño, pero que sirvió también para estrechar los lazos existentes entre ambos países.
A punto de cumplir 34 años y en el declive ya de su carrera tras salir del Botafogo, Garrincha fichó por el club de Barranquilla a cambio de una gran cantidad de dinero. El revuelo que provocó en la ciudad colombiana parecía suficiente para asegurar que la inversión había merecido la pena. El problema es que el delantero ya no era el que conquistó dos Copas Mundiales en 1958 y 1962. Con problemas físicos, el astro brasileño había aceptado ir a Colombia más por la promesa de que su amada Elza Soares se encontraría con él allí que por otra cosa.
Sólo seis días después de llegar a Barranquilla, el astro saltó al césped del Romelio Martínez, enloqueció a la afición con alguna arrancada por la derecha y fue ovacionado aun sin haber hecho un gran partido y pese a la derrota por 2-3 que su equipo sufrió ante el Independiente de Santa Fe. Poco después, la incontrolable nostalgia que sentía por Elza llevó a Garrincha a dejar el Hotel Majestic y, aunque dijo que en Colombia se sentía como en casa, el delantero se fue a Brasil para nunca más volver.
La marca de los brasileños
La brevísima aventura no tuvo un final feliz, pero dejó huella en el imaginario del fútbol colombiano. No en vano, muchos brasileños, como Dida, Quarentinha, Paulo César Caju, Tim, Teixeira Lima, Mengálvio y Othon da Cunha, entre otros, acabarían dejando, cada uno a su manera, una marca indeleble en quienes tuvieron la suerte de vivir los años dorados del campeonato colombiano.
Uno de aquellos afortunados, el periodista y poeta local Hugo Illera, recuerda un caso con especial cariño. “Cuando era pequeño le llevaba el equipaje a Dida al entrar al estadio. Nunca lo olvidaré”, cuenta, emocionado, “un día, después de un partido, lo invité a mi casa. El barrio se revolucionó y mi casa parecía un carnaval. Vino con Quarentinha, Roberto do Amaral y Paulo César Lima. Dida era el diez de la selección brasileña hasta que llegó Pelé, y le encantaban los niños”, añade.
Redacción FIFA.Com
Especial para Diario del Huila, Neiva