domingo, 01 de junio de 2025
Regional/ Creado el: 2019-05-26 01:12 - Última actualización: 2019-07-27 09:44

De los AK- 47 a fabricante de zapatillas para mujer

Así comenzó a tejer la paz Juan Galindo hace algunos años, cuando decidió acogerse al Acuerdo Final junto con otros más de 13 mil ‘compañeros’ en Colombia; de estos cerca de 500 viven en el Huila.

Escrito por: Caterine Manchola | mayo 26 de 2019

Caterin Manchola
Diario del Huila, especial

Con sus dos manos comienza a entrelazar coloridos hilos, con ayuda de algunas puntillas adheridas a una tabla, uno tras otro van tomando formas y estilos,  a los que se les añade como decoración pequeñas pepitas de colores. Así comenzó a tejer la paz Juan Galindo hace algunos años, cuando decidió acogerse al Acuerdo Final, junto con otros más de 13.000 ‘compañeros’ en Colombia.

Contó el excombatiente de las otrora Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia, Ejército del Pueblo (FARC- EP), los tejidos los adhiere a las sandalias y zapatillas,  y con las manos que antes encañonó gatling 72, AK- 47 y AR-15, ahora confecciona zapatos. Pero para el oficio debió aprender cosas básicas como saber qué colores combinan y qué formas gustan más al público femenino, un trabajo totalmente diferente al que realizó durante siete sus años de pertenecer directa e indirectamente a las filas. Que incluso antes de ello, nunca imaginó que haría.

En el Huila, de los proyectos de unidades productivas que son liderados por ex combatientes, el 19 por ciento son del sector comercial, donde se encuentran este tipo de actividades, según la más reciente caracterización nacional que les realizaron.

A nivel departamental, Juan Galindo hace parte del 30 por ciento de personas que se acogieron al proceso de paz que viven en el área urbana. En este caso en Neiva, reside el 35 por ciento de reinsertados del Huila.

La intempestiva

Su vida ha estado llena de situaciones inesperadas, como la vez cuando iba con la firme idea de irse de su casa y lo abordó el Frente 47.  Ahora tiene 46 años de edad y narra que “fueron experiencias que no quisiera recordar”.

Pese a ello accedió a relatar que tenía 26 años cuando comenzó como miliciano y 30 cuando ingresó a las filas. Que vivía en el área rural, en otro departamento, y era un campesino que practicaba oficios rústicos propios de labriegos.

“Eso fue como muy casual. Yo tuve un problema de lo más pendejo con un vecino, hasta amigo de la familia, y entonces debido a eso me tocó irme de la casa porque el señor comenzó a tratar de perseguir mi vida. Entonces dije ‘no, mejor para no embarrarla, me voy’”.

Así fue como al caer la noche empacó algo de ropa en su bolso y se fue a “aventurar”. Y en el camino se topó con “ellos”.

“Salí de la vereda e iba rumbo a una carretera para coger un carro rumbo a Jardín, Antioquia. ‘Ellos’ me retuvieron y me dijeron que qué estaba haciendo por esos lados. Yo les comenté el problema que tenía y de una me dieron dos opciones: o me devolvía o ingresaba”.

Finalmente el frente de alias Anderson Carranza permitió que se devolviera y estuvo trabajando algunos días en una finca “voleando machete”.

“Pero ellos cada nada iban allá y me vieron trabajando. Entonces me la pusieron más dura porque dijeron ‘bueno, usted no pertenece por acá, así que ahí si le vamos a pedir el favor de que se vaya’”.

Así las cosas, optó por devolverse de nuevo hacia su casa pero se encontró con una “sorpresa maluca”.

No estaban ni los perros

Habían pasado aproximadamente dos meses, y “ya mi familia no estaba”, dijo. Contó que con quien había tenido problemas sostenía estrechas relaciones con las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC, grupo encargado especialmente de dar de baja a los guerrilleros), así que estos causaron el desplazamiento forzado de sus padres, hermanos y tíos.

“A toda mi familia, hasta a los perritos de mi casa los desplazaron, y les quemaron las casas. Pues… dar por suerte que les dieron la oportunidad de salir”, anotó.

Argumentó que ante ese panorama, vio que la cuestión “era como seria, entonces no quedó más de otra, porque esa gente me quería matar”.

Ese día fue Juan Galindo quien buscó “asilo” en las FARC. Nunca antes había tenido un arma en sus manos pues ni siquiera pagó servicio militar.

Posteriormente habría de ser un soldado sumiso, que nunca pagó alguna sanción, como cargar leña o abrir huecos para trinchera de dos por dos y con 50 centímetros de fondo, para lo cual dan solamente una cuchara y  plazo de un mes;  pero sí aconteció que incluso llegó a pensar en que el suicidio sería su mejor opción.

Detalló que “ya sentirse con un uniforme, recibir órdenes y tener un fusil, que es pesado, eso no es livianito, es maluco, es jodido… entonces no fue una experiencia como muy agradable y nunca me familiaricé”.

 Pero además, porque mientras estuvo en las filas nunca buscó contacto con su familia. “Tuve combates, pero yo en todo momento supe que lo que venía de allá para acá eran balas, y por eso uno siempre piensa en que amanece, pero no sabe si anochece”.

Por eso un buen día se le presentó la oportunidad de escaparse y no dudó en hacerlo, pero no contaba con que no alcanzaría propiamente esa anhelada libertad. Otra sorpresa.

“Escaparse de allá no es fácil. Me mandaron a una misión a comprar un mercado, entonces aproveché que tenía la plata y cogí una ruta”, narró.

Objetivo clave

No obstante, los siete años que estuvo en la guerrilla lo habían convertido en un objetivo clave y por quien ofrecían dinero que el esposo de una prima suya quiso y supo aprovechar.

“Por mí ofrecían 80 millones de pesos, entonces él quiso ganarse esa platica, supo dónde estaba y me denunció. Y adonde yo estaba, allá llegaron por mí”.

-Entonces, ¿usted era muy influyente en la guerrilla?

“No tanto lo influyente, y con el perdón de ustedes los periodistas, pero hay unas veces en que se exceden un poco en ciertas cosas. Lo ponen a uno como alguien muy grande. Dijeron que yo estaba comandando un frente que había ocasionado la muerte de un señor, que fue por quien yo pagué la pena. Que tenía 300 hombres a mi cargo, como un Tirofijo en pasta, cosa que no era así porque yo no iba comandando el grupo”.

Pero aclaró que sí alcanzó a ser comandante de escuadra, que son entre 10 y 15 personas bajo su mando.

Precisamente, “el ser comandante de rango fue lo que me permitió fugarme, porque me daban un poquitico más de libertad, confianza”, contextualizó.

También analizó que lo bueno de estar 14 años y seis meses preso, sirvió para que volviera a tener contacto con su familia y conocer a quien ahora es su esposa. Y aunque pronto será juzgado por la Justicia Especial para la Paz,  asegura que debido a lo anterior ya pagó por sus delitos más graves.

Frente a los homicidios, admitió que no “yo no le podría decir maté a tantos porque no lo sé”.

El excombatiente se describe a sí mismo como alguien valiente y admitió que el acostarse por primera vez después de haber salido de la cárcel y haber estado militando, fue como volver a nacer.

“se siente uno como flotando”

“A eso se le llama nacer de nuevo. Eso es como cuando, aunque a nadie le ha pasado, cuando uno se muere y resucita de nuevo. Es algo que como que uno no es capaz de explicar qué siente, se siente uno como flotando”.

Ese momento fue en El Espinal, Tolima, donde manifestó se había puesto como propósito  hacer una vida diferente. “Dije no quiero saber nada de guerra, de armas, me voy a dedicar a ser una persona que le sirva a la sociedad”.

El desprenderse del uniforme fue como desprenderse de un yugo, agregó. “No me sentía orgulloso de portar algo y hacer el mal, no me agradaba”. Y también expresó que no se suicidó porque consideró que hacerlo sería ser cobarde.

E incluso sostuvo que “Valiente es quien lucha por un ideal”.

- ¿Usted tenía ideales?, ¿las FARC los tenía?

“La FARC tiene unos ideales pero muy diferentes a los que verdaderamente busca uno: un hogar, familia, estabilidad. No el poder, ellos buscan eso”.

-¿Cuándo se le perdieron los ideales a las FARC, según usted?

“Cuando empezaron a joder con droga, ese fue el desvío. Porque ya no era algo por el pueblo, sino buscando un beneficio propio”.

-En ese sentido, ¿usted votó por Timochenko?

“No. Sí voté, pero no por él. Porque no me gustaba. No me han gustado ninguno de los políticos, pero me ha gustado votar”.

‘Apuntándole’ a los hilos

De otro lado, trajo a colación que le agrada que las mujeres “se vean bonitas”. Por ende imaginó que se verían lindas con una clase especial de zapatos que él podría diseñar y es así como desde hace seis años trabaja en este oficio.

Quiso apostarle a desarrollar su proyecto productivo de forma individual, de hecho el  67 por ciento de los excombatientes en el Huila se inclinan por esta opción, y solamente el  26 por ciento lo hace en compañía de su familia.

-Cómo le quedaron los primeros zapatos, ¿bonitos?

“No”, sonrió. “Los primeros zapatos me quedaron horribles, horribles, horribles. Empezando porque yo no sabía mezclar los colores”, dijo jocosamente.

Comentó que su esposa, con quien ha compartido 9 años, le ayudó con aspectos de estilo y Youtube, con el cómo hacerlo. Después del proceso, logra forrar diariamente aproximadamente 10 pares de suelas y dos días después logra terminar los tejidos. Luego están listos para la venta.

Cuenta con su propio local y máquinas necesarias, para ello agradece las ayudas del gobierno, que según él ha cumplido. Y hace parte del 76 por ciento de excombatientes que se muestra optimista con el proceso de paz, y del 21 por ciento que ha recibido capacitaciones en este departamento.

El picante de la resocialización

Además, dio a conocer cómo ha sido su proceso de amistad con sus vecinos, y figuró que el rechazo, es “como el picante de la resocialización”. Según Juan Galindo,  “hay gente que por miedo o por odio, le hacen señalamientos a uno. Pero uno sabe que desde que inició este proceso, eso iba a pasar”.

Sabe que volverse uno a ganar la confianza de la sociedad es difícil, aunque “hasta ahora no me ha ido tan mal en eso. Por acá –en su barrio- varios ya saben quién soy y pues no me han dado la espalda”, puntualizó.

Para Galindo, al igual que otros 478 exintegrantes de las FARC que adelantan su proceso de reincorporación en el Huila, acogerse al proceso no fue, es, ni será fácil. Por ende solicitó que no le tomasen fotos, no mencionasen su nombre real y su esposa evita publicar imágenes en su compañía en redes sociales “porque uno no sabe qué pueda pasar”, dijo ella.

Lo que vive es una constante entre vergüenza, miedo, pero también resiliencia, misma situación por la que pasan la gran mayoría de los 13.014 excombatientes FARC que están acreditados ante la Agencia para la Reincorporación y Normalización en Colombia. Cifras oficiales indican que el 44 % de los reincorporados estiman que pueden estar en riesgo por hallarse vinculados en el proceso.

*Juan Galindo, nombre cambiado a petición de la fuente.


Comentarios