domingo, 20 de julio de 2025
Cultura/ Creado el: 2015-05-02 11:30

Las más importantes obras de Mozart

El profundo y generalizado culto y reconocimiento del pueblo austríaco a uno de sus coterráneos más ilustres, emblema de su cultura, el compositor Wolfgang Amadeus Mozart: toda Austria, dice él, toda Viena es un tributo a su insigne hijo, el mayor genio en la historia de la Música.

Escrito por: Redacción Diario del Huila | mayo 02 de 2015

LIBERIO SALAZAR TRUJILLO

Especial para Diario del Huila

Hace unas semanas el presidente de la Tertulia, Germán Liévano Rodríguez, hizo ante el grupo una reseña de su reciente viaje a Austria, un pequeño pero representativo país del centro de Europa, que ha sido escenario de trascendentales acontecimientos históricos y constituye hoy uno de los atractivos turísticos más interesantes del viejo continente. Pero ya que en reciente publicación en esta misma columna pudimos leer el resumen de sus impresiones de viaje, resaltaremos en ésta una de las ideas que él enfatizó: el profundo y generalizado culto y reconocimiento del pueblo austríaco a uno de sus coterráneos más ilustres, emblema de su cultura, el compositor Wolfgang Amadeus Mozart: toda Austria, dice él, toda Viena es un tributo a su insigne hijo, el mayor genio en la historia de la Música. Aprovechamos esta circunstancia para motivar y aproximar a nuestros lectores a la obra de este insigne compositor.

Sin atender a la cronología en que fueron compuestas, guiémonos por los géneros musicales que Mozart cultivó, y en cada uno de los cuales brilló por su capacidad de inventar inolvidables melodías, por su dominio de la orquestación, por su asombrosa memoria y por su absoluto domino de la técnica. Y si nuestro amable lector nos acepta una sugerencia, digámosle que en una primera etapa del conocimiento de la obra de un autor hemos de limitarnos a lo más representativo, a las piezas que han ganado el favor del público y han ingresado al repertorio universal, en el cual solo caben unas pocas obras de cada uno de ellos. Dedicarnos a escucharlas todas de manera sistemática y consecutiva no haría más que cansarnos y aburrirnos, perdiendo así todo aliciente.

Comenzando por sus sonatas para clavecín (en su tiempo el piano no ha llegado a tener el prestigio que alcanzó en el siglo XIX), destaquemos las que llevan los números 11 y 16 (que en el catálogo del compilador Von Kögel corresponden a los opus K 331 y K 545): en la 1ª. el público recuerda el III movimiento, “Rondó alla turca”, en el que Mozart crea una fascinante melodía para rendir un homenaje al evento histórico del sitio que sufrió Viena por parte de los ejércitos musulmanes o mahometanos ( no turcos, como se los llamaba en esa época ), como parte del proyecto de conquistar Europa para el Islam: aunque evidentemente la melodía no tiene nada de oriental ( y mucho menos de turca ) es un muy válido ejemplo de su formidable facilidad de improvisación y habilidad técnica en los teclados, de parte de quien desde los 5 años ejecutaba magistralmente y a primera vista cualquier partitura, por complicada que fuera. La 2ª, en su III movimiento (Allegro molto), presenta un tema de los más recordados por los oyentes.

Entre sus 41 sinfonías comencemos por las 2 que más se han  difundido: la 25 (k 183), por sus dos dramáticos temas iniciales (enérgico el 1°, dulce y romántico el 2°), que sirven de espectacular introducción musical a la película Amadeus. Y la 40, su penúltima sinfonía, que refleja en su recóndita melancolía, su inmensa frustración, su debilitamiento físico, los terrores que lo atormentaban en sus últimos días, su fracaso económico (mas no artístico), etc., pero que superó a mediados de los 80 del siglo pasado los records de popularidad cuando un director de orquesta, el español Waldo de los Ríos, hizo de ella una versión para jóvenes, agregándole al original un acompañamiento de guitarras y de percusión.

Dentro de las obras para orquesta se ubican las serenatas (nombre que hace referencia a una música para ser ejecutada en las primeras horas de la noche, acompañadas por el viento “sereno”), de las cuales sobresalen la SerenataHaffner, la No. 7, K 250, dedicada a la familia de ese nombre, pero por sobre todo la conocidísima Pequeña Serenata, K 525, que recibe ese título no por su duración (tiene 5 movimientos con temas a cual más encantadores), sino porque fue compuesta para un reducido número de instrumentos y cuyo destino era posiblemente acompañar las danzas de palacio.

Conciertos para muchos instrumentos solistas compuso Mozart. Entre los dedicados al teclado (clave, órgano, piano), los más conocidos son el 20 y el 21. El 1°, K 466, cuyo III movimiento se basa en un gracioso tema, es un representativo ejemplo del equilibrio que sabe guardar Mozart entre solista y orquesta. El 2° (K 467) volvió a ponerse de moda a mediados del siglo pasado cuando una película sobre la vida de una joven llamada Elvira Madigan lo utilizó como leitmotiv(tema recurrente), con lo cual quedó rebautizado así: Concierto para piano No.21, Elvira Madigan.

De los dedicados a otros instrumentos hay que escuchar muchas veces su Concierto para Clarinete (K 622) con su emotivo II movimiento (Adagio), su Concierto para Flauta y Arpa (K 299) por su II movimiento (Andante), que es calificado de maravilloso. De sus conciertos para violín recordemos el Adagio del I movimiento del No. 5 (y último) y hagamos mención de sus exóticos conciertos para Trompa el uno y para Fagot, el otro, instrumentos a los cuales se les han compuesto muy pocas piezas como solistas, rara muestra de su maestría y dominio de todos los timbres de la orquesta.

Sin olvidar que Mozart compuso su 1ª. Ópera a los 7 años (El rapto del serrallo), seleccionemos, de su abundante producción operística, la escena del Comendador en Don Giovanni, lavelocísima Obertura de Las Bodas de Fígaro, y las preciosas canciones de La Reina de la Noche, la de Papageno y la de Tamino en esa  simpática alegoría de la doctrina masónica que es su singspiel (ópera popular), La Flauta Mágica.

Y concluyamos este resumen de lo más selecto de la obra mozartiana con su música sacra coral, en la que hay que mencionar el motete (composición de carácter religioso) para 4 voces y orquesta, Ave, Verum Corpus, sobre un  himno litúrgico. Pero indudablemente es su Requiem o Misa de Difuntos, la obra coral que asombra al oyente con su poderosa y sobrecogedora secuencia “Dies irae, dies illa”. Es de recordar que ésta es la obra que le contrata y paga anticipadamente un misterioso personaje que no quiso dar su nombre pero que Mozart identifica como el fantasma de su padre, de quien él se lamenta haberlo abandonado y dejado morir en la miseria. Componiendo esta obra lo sorprende la peste bubónica que le causó la muerte. Completada por uno de sus discípulos, esta misa sería estrenada para un funeral posterior a su deceso, que tenía la intención de recuperar su memoria y resarcir el abandono en que murió, la soledad de su entierro en que el coche fúnebre llevó su cadáver para dejarlo en una fosa común, por lo cual hoy el mundo no conoce  cuál es la tumba en la que reposan sus restos Mozart sigue viviendo en sus fieles oyentes.