viernes, 18 de julio de 2025
Cultura/ Creado el: 2014-03-25 05:33

Entre Fascismo y Religión

Reseña crítica del libro “Música de cámara” de Rosa Regàs

Escrito por: Redacción Diario del Huila | marzo 25 de 2014

 /></p><p>Siempre se tiene a flor de boca aquello de que los polos opuestos se atraen, y que cual imanes funcionan las relaciones entre los seres humanos. Premisa de bonita enunciación pero de difícil práctica. Cuando los contextos son tan diferentes ideológica, social y económicamente una relación se convierte en imposible convivencia y esos supuestos magnetismos pierden fuerza y condenan al conflicto y la desavenencia. Tal es el caso que ilustra la pareja protagonista de la novela “<em>Música de cámara</em>” de la escritora catalana Rosa Regàs que se hizo acreedora al Premio Biblioteca Breve 2013.</p><p>La acción de la novela se sitúa en Barcelona a finales de la primera mitad del siglo XX, recién terminada la guerra civil española, cuando Franco ganador de la dolorosa y mortífera contienda había iniciado una dictadura que duraría casi 40 años.</p><p>Arcadia, hija de padres republicanos, derrotados en la guerra y, como muchos otros, exilados en Francia para salvar sus vidas; ironía del destino mueren en un accidente ferroviario y la niña de escasos doce años se ve obligada a regresar a España a vivir con una tía a quien apenas conocía. Educada en un medio laico y liberal francés se ve avocada a observar una compostura conservadora, mojigata y extremadamente católica. Supo, por recomendación de su tía, disimular su desacuerdo con esta mentalidad retardataria y ocultar el librepensamiento con el que fue criada; por conveniencia de supervivencia rezó, vistió y observó las reglas que el régimen franquista imponía.</p><p>Javier, vástago de una familia adinerada, con un padre exalcalde de Barcelona, adscrito al régimen del que disfrutó las prebendas políticas y económicas con que el franquismo congratulaba a sus incondicionales aliados. En esta “noble” cuna creció en la riqueza, la abundancia, la honestidad dudosa, el fervor religioso y la sumisión al gobierno dictatorial.</p><p>Quiso el destino que la hermosa Arcadia, dedicada a la música de viola, y Javier, estudiante de derecho, jóvenes inexpertos ambos, se encontraran y entablaran una fuerte relación. Una muy discordante pareja, pero que bajo la atracción amatoria y la pasión sexual –prohibida y secreta– arraigó sólidos nexos que los llevó a matrimoniarse, a pesar de la gran oposición de los padres de Javier.</p><p>Es que un mínimo de congruencia ideológica o un patrón socioeconómico medianamente compatible es necesario para que una relación progrese en sana convivencia, en caso contrario suele uno de los dos enamorados supeditarse, plegarse a los hábitos vida del otro, hasta que ese globo inflado de no decires explote con violencia inusitada acabando con una aparente y artificiosa armonía.</p><p><em>El sexo es solo con fines de procreación</em> pregonaban monjas en el colegio y más tarde el cura cuando eran casados. La cópula placentera tiene características pecaminosas, el goce erótico es de mal recibo en general en las religiones, y la católica hace inútiles esfuerzos –antes y ahora– para disimular su aversión al sexo. Contra este viento y marea los dos amantes se entregan al himeneo voluptuoso, desatendiendo las consejas religiosas.</p><p>La historia narrada es también un pretexto para plantear al menos dos críticas: a la religión católica y al régimen fascista. A ese catolicismo –que en la postguerra española no solo fue “garante” del orden moral sino partícipe (cómplice) de las retrógradas leyes que imperaron en la ibérica franquista– reserva la escritora páginas y anécdotas de absurdas imposiciones rayanas en el burlesco: la condición de sumisión femenina ante el macho dominador, depositario del manejo de la mentalidad de la familia, merced católico-franquista que erige al varón en el ser pensante de la “unidad” del hogar. Hecho vigente en nuestros días: los cristianos fundamentalistas, en crecimiento en la actualidad, pregonan y practican aún tal improcedente y falócrata principio. Que no se olvide, y así lo recuerda el libro: en el Concilio de Trento, que duró 8 años y finalizó en 1563 se afirmaba que “<em>el alma del hombre era de naturaleza racional, la de la mujer lo era de naturaleza vegetal</em>”, tras largas discusiones teológicas y solo por un voto de diferencia se decretó que la mujer sí tenía alma.</p><p>También se inculcaba (obligaba) en los colegios a la confesión y comunión permanentes; al canto del himno del Régimen, el de la tenebrosa Falange; al saludo fascista; a la veneración de la fotografía de Franco y de su aliado el crucifijo, siempre presentes en los salones de clase. No menos castrante y alienante eran las prédicas y ficciones de las monjas en el colegio de Arcadia, que en cualquier acto humano veían pecado; grotescas exhortaciones orientadas a producir culpa, y a evitar deslices, en particular aquellos que atañen cualquier normal manifestación sexual; la decencia –definida a su manera– era enaltecida y de obligatoria observancia en el vestir, pensar, hablar y actuar. ¿Estamos en nuestra época realmente distantes y emancipados de tales procederes?</p><p><em>“En la culpa, en los remordimientos, en la sumisión a preceptos inventados por ella </em>(la Iglesia)<em> para dominar las conciencias se basa la aglomeración de esclavos de los que dispone, del dinero de los que se ha apoderado a lo largo de su larga historia; y como compensación y premio ha prometido y les sigue prometiendo un paraíso inexistente después de la muerte: una forma de acumular riqueza no comparable ni en el tiempo ni en el montante a ninguna otra multinacional. El negocio es redondo, bien lo sabemos, porque venden boletos para un premio que no existe”.</em></p><p>Razón tiene la escritora en insistir sobre los temas de religión y fascismo; este infeliz contubernio llevó a España a un atraso económico, político y social durante preciosas décadas en que Europa occidental se desarrollaba. Difícil le fue a la España postfranquista salir de ese inicuo marasmo e instaurar una Transición hacia la democracia.</p><p>Remata el libro en 1984, cuando veinticuatro años después los exesposos por azar se reencuentran. Entablan un estupendo diálogo reflexivo en el que confrontan sus nuevas y pasadas ideas políticas y sociales, los tantos <em>non dits</em> del fenecido romance, los secretos que se ocultaron o ignoraron, la vida de sus familias y la interferencia en la relación, los tantos sentimientos latentes y acumulados. Sin reclamos avanzan sigilosamente en un parlamento de gran cordura que recuerda, por momentos, al escritor húngaro Sándor Marai quien finaliza muchas de sus novelas con un soliloquio que resume y adentra en la esencia del escrito; “<em>El último encuentro</em>”, su obra icónica, una gran recomendación de lectura, al tiempo que la estupenda novela de Rosa Regàs, escrita en un maravilloso lenguaje y delicada construcción en donde para mayor impacto los personajes hablan en primera persona.</p>			</div>
			<div class=