El país que se nos descuaderna
Nuestro país se descuaderna frente a la mirada indiferente de sus ciudadanos y la desconsideración de sus gobernantes.

Es que los primeros no presienten que de seguir así pronto quedará sólo la pasta del cuaderno desgajado y sin páginas, y los segundos, conscientes de esta apatía actúan como si sus torpes designios fueran aceptados. Parece haber un desdichado y tácito acuerdo: los unos impávidos dejan hacer y sólo miran de reojo, con un imperceptible mohín de desaprobación y los otros ven, ante tan poco contundente mensaje, despejado el campo para actuar a su antojo. Una pasividad de los unos que da poderíos a la insidiosa actividad de los otros. Qué bien vendría recordar al gran Víctor Hugo cuando decía: “Entre un gobierno que lo hace mal y un pueblo que lo consiente hay una cierta complicidad vergonzosa”.
Con tan infortunado protocolo comunicacional la situación se torna grave, y sin una enérgica protesta que niegue la indiferencia presupuesta del pueblo y la aceptación del mal manejo gubernamental nos arrastraremos indefectiblemente al desbarrancadero que nos convertirá en la próxima republiqueta bolivariana; con todo el horror que ello implica, ese que hemos visto acaecer en nuestra vecindad geográfica, en donde tampoco creyeron posible, en su momento, que tanto estropicio pudiera ocurrir.
Y como nosotros idiosincráticamente solemos llegar tarde a todo –porque había trancón decimos con facilismo y falsa excusa–, en este trancón de falta de ideas, de crítica y de análisis, dejamos de observar lo evidente: que mientras ya el vecindario está saliendo de sus catástrofes, nosotros nos lanzamos como borregos en el mismo error; por supuesto cambiando de nombre al desatino para camuflar el contenido. Argentina logró salir del populismo peronista y corrige ahora sus errores políticos y económicos que lo habían convertido en país paria; actualmente su pueblo está exigiendo cuentas a la corrupta Kirchner quien en los muchos años de gobierno, junto con su difunto marido, acumuló una inexplicable fortuna; sin entrar en otros “detalles” que incluyen crímenes de Estado como el asesinato del Fiscal Nisman que la investigaba. La muy comunista Cuba suaviza ahora su discurso antiimperialista que lo sumergió por más de 50 años en las tinieblas del oscurantismo económico, la dictadura, la miseria y la pérdida total de libertades. En Bolivia el pueblo negó, en escrutinio popular, al archichavista Evo Morales, la elección indefinida al cargo que quería vitalicio. En la empobrecida Venezuela, en donde la corrupción, el despilfarro y el pésimo manejo social y económico, el pueblo eligió una Asamblea Nacional de amplísima oposición gubernamental; mucho falta por hacer (por deshacer) en ese desdichado país hermano. En Brasil, la exguerrillera Dilma Russef está a punto de ser juzgada por sus actos de corrupción y de paso abriendo camino para que su mentor y predecesor Lula da Silva también lo sea.
Las noticias en Colombia no pueden ser peores, enfrentarse a los titulares de un periódico es infartante: los funcionarios del Congreso falsifican diplomas para obtener ascensos; Casos y no pocos de niños muriendo de hambre y desnutrición; El robo descarado y continuo de los refrigerios escolares de municipios y departamentos; Las Farc establecen nuevamente peajes en el país; Descontento en las Fuerzas Armadas por su sometimiento a las dictámenes de La Habana; Asesinatos de soldados y violación de cese al fuego por parte de las Farc; El cultivo de coca aumenta sensiblemente, así como la producción y exportación de cocaína; El reconocido criminal “el Paisa” ascendido a la mesa de negociación cubana; Y la perla más reciente: la elección del Fiscal General, acomodada mediante una terna rayana en la desfachatez, tiene nombre propio del que será “elegido” para favorecer les intereses del ejecutivo (en desprecio de la separación de poderes que ordena nuestra carta Magna). Para que no se advierta tanto caos, Santos distrae la galería con un ajuste ministerial sin modificar los cargos esenciales. ¿Logrará tapar el sol con sus mancilladas manos?
La desigualdad social y económica se incrementa; la clase baja se empobrece más, sus salarios mínimos no sólo son insuficientes sino que contrastan vergonzosamente con los aumentos en las altas esferas gubernamentales que también dan vergüenza por la inequidad que crean. El Presidente de Ecopetrol, célebre por una arrogancia que desestima a los profesores que le hacen sugerencias, tiene ahora un salario de $66´000.000 (Sí, sesenta y seis millones de pesos, es decir 95 veces el infame salario mínimo). Se nos aproxima una reforma tributaria que elevará el IVA en varios puntos e impondrá nuevos impuestos; y mientras tanto la corrupción, tan condenada en el discurso, crece rampante. Se descubre entre los funcionarios del congreso sumas enormes de dinero “de bolsillo”: un congresista con $1.200 millones de pesos en efectivo y otro que transportaba en un vehículo de esa desprestigiada institución fuertes sumas de dinero sin que se sepa su procedencia y destino.
El gobierno actual no teniendo ningún resultado positivo presentable se aferra a lo único que cree le queda: con manos, dientes y mermelada se obstina en sacar adelante lo que mal llama el “Proceso de paz”, que no es otra cosa, ya lo hemos entendido, que un proceso de legalización de una guerrilla que asesinó indolentemente a la población y ha producido tantos descalabros a lo largo de nuestra historia, y ahora se dedica al narcotráfico. El mentado proceso consiste –fácil es detectarlo– en blanquear sus innumerables delitos, en darle impunidad y dejar a sus miembros elegibles legalmente para gobernar el país que tanto han azotado. La acción pedagógica gubernamental consiste en poner a la manada a repetir: paz paz paz y convencerla que con este mantra autosugestivo, como por ensalmo, todos nuestros problemas quedarán resueltos. Así el Presidente tendrá algún proyecto cometido y su convencimiento de que hasta el Nóbel de Paz obtendrá. Para lograr tal objetivo, lo que sea –el fin justifica los medios: dinero, nombramientos, juristas a su servicio, modificación de leyes y Constitución.
Las Farc viendo tan evidente debilidad del gobierno, exigen, ordenan y por supuesto se niegan a entregar armas, se niegan a pagar alguna condena, así como los daños que han causado a la sociedad colombiana; claro, con el beneplácito del gobierno. La última negación es la de que tienen en sus mal habidas arcas una enorme fortuna con la que resarcir a las víctimas del conflicto que crearon; aquí también el gobierno cierra los ojos en signo de aprobación de tal impostura. El muy serio periódico británico, The Economist, ha denunciado que las pertenencias monetarias de estos delincuentes se cifran en más de 10.500 millones de dólares; un dato que fue suministrado por el Director de la Unidad de Investigación y Análisis Financiero, y que por divulgarlo le costó su puesto. Un dinero fruto de extorsión, narcotráfico, corrupción, desviación de bienes públicos, minería ilegal, posesión de tierras, etc y etc. La existencia de esta fortuna no debe ser develada: el ciudadano se daría cuenta de la falsedad utilizada por la guerrilla en esta negociación. Tapar, tapar es la consigna. Silencio, estamos grabando.
Y sin embargo, la masa silenciosa sigue reprobando al Presidente, sólo el 14% aprueba su gestión. Por eso, en los conciliábulos gubernamentales buscan desesperadamente una salida a la aprobación de las enormes concesiones hechas por el equipo negociador gubernamental a las Farc en La Habana, buscan cómo escapar al veredicto/sanción popular porque dada esta impopularidad, el secretismo sospechoso y las malas noticias de lo acordado no hay posibilidad de un consentimiento mayoritario. Ya en este sentido enfilan baterías los juristas pagados por el gobierno, los congresistas que se alinean del lado del poder de turno (ie. Benedetti, Roy Barreras,...), algunas cuantas ONG pro guerrilla con disfraz de defensoras de los Derechos Humanos; todos estos, por supuesto, serán secundados por el nuevo Fiscal que hace parte de este gobierno. Esta comparsa se las arreglará para presentarnos una aprobación sin aprobación.
La paz necesita que cesen los abusos y exabruptos que empañan la justicia, y esta debe abrir los ojos para castigar a quienes delinquen, o han delinquido, sin distingo alguno. Qué Colombia sea un país de paz, pero también de justicia.