domingo, 20 de julio de 2025
Cultura/ Creado el: 2014-07-07 09:09

El médico huilense que superó la adicción a los fármacos

Fabio Mauricio Hermida, oriundo del municipio de Garzón, se sumergió en la indigencia por la adicción a los fármacos que nació desde que era estudiante de medicina en la Universidad del Rosario.

Escrito por: Redacción Diario del Huila | julio 07 de 2014

Tiene cierta dificultad para hablar y se le ve tranquilo mientras se refiere al abuso de medicamentos que lo llevó a la indigencia. Fabio Mauricio Hermida fue médico ortopedista durante trece años hasta que su problema se fue degradando y terminó sin familia y viviendo en la calle. Hoy, ya superada la adicción, recuerda su obsesión por superar el legado de su padre de quien heredó la profesión. El amor a su nieta lo salvó.

Se graduó de Medicina en 1976 en la Universidad del Rosario, la tercera mejor institución de educación superior en el país actualmente. Como hijo de quien fue presidente de la Sociedad Latinoamericana de Ortopedia sintió que debía hacer lo suyo y demostrarle a su progenitor de lo que era capaz. Con esa motivación -casi obsesión- fue uno de los estudiantes más destacados.
"Yo era un delfín, un heredero al trono que se graduó como especialista", le confesó a la periodista María Alejandra Cardona, productora del programa Los Informantes.

En los años de estudio, Fabio Mauricio empezó temprano a consumir medicamentos para mejorar su rendimiento, desde segundo semestre. Era "el discípulo amado" de su padre y le exigía con rigor. Necesitaba energía para sacar adelante materias y recurrió a las anfetaminas. "Y se metía uno un libro de medicina en cuatro días", cuenta.

Las pastillas las conoció en un frasquito que su progenitor poseía y que él comentaba que le servía a los colegas para superar el guayabo y tener el nivel de atención al cien por ciento. Allí leyó que el principio activo era el agente sintético que estimula el sistema nervioso central. Se informó y empezó a usarlas. "A la hora de uno haberse metido la pepa se sentía brillante, la verraquera".

Del uso académico al del disfrute
El consumo no lo hacía Hermida de manera particular, era compartido con cinco compañeros de carrera. A partir del sexto semestre, ellos -él no- empezaron a disminuir las dosis. Él "armaba trapitos", es decir, unía varias sustancias y probaba nuevas reacciones. Y admite que cometió un error al abrirle más escenarios de su vida a las píldoras.

De la necesidad de concentración para cumplir con sus deberes académicos pasó al dinamismo para disfrutar de las fiestas. Se fue acostumbrando a la constante euforia, las noches sin dormir y la ausencia de cansancio. Y no se detuvo después de recibir su diploma como profesional. Creía tener el control pero no era cierto. "Yo decía: no me hago adicto porque controlo esta vaina, mentiras la droga lo controla a uno".

Adicciones que causan rompimientos
Fabio Mauricio Hermida se enamoró de una mujer llamada María del Mar Vargas. La conquistó con su simpatía y su habilidad para tocar el acordeón. Se casó y su matrimonio se destruyó después de ocho años y a pesar de dos hijas. Conocía del uso de anfetaminas de su esposo pero no le dio demasiada importancia, incluso llegó a comprárselas. Él en las mañanas se despertaba y se bañaba solo después de que le hicieran efecto dos pastillas que bajaba con agua.

En Garzón, su pueblo natal, su vida se partió en dos. En una epidemia de dengue hemorrágico murieron diecisiete niños, en ese momento pensó que no le gustaba la medicina pero que a su padre le simpatizaba que él llegara a la sala de cirugía con todo el ánimo. Su cuerpo le pedía cada vez más y empezó a inyectarse. Se fue sumergiendo en una realidad paralela y abandonó su carrera. Tenía 36 años de edad y María del Mar se demoró dos en tomar la decisión de separarse.

Luego del divorcio, Fabio Mauricio llegó al punto de dormir en el puente de la 92 en Bogotá. Con su pipa y su papeleta de bazuco. Arrancó sus dientes. Cada día su padre le daba cinco mil pesos. “Fueron treinta años en caída libre” y "en medio del fracaso vio una luz”. Tenía una nieta, quería que lo viera sano y que sus hijas también lo aceptaran. Necesitó de dos cosas: voluntad y apoyo familiar. Hace diez años está sobrio y el amor de su vida, aunque lo ayudó, ya tiene otro hombre.