Cuando la discapacidad es el menor de los problemas
Aunque viven siete personas en condición de discapacidad, la familia dice que el principal problema es que su vivienda está a punto de colapsar.

Por: Juan Manuel Macias Medina
Al ingresar a la vivienda, si se le puede llamar de esa manera al lugar donde vive una familia de escasos recursos económicos, se puede ver dando vueltas por toda la casa a doña María Nury Tovar, la madre de tres jóvenes con discapacidad mental.
Como una superhéroe describen los hijos de doña Nury a su madre, quien es para ellos, literalmente el cerebro de la casa. La humilde morada de la familia está ubicada en el barrio Campiñas de San Luis, desde allí, piden a gritos la colaboración de personas de buen corazón y de las autoridades, quienes se hacen, según la madre cabeza de hogar, las de los oídos sordos tras los alaridos de la golpeada familia.
La humilde vivienda de María Nury ha sido testigo del esfuerzo que realiza para sacar a su familia adelante.
Doña Nury Tovar ha dedicado toda su vida a cuidar de sus “pequeños” y de su madre, esta última aunque no sufre ninguna discapacidad, los achaques de la vejez hacen que así pareciera. “Cuando ellos nacieron nadie sabía que iban a ser así, nadie me dijo nada. Yo tuve a mis hijos en la casa con una partera, cuando nacieron, la partera les pegó la palmada para que lloraran y se demoraron en llorar, yo me di cuenta que ellos eran así luego de algunos años cuando los médicos me dijeron que tenían un retraso mental”, dijo en medio de una sonrisa Nury, la mujer que tiene claro el valor de la maternidad, pues sin importar la condición de sus hijos, ha entregado casi toda su vida al cuidado y manutención de ellos. “Eso por parte de mis hijos, pero mi mamá también toca cuidarla, ella necesita pañales y eso es un gasto grande, pero no importa lo económico, yo los voy a cuidar a todos hasta el último de mis días”, dijo Nury, a quien el brillo de sus ojos ya se le ha escapado de tanto luchar.
De madera y zinc está construido el hogar de María Nury y siete personas en condición de discapacidad.
Luego de hacer un recorrido por la vivienda, queda claro que la discapacidad de las siete personas que habitan el hogar, entre ellos, los tres hijos de doña Nury, es uno de los menores problemas, pues las condiciones en las que habita la familia, dejan mucho que pensar.
La casa está a punto de colapsar, pues colinda con un pequeño arenal que amenaza con echarles lo que han construido por años al suelo. “Necesitamos una pared, cuando llueve nos da miedo porque en cualquier momento se nos va la casa, queremos decirle a las personas de buen corazón, que por favor nos ayuden”, agregó la incansable madre.
En el barrio Limonar ya conocen a la familia, pues antes de que el carro de la basura pase por las calles de este sector, ubicado al sur de la capital opita, salen los hijos de María Nury acompañados de su superhéroe a reciclar. “Ellos salen a los lunes, miércoles y viernes antes de que pase el carro de la basura, van con costales y otros con carritos improvisados para recoger lo que sirva de la basura”, dijo Arsenio Castro habitante del barrio Limonar.
La mujer también realiza trabajos en casas de familia para lograr solventar los altos costos que genera mantener siete personas en condición de discapacidad. “cuando necesitamos un favor, los vecinos nos colaboran, pero a mí me toca sola mantenerlos es un trabajo muy duro, hay veces que reciclo, o también me voy a algunas casas de familia a trabajar, porque la manutención es difícil”, señaló María Nury.
María Nury también ve por su madre, según ella, es la persona que de quien tuvo un apoyo incondicional en años anteriores.
“Yo no soy dormida, yo me muevo por todo lado para conseguir las cosas, yo tengo que salir adelante por mis hijos y por mi mamá, porque mis hijos son todo para mi, y porque mi mamá me dio la vida, además, ella cuando tuvo me colaboró muchísimo y me ayudó a levantar a mis hijos”, agregó Nury como queriendo mostrar el alcance de sus capacidades.
Un millón de pesos le hacen falta a María Nury Tovar, para hacer que su casa no se caiga por pedazos, la lluvia amenaza con derribar lo que han construido durante años. “Nosotros somos agradecidos porque por lo menos tenemos una casa a dónde meternos, pero el problema es cuando llueve porque nos da miedo que se caiga, nos hace falta un millón de pesos para construir la pared”, dijo con preocupación la madre cabeza de hogar, a la que no le quedó grande sacar adelante a sus hijos en condición de discapacidad.