Comercio exterior colombiano, sumergido en un ambiente de incertidumbre
Aunque la Alianza del Pacífico que integra a México, Colombia, Chile y Perú comienza a jugar un papel importante ante la actitud de aislamiento de Estados Unidos, requiere de un giro que le evite caer en el círculo vicioso de atraer inversión extranjera solo para proyectos de extracción.

Por Germán Enrique Nova
Profesor Facultad de Ciencias Económicas, Universidad Nacional de Colombia
En países como México, cuya economía depende en más del 80 % del comercio con Estados Unidos, se ha despertado el interés por fortalecer el comercio con nuevos socios. Crédito: Archivo particular
El último lustro ha permitido evidenciar un pobre desempeño del comercio exterior para Colombia: la balanza comercial finalizó en 2016 con un déficit equivalente al 4,4 % del PIB (13.495 millones de dólares), situación que se refleja en las importaciones por un total de 44.889 millones de dólares, frente a las exportaciones, de 31.394 millones de dólares.
En cuanto a las exportaciones, 2012 fue un año histórico por registrar 60.125 millones de dólares, lo que significa que la caída de las exportaciones alcanzó el 50 % con respecto a 2016.
Para este último año el petróleo y otros productos mineros representaron el 56 % de las exportaciones, cifra relativamente baja si se compara con las de 2013, cuando este sector representó el 71 %. Esto refleja el gran impacto de la caída de los precios, lo que condujo a una importante reducción en los ingresos del Gobierno y a un déficit fiscal superior al 4 % del PIB.
Con respecto a la composición de las importaciones, se refleja que las políticas de incentivos a la actividad industrial han tenido un efecto perverso, pues muy contrario al estímulo de la producción y de las exportaciones, están generando un sector empresarial que aprovecha su condición para importar las tecnologías y los insumos que necesita para sus procesos productivos sin hacer un mayor esfuerzo para estimular la investigación y el desarrollo de mejores procesos productivos y para demandar una mayor producción nacional de los elementos que pueda requerir.
Si se consideran las cifras de 2016, el 45,4 % de las importaciones fueron bienes intermedios y materias primas (20.369 millones de dólares). De este valor, el 73 % fue solo para el sector industrial, el 30,2 % correspondió a bienes de capital (13.535 millones de dólares), y el 63 % para el sector industrial.
El desempeño en 2017
Durante 2017 se pueden destacar dos hechos de gran trascendencia que han llevado a que los mercados regionales adquieran un particular atractivo:
El “efecto Trump”
Las dinámicas de la Alianza del Pacífico
Con respecto al “efecto Trump” se plantea un nuevo escenario. La actitud del Gobierno de los Estados Unidos lo está llevando a autoexcluirse de la definición de temas de gran importancia global. Además de cancelar su participación en el Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica (TPP, por sus siglas en inglés) y de la revisión del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (Nafta, por sus siglas en inglés), se destaca su retiro del Acuerdo de París sobre el cambio climático y el desconocimiento de varios consensos en Naciones Unidas como algunos ejemplos de la pérdida de protagonismo que podría tener ese país en los escenarios internacionales.
Como consecuencia, en América Latina se está dando un cambio de actitud en cuanto a la integración económica. En el caso de México –cuya economía depende en más de un 80 % del comercio con los Estados Unidos y en momentos en que se plantea la revisión del Nafta– se ha despertado el interés por fortalecer su comercio con nuevos socios.
En ese mismo sentido, Argentina también ha venido adoptando políticas que buscan respaldar el libre comercio regional en un concepto más amplio del arancel externo común de Mercosur. Y Chile –la economía más abierta de América Latina– siempre ha querido integrar las economías liberales del Pacífico buscando un mercado común más amplio.
El rol de la Alianza del Pacífico
Es en este punto en el que la Alianza del Pacífico que integra a México, Colombia, Chile y Perú, entra a jugar un papel importante. Este acuerdo se enfoca en el comercio de bienes y servicios; la facilitación del comercio; el establecimiento de reglas de origen y la solución de controversias, entre otros aspectos.
Es de destacar que desde su puesta en marcha, uno de los objetivos claros de sus miembros ha sido conquistar los mercados de los países ubicados en la cuenca del Pacífico. Por lo menos ese es uno de los mayores intereses que ha tenido Colombia para formar parte del bloque y aprovechar el largo camino recorrido por Chile, México y Perú, que desde hace varios lustros han forjado lazos más fuertes con naciones del Lejano Oriente, una tarea aún pendiente para nuestro país.
Extracción de petróleo o minería
Uno de los desafíos de los países de la Alianza del Pacífico es diversificar su economía, que aún sigue enfocada en actividades de extracción como la minería. Crédito: Archivo particular
El interés que han mostrado cuatro de los países más ricos del mundo –Australia, Canadá, Nueva Zelanda y Singapur, que conforman el TPP– por formar parte de la Alianza del Pacífico evidencia la importancia estratégica que tiene este bloque económico.
Sin embargo estos acuerdos deben ser bien orientados para no caer en el mismo círculo vicioso de firmar convenios que atraigan inversión extranjera solo para proyectos de extracción. Esto se convierte en una gran fuente tanto de oportunidades como de riesgos debido a las notables diferencias que existen entre los países de la Alianza y los que llegarían, en términos de producto interno bruto (PIB), ingreso per cápita, índice de desarrollo humano y prosperidad general de las economías.
Los nuevos cuatro posibles socios tienen un PIB conjunto superior a los 3,2 billones de dólares y una población cercana a los 70 millones de habitantes, mientras la Alianza tiene un PIB de 1,7 billones de dólares y una población de 225 millones. Si se unieran, su PIB sería de 4,9 billones de dólares, lo que la convertiría en el cuarto eje económico del planeta, levemente por debajo de Japón. Por otra parte, la Alianza pasaría de tener el 35 % del PIB de América Latina, al equivalente al 100 %.
El comercio internacional en perspectiva
¿Cuál sería la principal recomendación para lograr beneficios de esa posible ampliación de la Alianza del Pacífico? Lo primordial es que Chile, México y Perú, pero sobre todo Colombia, diversifiquen sus economías. De lo contrario, la mayor parte de la inversión que podría llegar de esos países se seguiría enfocando en actividades extractivistas, un modelo que no ha funcionado en nuestra región como lo confirma la historia reciente sobre la caída de los commodities. Si no se diversifica, se puede caer en el mismo círculo vicioso y no habría un futuro diferente para nuestros países.
Ya existen hechos que demuestran que si no se cambia de enfoque todo seguirá igual. Hoy Australia tiene más de 100 empresas que invierten en Chile, pero el 85 % de ellas se dedica a actividades mineras. Lo mismo ocurre con Canadá, uno de los grandes inversores en sectores mineros de América Latina.
Por otra parte es vital que los actuales integrantes de la Alianza hagan mayores esfuerzos para invertir en infraestructura y logística, que para el caso de Colombia se convierte en una urgencia, más ahora con los escándalos de corrupción que ponen en riesgo varios de los megaproyectos que están planificados.
Al analizar diversos índices globales económicos y de desarrollo, de las ocho naciones contempladas en una futura Alianza del Pacífico la que tiene peores indicadores en asuntos clave como ingreso per cápita es Colombia: mientras un habitante de Singapur tiene una renta promedio de 52.960 dólares, la de un colombiano apenas alcanza los 5.805,61 (según datos del Banco Mundial 2016).
Si se mira por índice de desarrollo humano, Australia (puesto 2), Singapur (puesto 5) Canadá (puesto 10) y Nueva Zelanda (puesto 13) están entre los países mejor posicionados del mundo, en comparación con Chile (puesto 38), México (puesto 77), Perú (87) y Colombia (95), según el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) de 2016.
Mientras se define un posible ingreso de nuevos socios, la actual Alianza tiene que mirar primero hacia dentro y definir qué es lo que quiere para su futuro y el bienestar de sus poblaciones.