sábado, 13 de septiembre de 2025
Regional/ Creado el: 2019-08-31 05:19 - Última actualización: 2019-09-01 06:49

Colombia nos recibió sin agua potable, sin energía eléctrica y con el río amenazante

El municipio de Colombia, al norte del Huila, tiene varias fallas geológicas que han puesto a padecer a la población que allí reside desde tiempos históricos,  los primeros datos indican que hacia 1967 el templo, de lo que hoy es la localidad, fue destruido por un feroz terremoto; y aunque actualmente los movimientos telúricos ya no causan zozobra entre los doblemente colombianos, es el agua descontrolada del Río Ambicá y otros afluentes los que los tiene aislados del resto del país.

Fotos: Tatiana Ramírez

Escrito por: Redacción Diario del Huila | agosto 31 de 2019

Por: Caterin Manchola
Diario del Huila, Regional

Cada vez son menos las personas que osan visitar el municipio de Colombia,  en el extremo norte del departamento del Huila, y a solamente tres horas de Neiva. Y no es para menos; son aproximadamente 25 sismos los que sacuden a sus habitantes anualmente, pero quienes, además, dependen de la amabilidad del río, que debido a las fallas geológicas que atraviesa la localidad pueden haber amanecido hoy nuevamente aislados del resto del país.

La alcaldesa de la localidad, Adelia Guzmán García,  ha reiterado a más no poder que cada vez que llueve se les crece el Ambicá y quedan incomunicados, ya sea por la pérdida de banca de vías o daños en puentes. Pero eso no es de ahora, aclara pacientemente.

Además del aislamiento, hace meses que los grifos de las llaves no escurren una gota de agua potable. Y para el pasado miércoles, Colombia nos recibió además sin energía eléctrica y con el río amenazante.

Lo anterior y otros factores han repercutido en que el número de pasajeros hacia esa localidad hayan disminuido, y a quienes permanecen “les da miedo hasta salir”, nos dijo César Torres, conductor de transporte intermunicipal Neiva – Colombia. Para ese municipio opera una sola empresa de transporte público que realiza diariamente 5 viajes, hayan o no pasajeros, aclaró.

A lo largo de los 5 años que lleva desempeñando el oficio, César Torres, ha percibido de cerca que las vías “se han empeorado cada día más”.  Y contó que precisamente  ese día hacia las 5 de la mañana un vehículo no logró superar la corriente y quedó atascado en el río, luego de que sufriera daños.

No hay más vías sino esa, es la única que han hecho para llegar al casco urbano del municipio desde cualquier otra localidad. La malla vial se ha ido perdiendo a medida en que el río socaba, “está bien carcomida la banca y nosotros estamos pasando por encima. A uno a juro le toca pasar por ahí porque no hay más”, dijo resignado.

El conductor sabe que es un peligro a toda hora, y cuando el río crece no pueden entrar ni salir. Y recordó que hace 15 días duró dos días dentro del municipio, hasta que bajó el nivel del afluente.

Y es que para esos días uno de los puentes sobre el acceso principal  resultó nuevamente afectado por la fuerte creciente del Río Ambicá, que se ha convertido en noticia constante y repetitiva por los diferentes medios de comunicación, locales y nacionales.



La situación tanto para el área urbana y rural es preocupante, los doblemente colombianos solicitan que se les atienda y brinden ayudas en medio de un panorama para el que, al parecer, ya se acostumbraron.  En el caso de la señora Argélis Castañeda, ha vivido en esas condiciones toda la vida.

Castañeda y su familia devengan su sustento de la venta de comidas, en un restaurante en el área urbana desde hace varios años.

Aunque manifestó que “esto es algo que ha sido de toda la vida”, no ha pensado en abandonar el municipio. “Los presupuestos de nosotros como familia no nos alcanzarían para irnos a vivir a otro lado, nos toca sostenernos porque no hay para dónde. O sea, irnos a vivir lo mismo que Venezuela es muy difícil, entonces es mejor aguantar un poquito más… con la ayuda de Dios yo creo que todo va a cambiar”; y ese es el caso para las cientos de familias que residen allí.

Entre tanto, sostuvo que han estado en crisis más o menos cuatro meses, desde que el río arrasó con el acueducto y pese a los intentos de recuperar tuberías para llevar el preciado líquido a las casas, “ha sido imposible, tenemos más o menos unas nueve veredas incomunicadas debido a que  también se ha llevado las carreteras, los puentes, entonces ha sido muy difícil”.

Argélis Castañeda hacía referencia al puente ‘El Totumo’ y a las siete veredas que quedaron incomunicadas hace dos años.

El traslado de los alimentos también ha sido muy difícil, comentó, “hemos estado a la espera de que el gobierno esté frente a eso. El gobernador  Carlos Julio González,  vino, nos prometió unas cosas… pero pues el río también en unas partes no ha dejado trabajar por el mismo cauce. Entonces estamos a la espera de que se halle una solución a este problema”. 

Dentro del casco urbano hay pocos supermercados y en momentos en que la crisis se agudiza los precios suben, así lo señaló Noel Uribe, administrador de uno de estos negocios. La situación cuando se quedan incomunicados se torna “crítica, porque la gente viene de otras partes, entonces no pueden pasar hacia el pueblo para proveerse de los alimentos, que también se encarecen haciendo que la gente no pueda comprar las cosas a su debido tiempo”.

Debido a la calidad del suelo del municipio, las personas del área rural poco cultivan verduras, agregó. Para el día en lo visitamos, las ventas estaban flojas, “estamos sin energía, sin agua y la gente está sin plata. Todo es sin”, dijo entre risas. 

El agua no alcanza

Para solucionar el desabastecimiento del preciado líquido la Administración Municipal ha dispuesto de vehículos que traen el agua potable de otros municipios. Y otra que es para el aseo y demás, la extraen de algunas quebradas a 20 minutos del casco urbano, sin realizar algún tipo de tratamiento. Sin embargo, “A veces no alcanza, pero nos ha tocado aprender a trabajar con lo que nos suministran”, dijo Argélis Castañeda.

Las personas también han optado por lavar sus prendas de vestir en las quebradas, sobre algunas rocas. Y el horario escolar también debió modificarse. Y aunque “todo está como callado en la parte de salud”, según la residente, “la gente se ha sentido bastante afectada debido a que las enfermedades han llegado, y se han tratado de tener en calma. Pero hemos tenido brotes, dengue, amigdalitis…”.







Otras personas también han manifestado por redes sociales que había preferencia sobre a quiénes se les entrega cierta cantidad de agua, entre otras problemáticas sociales de las que, de otro lado,  según indicó la Personería Municipal, no han tenido reportes y no se han presentado.

Lo que sacan de las quebradas alcanza solamente para dos cuadras por cada volqueta, de acuerdo con Javier Mesa, quien se encontraba transportando el líquido desde la vereda Caparrozal,  han instalado unas mangueras y la extraen por gravedad directamente a cuatro tanques. No obstante, “en este viaje solo surtimos por ahí dos cuadras, es más que todo para lavar y es gratis”.


Uno de los fluentes de donde recolectan el agua, a 20 minutos del casco urbano.  

Aunque este tipo de sucesos lamentables son un fenómeno reiterativo para esa localidad, pues históricamente se han presentado movimientos en masa (deslizamientos) y lluvias torrenciales; este año, en los meses de enero,  julio y agosto, diferentes sucesos han afectado además al puente ‘El Milagro’ y la vía principal de acceso al centro poblado, lo que ha hecho que algunas personas cuestionen nuevamente sobre la posibilidad de reubicar el pueblo. Pero la costosa, social y económicamente, tarea aún no se contempla.

Entre los últimos estragos de los que aún no se recupera figuran que en noviembre  del año  2017 el río Ambicá arrasó el puente ‘El Totumo’ y en 2016 dañó parte del puente ‘El Milagro’; este último hace parte de los tres puentes que permiten cruzar el Ambicá para finalmente llegar al pueblo.

Alternativas fallidas

La variante alterna para volver a comunicar vía terrestre a las veredas Playón, Antillas, Armenia, Vernaza, Alto Zaragoza, Versalles y Holanda con el casco urbano, también colapsa con las constantes crecientes; por ende varios campesinos de la zona instalaron artesanalmente un mecanismo que permite pasar de un extremo a otro del afluente.

Con sogas y una canasta, los labriegos pasan motos, víveres y personas de todas las edades. Aunque el tránsito no es gratis.  De ‘El Totumo’ solamente quedaron dos muros y está a 30 minutos del casco urbano.






En la vereda Santa Bárbara y a pocos metros del cauce,  reside Santiago García, el campesino contó que “estaba lloviendo y hacia las ocho de la noche una avalancha enredó una palizada y se llevó el puente. Yo ya estoy acostumbrado a cada nada esas crecientes”.

Y desde entonces han instalado tres “garruchas”, la primera se la llevó el agua, la segunda una persona “de mal corazón vino y con motosierra tumbó el palo de donde estaba prendida”. Y al tiempo nuevamente instalaron el improvisado transporte.

En ocasiones Cecilia González llega al lugar para ayudar con el paso de personas, cosecha de granadilla y frijol entre otros productos.


Paso hacia las siete veredas incomunicadas.

“Una garrucha , está compuesta por  un cable, poleas y canasta; y entonces hay que halar tres personas allá, y tres de este lado para poder hacer llegar la canasta. Yo tengo una finca que queda al otro lado, llego para la vereda Alto Zaragoza, y vengo aquí pero toca halar duro para poder sacar las motos o las personas para este lado”.

Su finca queda cerca a la orilla del afluente, por ende los cultivos de cacao y árboles frutales quedan bajo el agua.

“Se ha bregado mucho por eso, lo que pedimos es el puente. Como a la una de la mañana avisaron que el puente ya no estaba, la avalancha no dejó nada, después duramos dos meses enteros sin vías, solamente por la garrucha. Después fue que hicieron la vía alterna por la playa, duró como seis meses…”.

Entre tanto, este tipo de calamidades tiene varias razones de fondo.

¿Qué pasa en Colombia?

Colombia, Huila, “está ubicado en el piedemonte occidental de la Cordillera Oriental, lugar donde existe un cinturón plegado y fallado conformado en rocas con edades cretácicas, paleógenas y neógenas,  como resultado del proceso de levantamiento de la cordillera oriental”, explicó Camilo Dávila, geólogo de la Oficina para la Gestión del Riesgo de Desastres del Huila. 

En la localidad se observan concentrados procesos morfo dinámicos como fenómenos de remoción en masa, procesos de erosión intensa y  avenidas torrenciales. Detonados principalmente por lluvias y probablemente por sismos.  Y ello  está condicionado por múltiples factores interrelacionados como la presencia nutrida de fallas geológicas, el clima, la cobertura vegetal, el tipo de rocas presente y la topografía.

Un municipio fallido

Cerca de Colombia se presenta la falla del Río Ambicá que controla el trazo del afluente del mismo nombre, “o sea este discurre por la zona de fragilidad o de fracturas de la falla”, explicó. La falla de San Marcos, es otra, y que controla por sectores el curso del río Cabrera.

También la Falla de San Miguel, localizada aguas arriba del casco Urbano de Colombia.

La Falla de Altamira, localizada en la parte alta del Río Ambicá, que es una falla profunda,  muy clara en imágenes satelitales, es la más importante porque el desplazamiento tectónico (salto) generado por ella es de gran magnitud, al poner en contacto un bloque de rocas muy antiguas (paleozoicas) de la cordillera con rocas más jóvenes (cretácicas) del piedemonte.  Asociados a esta falla se presenta un sistema de fallas de cabalgamiento con orientación NE-SW localizado en la parte media de la cuenca y que solo afecta rocas cretácicas, que hacen que la naturaleza se ensañe contra la localidad.

Aguas desbocadas

Como se dijo, el municipio se considera de amenaza sísmica alta. Y según el registro histórico con base en la actividad que registra la Red Sismológica Nacional,  entre el año 1993 y el 2018 registró 672 sismos, todos superficiales y la gran mayoría con magnitud inferior a 3 en la escala de Richter.

La presencia de zonas fracturadas asociadas a la existencia de fallas hace que el terreno sea susceptible a los movimientos en masa, los cuales son detonados por sismos o por lluvias y pueden ser la iniciación de las avalanchas que arrasan con todo a su paso.

Normalmente los flujos o avenidas torrenciales se presentan en temporadas de lluvias, las cuales son entre marzo-mayo y entre septiembre-noviembre, pero pueden ocurrir en otras épocas.  Las fuertes pendientes, el alto gradiente del río, los suelos arcillosos derivados de formaciones de roca como shales y arcillolitas, la escasa cobertura vegetal dada por las condiciones climáticas y principalmente por las actividades humanas en la cuenca; originan según indicó el geólogo, que cuando llueve en la parte alta, el agua arrastre suelo y no sea atrapada ni controlada por este.

Colombia se encuentra en una terraza aluvial antigua, con una altura sobre el río de unos 10 a 20 metros, por lo que la probabilidad de que el nivel de inundación del rio la alcance es nula. Sin embargo, es posible que el canal socave el pie del escarpe de terraza, ocasionando desprendimientos y la erosión de la misma, pero en la actualidad esto no sucede.

En 1988, se produjo grandes agrietamientos en las casas del casco urbano y este fenómeno ha continuado debido a que una parte del mismo se localiza sobre las rocas de la Formación Arcillolitas, los suelos derivados de esta última, son arcillosos y son expansivos, es decir su estructura mineralógica tiene alta capacidad para almacenar agua y en esa medida cambiar su volumen, esto produce asentamientos diferenciales que terminan por dañar el asfalto y a las viviendas. 

Sin soluciones  a la vista

Recientemente el municipio recibió los estudios de Amenaza, Vulnerabilidad y Riesgo para el área  rural, y en años anteriores los correspondientes al casco urbano. En ellos se indica, entre otras cosas, que más de 300 viviendas del casco urbano deben ser reubicas, esto como riesgos no mitigables. Y entre los mitigables figuran costosas obras, pero la Administración Municipal  no cuenta con los recursos.

Hacia la parte alta del Río Ambicá se presentan promedios anuales de lluvias mayores entre los 1.000 y los 4.000 m.m., por lo que se hace necesario un Plan de Ordenación y Manejo de las cuencas hidrográficas, para de esta manera zonificar el riesgo y reglamentar los usos del suelo, para lo cual tampoco hay recursos.

Cecilia González, residente de la zona rural.

Javier Mesa, una de las personas que recolecta el agua.



César Torres, conductor de transporte intermunicipal Neiva – Colombia.


Santiago García, vive a algunos metros del Río Ambicá.


Argélis Castañeda, del área urbana. 


Noel Uribe, administrador de un supermercado. 


Camilo Dávila, geólogo de la Oficina para la Gestión del Riesgo de Desastres del Huila.


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