domingo, 14 de septiembre de 2025
Actualidad/ Creado el: 2015-03-28 09:07

Universitaria de día, prepago en la noche

Esta es la historia de vida y subsistencia de una joven del Tolima que reside y estudia en Neiva y que por cosas del destino terminó en el negocio de la prostitución. “Ser prepago es una condición de vida que uno escoge y no creo que por eso me deban condenar”, dice con serenidad.

Escrito por: Redacción Diario del Huila | marzo 28 de 2015

Por su voz la imagino delgada, de cuerpo escultural, tez blanca y muy jovial. Cuando le pido que se describa me dice algo similar, aumentándole términos como “complaciente y muy querendona”.

Ella es “Susan”, estudiante de Derecho en el día y ‘prepago’ en la noche, una joven de apenas 23 años, madre soltera, quien terminó viviendo de la prostitución luego que sus padres le anunciaran que no le ayudarían más por haber quedado en embarazo.

“Fueron días difíciles donde lloré mucho, aguanté hambre pero lo importante es que no me rendí. Recuerdo que fue un viernes cuando me hice la prueba de embarazo –de esas que venden en las droguerías- y me salió positiva. Yo sabía porque los senos me dolían y hasta antojos  tuve (sonríe)”.

Convencida del amor y sinceridad de su novio, un muchacho que describe como “de buena familia”, esperó a la noche para contarle en medio de la rumba. “Ese día salimos con unos amigos y amigas y entonces cuando bailábamos yo toda bonita le dije íbamos a tener un hijo. Eso fue como hablarle de la muerte, se puso muy bravo y me echó. Ese día tomé la decisión de tenerlo, siempre creyendo que él algún día llegaría para estar con nosotras, cosa que hasta hoy no se ha dado y si ahora llega soy yo la que lo echo (sonríe)… y el segundo golpe fueron mis padres. Con ellos la cosa era más difícil, entonces yo aproveché las vacaciones de diciembre para viajar al pueblo y un día antes de regresarme saqué fuerzas y le conté a mi mamá. De inmediato llegó el regaño, una vaciada que nunca esperé y más tarde la reacción agresiva de mi papá que me trató de lo peor, hasta de puta y me echó de la casa… Todo eso ha sido muy complicado, pues en dos años no he vuelto al pueblo, ni a la casa y aunque con mi madre hablo todas las semanas, mi papá sigue pensando que por tener una hija y no tener marido soy una mala mujer. Tal vez eso ha sido lo peor que con mi papá no he podido arreglar las cosas”, narra Susan con voz pausada y muy sentida.

Y sigue con relato cargado de historias, donde siempre está presente su pequeña hija, su motivo de vida y el norte que la mantiene viva.

“Claro que es por ella que hago esto. Yo me prometí sacarla adelante sola y seguro que la convertiré en profesional exitosa, lo mismo que yo… Me quedan unos años y empezaré a ejercer mi profesión, seguramente no viviré tan cómoda como ahora, pero estoy segura que seré una buena abogada”.

Susan estudia de día, trabaja en las noches y los fines de semana, lo que le deja suficiente dinero para vivir tranquila. Tiene carro modelo 2014, un apartamento pequeño pero cómodo que está pagando a 15 años (me quedan como 13 años de deuda sonríe), y cuenta con una niñera que le ayuda en las noches, especialmente los fines de semana. “Me gustan las joyas, los buenos perfumes, la ropa de marca y viajar, eso me encanta”.

Todos los días Susan sale a las seis de la mañana de su casa y deja a su pequeña en el preescolar, donde estudia; a las tres de la tarde la recoge y se van a la casa. Desde ese momento hasta las 9 de la noche, es mamá, luego empiezan las horas de rumba, alcohol y sexo, un trabajo que ella no ve del todo malo.

“Al principio el pago no era muy bueno, pero después de un año las cosas empiezan a mejorar. Entre más experiencia más clientela y mejor pago. Es como cualquier otro trabajo, cuando empiezas entras a un período de prueba y con el tiempo ganas experiencia y clientela… un cliente satisfecho trae más clientes (sonríe)”.

Hablando de ingresos dice que se siente más que satisfecha. “Eso es relativo. Hay fines de semana que me hago hasta dos millones de pesos, otros seiscientos o setecientos mil pesos, pero en todo caso es suficiente para pagar mis gastos y vivir cómodamente. Mire que mis gastos son altos, yo pago 580 mil de cuota del apartamento, 400 del colegio de la bebé con el almuerzo, más la comida, la ropa, gasolina, eso es mucha plata… lo que ya pagué fue el carro gracias a la ayuda de un cliente que tiene mucha plata y un día me sorprendió con el cuento que había pagado la deuda. Yo no le creí y a los pocos días averigüé y sí, no debía nada… creo que le gusté al hombrecito” (sonríe).

Ella está segura que sus compañeros de estudio no saben nada, ni sus compañeras, a quienes jamás les cuenta. “Claro que deben sospechar que hay algo raro porque yo les hablo de mi novio que es piloto pero nunca lo han visto porque se la pasa volando”, (nuevamente sonríe a carcajadas).

“Mis clientes son muy selectos, yo no me acuesto con cualquiera, ni en cualquier sitio. Yo atiendo en hoteles y muy pocas veces en moteles o en apartamentos. Cuando el cliente ya es de confianza a veces me llevan a Cartagena, a Girardot, Bogotá o Ibagué, donde podemos estar mejor, salir a rumbear sin la presión de que los pillen las esposas o las amigas brujas”.

Susan lleva trabajando cuatro años como prepago y no considera que deba esconderse, ni negarlo. Piensa en su hija y sabe que llegará la hora de hablar con ella. Lo único que espera es que el día que se entere entienda que lo hizo por ella y no le reproche nada.

Me despido de Susan, no sin antes decirle que si la puedo volver a llamar. “Claro que sí, pero no para averiguarme la vida, mejor para rumbear. Que yo recuerde nunca he salido con un periodista”.

Así como Susan, son muchas las mujeres que realizan este tipo de trabajos.