jueves, 11 de septiembre de 2025
Actualidad/ Creado el: 2014-03-02 08:37

Sí hay por quien votar

En Colombia estas elecciones tienen un sello especial por el proceso que podría iniciarse hacia la búsqueda de la paz o continuar la guerra que ha dejado 220.000 víctimas entre 1958-2013.

Escrito por: Redacción Diario del Huila | marzo 02 de 2014

Se acerca el 9 de marzo donde los colombianos elegiremos 162 Senadores y 165 Representantes que conforman el Congreso de la República que ratificará los acuerdos de La Habana y prepara al país del postconflicto, en un clima de esperanza para unos, incertidumbre para otros y hasta de resignación para los más. En Colombia estas elecciones tienen un sello especial por el proceso que podría iniciarse hacia la búsqueda de la paz o continuar la guerra que ha dejado 220.000 víctimas entre 1958-2013 de los cuales el 59% por cuenta de los paramilitares, 17% la guerrilla y 8% por agentes del Estado. De cada 10 muertos 8 son civiles sin contar el desplazamiento forzado que incrementa los cinturones de miseria en las ciudades, las viudas y huérfanos del conflicto y el campo desolado. Agréguese que del presupuesto nacional aprobado para 2014 (203 billones de pesos), se destina 30 billones para Defensa y policía (20% del total) que representan el doble del que se tenía en el 2005, y es superior al de educación (17,6%), salud (11,6%) y ciencia y tecnología (0,5%). Que no obstante el costo de esta guerra se reconoce como la tercera economía de la región, aspira a ingresar a la OCDE si supera los retos en infraestructura, calidad de la Educación, formalidad en el empleo y la exclusión social.

En relación con el proceso electoral, luego de las consignas que prometen hacer puentes donde no hay ríos, cambiar la estructura socioeconómica, proyectos demagógicos y hasta alcanzar el más allá, porque nadie se reconoce responsable de las práctica políticas que deshonran al Congreso, de la corrupción y menos del clientelismo, los ciudadanos se dividen en dos grandes bloques: abstencionistas y votantes. La participación mide la cultura política de una nación, su grado de modernidad, la calidad de las instituciones y el control político que se ejerce en función de los intereses colectivos. No es menos cierto, que quienes no participan tienen argumentos heredados de una izquierda contestataria que recitaba aquello de que “En Colombia el que escruta elige, el que cuenta los votos determina la victoria” y por tanto hay que hacer abstención beligerante y activa con lo cual se justificaba la lucha armada. Dado el atraso cultural, la abstención ha sido históricamente mayoritaria (52% en 2011) y es cómoda porque se gana en el imaginario, pero se pierde en la realidad. Desde la época de V. Lenin, el líder bolchevique fustigaba como una expresión del infantilismo revolucionario que pensaba que sólo con injurias derrotaba al enemigo, condenando la participación en el “establo” parlamentario, posición demasiado fácil para resolver problemas muy complejos de la sociedad. Decía: “que la participación en las elecciones parlamentarias y en la lucha desde la tribuna parlamentaria es obligatoria para el partido del proletariado” (La enfermedad infantil de izquierdismo en el comunismo, 1920).

El voto en blanco que delata más indiferencia que indignación señala “que no hay por quien votar” y por tanto, repetir el proceso con candidatos diferentes si se tiene la mayoría absoluta, poco probable para el caso colombiano, donde este solo alcanzó para Senado y Cámara 4,8% en las elecciones de 2010 y disminuye en las elecciones uninominales para presidente, gobernador o alcalde, en una especie de abstencionismo vergonzante. Quizás se apoyan en el conocido “Ensayo sobre la lucidez” del nobel de literatura Saramago (2004). Recuerda que un día lluvioso se realizan elecciones en una ciudad donde la mayoría de los electores decide votar en blanco: “Los votos válidos no llegaban al 25%, distribuidos entre el partido de la derecha (13%), partido del medio (9%) y partido de la izquierda (2.5%). Pocos votos nulos, poquísima la abstención y más del 70% en blanco”. El desconcierto fue total y aunque el gobierno canto victoria y hasta intentaron apropiarse del voto en blanco poco después se dan cuenta del nefasto suceso y deciden repetir la elección en el entendido de que una abstención razonablemente alta o incluso por encima de elecciones anteriores significaría un regreso a la normalidad. Pero el parte electoral posterior que dio el primer ministro fue peor: “Queridos conciudadanos el resultado de las elecciones realizado en la capital es: partido de la derecha (8%), partido del medio (8%) y partido de la izquierda (1%), abstenciones (0%), votos nulos (0%) y votos en blancos (83%)”. Tras este desconcertante resultado el gobierno emprende una serie de investigaciones y decisiones autoritarias, represivas e incluso ilegales, tratando de relacionar la victoria del Voto en blanco con la ceguera blanca que había afectado al país cuatro años atrás”.

En las propuestas participativas, se tiene un menú muy variado que va desde quienes con votos ganan elecciones, con diezmos tienen millonarios negocios y prometen el reino en el más allá, mientras ellos se enriquecen en el más acá, con la complicidad que genera la ignorancia del fanatismo religioso. O las contestatarias más radicales que aspiran por enésima vez a la refundación del país con sus propuestas mesiánicas. Las más aterrizadas que bien pueden encontrar en un conservador como Mario Laserna, que dada su formación académica es considerado entre los diez mejores según la Revista Dinero (21-02-2014) capaz de aliarse con Jorge Robledo (4° en ese ranking) superando discrepancias ideológicas en debates que consideran de interés nacional. En Horacio Serpa (cabeza de lista Liberal), un experimentado dirigente con proyectos para el postconflicto, amplia experiencia en el proceso de paz y en la administración pública que compartirá bancada con el joven Juan Manuel Galán, hijo de quien luchó contra el narcotráfico y quería refundar el liberalismo colombiano. Entre quienes tienen una experiencia por su pasado guerrillero y fueron capaces un día en deponer las armas y participar en la Constituyente de 1991, Antonio Navarro, representa autoridad, experiencia y gestión administrativa. En la coyuntura actual, quienes de veras queremos la Paz, que significa no sólo dejar las armas sino emprender una lucha por la reconciliación nacional con libertades políticas y democracia económica, tenemos el imperativo moral de pensar en la nueva Colombia. Aquellos que fueron víctimas del flagelo del secuestro merecen un voto de confianza que al tiempo que reivindica la esperanza y le hace descuentos a la frustración de muchos años privados de su libertad reconoce un liderazgo activo y comprometido con quienes están dispuestos a rectificar su historia, esto es golpear juntos aun marchando separados. Allí el senador Jorge E. Géchem es uno de los que debe regresar al senado, al igual que sus  compañeros de secuestro, cuyo mensaje es categórico: “Yo que pagué el costo de la guerra, prefiero asumir el precio de la paz”. ¡Entonces sí hay por quien votar!

 

RICARDO MOSQUERA M.

Especial para Diario del Huila

* Ex rector de las universidades Nacional y Surcolombiana. Profesor asociado Universidad Nacional de Colombia.