Ramón y Cristian, de empleados a fabricantes de bizcochos
Padre e hijo encontraron un buen negocio: Convirtieron el pan de yuca en un bizcocho tostado. Ambos, técnicos en Agroindustria Alimentaria, son egresados del SENA y trabajan en la consolidación de su empresa, con el apoyo del Fondo Emprender.

Luego de trabajar en el negocio de los bizcochos de achira, durante nueve años, un padre y su hijo crearon la primera empresa huilense que fabrica pan de yucas tostados.
Ramón y Cristian Monje, técnicos en Agroindustria Alimentaria egresados del SENA, fundaron Bizcochos El Embajador y lanzaron su producto estrella el año pasado con el apoyo del Fondo Emprender, fuente de financiación que les ayudó a realizar su sueño: Crear una unidad productiva que conservara los más altos estándares de calidad e innovación.
El proyecto recibió 110 millones de pesos, con los cuales estos emprendedores adquirieron equipos e insumos y solventaron sus gastos de funcionamiento. “Gracias a estos recursos nos consolidamos como una empresa que ahora tiene proyección para sacar dos toneladas de bizcochos mensuales, con destino a Miami”, explica Ramón, gerente y creador de la idea.
La suya es una de las 447 iniciativas que desde el año 2002, cuando apareció en el escenario nacional el Fondo Emprender, se han fortalecido empresarialmente en el departamento.
“Casos como éste confirman que hemos creado una cultura del emprendimiento. Con esta nueva generación de jóvenes emprendedores y nacientes empresarios, garantizaremos el futuro de la región”, considera el director Regional del SENA en el Huila, Luis Alberto Tamayo.
La historia
“Yo estaba vinculado a una fábrica de bizcochos, donde empecé como bodeguero y ascendí a administrador. Pero, tomé la determinación de dar un giro a mi vida. Decidí poner un negocio, impulsado por los consejos de mi jefe; él decía que un empleado, después de nueve años, debía buscar un nuevo rumbo”, comenta Ramón.
Padre e hijo se animaron a montar su propia empresa, inicialmente de una forma muy artesanal y con grandes vacíos en términos de inocuidad y salubridad.
Así lo hicieron durante seis años, hasta que el Invima cerró el negocio, porque no tenía el registro sanitario. “Fue en ese momento cuando oí a una amiga que estaba en el SENA, estudiando Agroindustria Alimentaria. Ella nos entusiasmó y nosotros quisimos seguir su ejemplo”, recuerda Monje.
Desde un principio, Ramón y Cristian se propusieron trabajar en la industrialización de sus productos, guiados por la calidad y la innovación que observaban en otros alimentos. Sabían que la competencia con las demás fábricas de bizcochos de achira era dura y, por lo tanto, no sería fácil lograr un lugar en el mercado.
Entonces, optaron por esforzarse y alcanzar la certificación en todas las normas requeridas para este tipo de productos. Empezaron a aplicar lo aprendido durante su proceso de formación: El manejo del agua, las materias primas, la limpieza y la desinfección, sin olvidar la instrucción del personal.
“Sin el SENA hubiéramos perdido mucha plata, por los constantes cambios y las exigencias del Invima. Pero, con los conocimientos adquiridos pudimos acogernos a la reglamentación; eso nos sirvió para mejorar la empresa y su producción”, agrega.
Entre tanto, Cristian afirma que éste ha sido un proceso muy dispendioso, aunque gratificante, pues entre sus pensamientos no estaba el llegar a ese nivel de industrialización.
“Nosotros hicimos el técnico en Agroindustria Alimentaria para cumplir los requisitos exigidos por el Invima; pero, nunca nos imaginamos que llegaríamos a tener la empresa que ahora tenemos ni, mucho menos, alcanzar la producción que generamos”, explica el joven de 26 años de edad, quien se desempeña como coordinador de calidad en El Embajador.
El apoyo
Con su empresa, que apenas comenzaba a visibilizarse, Ramón sabía que le había llegado la hora de pasar de las tiendas de barrio al mercado regional. Por ello, salió de la casa localizada en el barrio Las Mercedes de la capital huilense, donde instaló su bizcochería con un horno hechizo y otro fijo –de ocho latas- y se trasladó a un lote de 366 metros cuadrados que fueron adecuados por él mismo, gracias a sus conocimientos en construcción.
No pasó mucho tiempo antes de enterarse de la existencia del Fondo Emprender y los beneficios que podía conseguir de él.
“Trabajamos día y noche para sacar el proyecto; fue extenuante, pero lo logramos con la mezcla del conocimiento que tenía mi hijo, mi experiencia en producción y la asesoría del SENA”, relata el hombre de 50 años de edad.
“Conocimos la unidad productiva de esta familia. Su idea era generar ingresos con la creación de la empresa, sin imaginar que a la vez se convertiría en una fuente de empleo”, indica Maddy Lorena Navarro, gestora de la Unidad de Emprendimiento del SENA.
En este mismo sentido, Sonia Robayo, operaria de El Embajador, señala que es mucho lo que tiene que agradecerles a Cristian y Ramón.
“Yo entré sin saber nada; ellos me enseñaron todo. Es mucho lo que he evolucionado; además, con la edad que tengo (53), fue una bendición que me recibieran. Aquí me hacen sentir útil, al igual que en mi casa, donde ahora aporto económicamente”, manifiesta.
En 13 años, el Fondo Emprender ha facilitado la creación de empresas como ésta y la generación de puestos de trabajo. En el Huila se han abierto 2.235 empleos directos formalizados y entre 10 y 15 empleos indirectos (o estacionarios) por cada proyecto.
La transformación
Ramón y Cristian se dedicaron a trabajar el bizcocho de maíz y achira hasta el momento en que descubrieron las propiedades del pan de yuca y decidieron experimentar.
“La innovación del ‘yuki queso’, un producto con componentes originales, consistió en que le agregamos tres ingredientes nutricionales: El ajonjolí, la avena en hojuelas y el salvado de trigo, muy buenos para la salud”, enfatizan.
Armaron un portafolio de productos y a cada uno de ellos les dieron un nombre característico o de fantasía, porque la idea era transformar la tradición.
Así, el bizcocho de achira se convirtió en ‘tosti achira’; el de maíz volvió a adquirir el nombre de antaño, es decir, ‘calentano huilense’; y el pan de yuca tostado fue bautizado como ‘yuki queso’, lo cual, según Cristian, constituye una ventaja comparativa de la empresa frente a la competencia.
Ventas y proyecciones
En la actualidad, El Embajador vende 15 millones de pesos por mes; es decir, cerca de dos toneladas y media en productos hechos a base de maíz, yuca y achira. El objetivo de los socios, cuyos productos están presentes en más de 1.400 tiendas de Neiva y decenas de locales comerciales en Garzón (Huila), Medellín, Ibagué y Florencia, es alcanzar en el corto plazo una producción mensual de 10 toneladas.
De acuerdo con Cristian, esta meta no es descabellada: “La gente empieza a consumir productos de calidad y deliciosos, lo que genera la necesidad y a su vez incrementa la demanda”.
Ramón, por su parte, dice que despachan pedidos a Canadá y Estados Unidos, donde solicitan el producto durante todo el año, aunque las fechas de mayor venta son enero, Semana Santa y San Pedro.
Estas transacciones comerciales constituyen para El Embajador un paso fundamental en su desarrollo empresarial, marcado por la unión familiar, la innovación, las grandes expectativas, el emprendimiento, el deseo de superación y las ganas de hacerlo bien.