Las maneras de volver
Con el libro de cuentos ‘Las maneras de volver’ el escritor huilense Betuel Bonilla ganó la IX versión del Concurso Nacional de Libro de Cuentos UIS 2013. “Cuentos teñidos de nostalgia, en pocos casos de pequeñas alegrías”, afirmó el autor acerca del libro ganador.
¿Cómo recibe la noticia de ser ganador de este importante premio?
Bueno, me tomó en casa, al lado de mi esposa, leyendo una novela de Laura Restrepo, una autora con la que tenía una deuda acumulada. Los premios se reciben, creo yo, con la alegría natural de este tipo de sucesos que, querámoslo o no, pueden llegar a abrir puertas; también lo recibo con mucha mesura, con la certeza de que un premio está lleno de caprichos, de gustos, de preferencias lectoras, lo cual indica que, en este caso, di con un grupo de jurados con los cuales, muy probablemente, tenga algunas coincidencias temáticas o estilísticas. Los premios, y esto es muy extraño, tienen la magia de sacudirnos brevemente, pero una vez pasa la emoción, al otro día despertamos con la angustia de una obra aún por hacer, de muchos temas rebullendo, de muchas imágenes por concretar. Entonces, los premios son alegría, estímulo, pero más allá son compromiso, nuevos retos, angustias… Este premio, en particular, significa mucho dada la institución de la cual proviene, la Universidad Industrial de Santander, un premio que han ganado escritores importantes como Andrés Mauricio Muñoz o Felipe García Quintero, este último en poesía.
¿De qué nos habla el trabajo literario con el que logró ganar este premio?
Bueno, en verdad es una decisión que tomé adrede para este concurso, digamos, la escogencia de nueve cuentos entre unos treinta que tenía escritos. En este trabajo, que titulé Las maneras de volver, confluyen al menos cuentos que en principio fueron escritos para tres libros distintos. Aunque me opongo rotundamente a esa noción un tanto extraña de que los libros de cuento deben poseer unidad (un requisito aplicable a la novela si acaso), sí había en ciertos grupos de cuentos unas coincidencias de estructura o de época que saltaban a la vista. En un primer grupo, ciertos cuentos indagaban por un pasado algo remoto, con señales de época como el lenguaje, el tono, los personales o los incidentes ocurridos. A este primer grupo aportaron mucho algunos referentes familiares, o de amigos cercanos cuyos perfiles o conversaciones fueron despejando un camino. Cuentos teñidos de nostalgia, en pocos casos de pequeñas alegrías, con personajes transidos y melancólicos, algo impuesto quizás por la época considerada. En un segundo grupo pretendí incluir cuentos cuya influencia indudable fue un maravilloso libro que el escritor español Javier Cercas tituló Relatos reales, es decir, historias en las cuales, posmodernidad de por medio, la frontera entre ficción y realidad se hace tan delgada que resulta imposible diferenciar lo uno de lo otro. Ese libro de Cercas me dio la clave, y el resto fue la reflexión sobre sucesos ocurridos a partir de mis experiencias como viajero en estos últimos tres años llenos de viajes y más viajes, todos gracias a la literatura. Un tercer grupo lo componen textos más libres, cuentos desde orillas distintas, uno que buscaba emular el realismo sucio de Carver, un cuento de ascendencia gaucha, alimentado del lunfardo y los orilleros, y otro escrito al vaivén de la cotidianidad. Pues de esas tres vertientes salieron los textos que componen este, mi tercer libro de cuentos.
Usted es docente y esencialmente enseña a contar historias. ¿Es muy difícil contar un cuento?
Bueno, hasta la fecha, formalmente, no he tenido una cátedra dirigida hacia la creación literaria; de eso se ocupan los que saben del tema. Yo me las apaño enseñando cosas básicas: a poner tildes correctamente, a ajustar las oraciones conforme las normas de la sintaxis, a argumentar, a presentar trabajos escritos, a subrayar para estudiar mejor. En un sentido más informal, sí intento (quede claro que sólo lo intento) ofrecer talleres en los cuales se busca que la gente escriba algo, y cuando digo escriba me refiero a crear desde los universos de la ficción. Y como el cuento es en lo que llevo metido un puñado de años, pues entonces hacia allí dirijo mi esfuerzo. Se trata de talleres con el Concurso Nacional de Cuento RCN, con el Ministerio de Cultura, con Relata o con el Banco de la República. Contar exige, de entrada, querer contar. Y eso, visto así, al natural, de forma un tanto pedestre, puede parecer fácil o difícil dependiendo del ángulo. Cuando estoy en los talleres empiezo valiéndome de Sartre. Para él, no se es escritor por haber decidido decir ciertas cosas, sino por haber decidido decirlas de cierta manera. Y esto, cuando los talleristas lo escuchan, puede tranquilizar o atormentar. A los talleres llegan muchas personas con muy buenas historias, y cuando las ponen en forma oral, con las condiciones de lo apenas hablado, resultan fascinantes. Pero luego se les dice: “Escriban”, y entonces esa misma historia se desvanece, se debilita por no hacer uso de los procedimientos propios de la escritura, y más allá, si se quiere, de los procedimientos propios de un tipo de escritura que se pretende inscribir en lo literario y en el género cuento específicamente. Contar, así, es fácil, pero ya contar para un género llamado cuento, aunque no es fácil, sí entraña un relativo dominio de ciertas condiciones.
¿Qué está escribiendo ahora?, ¿qué proyectos literarios vienen en camino?
Vargas Llosa afirmaba alguna vez que él nunca terminaba sus textos, que simplemente, cuando los publicaba, estaba aburrido de corregirlos, y publicarlos era una manera de no trabajar más en ellos. Bueno, esto puede llegar a pasarnos a todos los escritores, es decir que aquellos textos no publicados seguirán siendo nuestro trabajo, nuestro día a día, una especie de bondadosos fantasmas que siempre acapararán nuestra atención. Mencionaba en una respuesta anterior que tenía treinta cuentos escritos; pues bien, publicados ahora nueve por la UIS, me quedan veintiuno que seguiré reescribiendo hasta que un nuevo concurso o alguna editorial decidan lo contrario. Mientras, otras ideas chocan entre sí en la búsqueda de convertirse en nuevos cuentos. También estoy conversando con un par de editoriales para hacer la segunda edición de El arte del cuento, ese libro que significó una especie de bendición en mi vida, al que le debo lo poco que ahora soy (si es que algo en verdad he conseguido). Saldrá ampliado, con una poética personal ausente de la primera edición, nuevas reflexiones sobre consideraciones teóricas como el tiempo y los ruidos en las narraciones, nuevas poéticas de otros autores y nuevas entrevistas. El libro cayó tan bien el panorama de la reflexión sobre el género breve que muchos autores latinoamericanos han querido hacer parte de esta segundo edición. Y luego, hacia julio, viajaré a México a concretar un libro de entrevistas a cara y cruz, esto es, seis cuentistas mexicanos y seis colombianos. Voy detrás de Juan Villoro, de Guillermo Samperio, de Jorge Volpi, de Guadalupe Nettel, de Álvaro Enrigue y de Hernán Lara Zavala. Es un libro que redondea aquello que se inició allá por el 2009 con El arte del cuento. Y claro, está lo otro, esa azarosa manera que tenemos los escritores de enredarnos la vida con una peregrina idea que aflora en el lugar y el día más inesperados.