Kiwe: De la Madre Tierra para el mundo
Seis indígenas, pertenecientes a la comunidad Sek Fiw Páez, encontraron en la fabricación de productos de aseo una oportunidad de vida.
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Entre agradables aromas, canecas plásticas, empaques, frascos y todo tipo de elementos propios de una fábrica de artículos de aseo, seis indígenas del cabildo Sek Fiw Páez (localizado en la vereda Agua Blanca del corregimiento El Caguán, en Neiva) se muestran como el resultado de un proceso que se convirtió en la puerta de acceso al camino de las oportunidades.
Son un hombre y cinco mujeres (cuatro de ellas, cabezas de familia), quienes hoy se dedican a la elaboración de productos para el aseo del hogar y personal: Antibacteriales, champús, cremas, desinfectantes, jabones y rinses, hechos a base de esencias naturales.
Se trata de una actividad que, sin duda, les ha permitido combinar y aplicar los conocimientos adquiridos en uno y otro lugar… En uno y otro momento de su historia.
“Nos dimos cuenta de que esto es lo nuestro. Decidimos hacerlo con un valor agregado: Con extractos de plantas, para rescatar la tradición”, cuenta María Ignacia Quintero, representante legal de Kiwe.
Así se llama la microempresa, cuyo nombre -en lengua nasa yuwe- significa Madre Tierra; “la que nos da la vida, nos nutre, nos presta todo, mientras que nosotros cuidamos de ella”, complementaMaría Felisa Salazar.
Ella y sus compañeros recuerdan cómo encontraron en la fabricación de estos artículos una verdadera oportunidad… Una oportunidad que no quisieron dejar ir.
“Comenzamos en mi casa. Allí hicimos los primeros productos: Un champú, un rinse, un jabón y un gel antibacterial, que nos quedó como chicle”, dice María Ignacia, en medio de la hilaridad que su comentario causa.
Su relato se origina dos años atrás, cuando la unidad productiva comenzaba a andar. “Una tarde llenamos la mesa del comedor; eso, para nosotros, era lo máximo. Habíamos experimentado, habíamos dañado, habíamos hecho de todo”, afirma.
Con sus palabras ratifican el proceso por el cual han pasado, luego de surtir las etapas características de un negocio de cualquier naturaleza. Gracias a ello, hoy pueden asegurar que han puesto en el mercado jabón líquido de manzanilla, caléndula, prontoalivio y limoncillo, así como champú y rinse de romero y quina, siete hierbas, sábila y manzanilla y otros tantos productos que han ido posicionándose.
“Cada uno de nosotros debe vender, mínimo, 150 mil pesos mensuales. Al finalizar el mes, recogemos ese dinero y lo reinvertimos. Ya tenemos un gran cliente: Flamingo Oil Company”, narra María Ignacia.
Trabajo en equipo
Kiwe es la prueba de lo que puede resultar de un modelo de trabajo en equipo. Sus integrantes respiran alegría, camaradería y ganas de hacer las cosas bien.
Reconocen que cada uno tiene una fortaleza y que su propósito colectivo es aprovechar, precisamente, esas bondades individuales.
“Ésta ha sido mi panacea, porque me ha dado la posibilidad de crear. Me gusta obtener los extractos de las plantas”, apunta María del Carmen Salazar, a la vez que enfatiza en que se trata de un equipo fuerte y bien consolidado.
“Cada uno tiene su propia identidad. Eso nos ha llevado a elaborar artículos como un champú o un jabón para que usted se bañe y, de paso, le mejore el cabello o le arregle la piel. Les estamos dando valor a esos productos”, agrega.
En efecto, Kiwe es el fruto de una mezcla de esfuerzos, liderados por el SENA, entidad encargada de brindarles el proceso de formación, a través del programa Jóvenes Rurales Emprendedores, una estrategia que conduce al establecimiento de unidades productivas, con el objeto de permitirles la generación de ingresos, el mejoramiento de la calidad de vida, el relevo generacional, la permanencia en el campo y el fortalecimiento del desarrollo rural.
Adicional a ello, esta microempresa recibió el apoyo del convenio Mujer Neivana Productiva, en el cual también participaron la Alcaldía de Neiva, Ecopetrol y la Fundación del Alto Magdalena, instituciones que le entregaron un capital semilla de 25 millones de pesos.
“Las comunidades indígenas se han beneficiado de las ventajas del programa Jóvenes Rurales Emprendedores, el cual incorpora a todas las poblaciones vulnerables, todos los géneros y todos los municipios del Huila. Así mismo, las alianzas con los entes territoriales potencian los resultados, como ocurrió con este caso, gracias a un acuerdo establecido con el Municipio de Neiva y otros organismos”, asevera el director Regional del SENA en el Huila, Luis Alberto Tamayo.
Esto, sumado al talento humano extraído de la comunidad indígena, derivó en lo que hoy es Kiwe.
Mezcla de esfuerzos
“Nuestro objetivo era rescatar los valores ancestrales en la utilización de las plantas medicinales y ofrecerles un negocio atractivo. Y lo logramos”, manifiesta Yira Marlén Navarro, líder de Jóvenes Rurales Emprendedores del Centro de la Industria, la Empresa y los Servicios.
Sus palabras coinciden con las de Cielo, Gladys, Manuel, María del Carmen, María Felisa y María Ignacia, quienes reconocen que el camino recorrido no ha sido fácil, pero son conscientes de que sí es posible trabajar en equipo, siempre con la mente fija en detectar los errores y darles solución.
“Esto ha sido de espera y trabajo duro. Sabemos que de la noche a la mañana no vamos a meter 500 mil pesos en el bolsillo de cada uno”, considera María Felisa.
Sin embargo, son muy positivos frente al potencial que tienen en sus manos. “Nosotros estamos luchando por algo. Éste es el futuro de nuestros hijos y es por ello por lo que tratamos de mejorar, de innovar”, insiste María Ignacia.
Su perspectiva es similar a la que tienen los demás integrantes del equipo, quienes han puesto el alma en esta actividad, de la cual aspiran a obtener jugosos frutos.
“Después de formarnos en el SENA, nos dimos cuenta de que ésta es una oportunidad grandísima de crecer. Yo tengo una hija de 14 años; cuando no puedo venir, ella me reemplaza. Ya está aprendiendo a producir y sé que si por alguna razón ella no puede ingresar a la universidad, acá tiene su futuro”, declara Cielo Cardona.
Estas seis personas guardan grandes esperanzas en la unidad productiva. Hablan de expandirse por el resto del país y de traspasar fronteras. Incluso, sueñan con llevar su marca al país del norte.
“Pensamos en el futuro para nuestros hijos y para la comunidad. Si nosotros crecemos, podremos aportar y generar empleo. Queremos llegar a Estados Unidos y a otras partes del mundo. Ése es el sueño”, expresa María Felisa.
Cada una de sus afirmaciones irradia, además de buena energía y deseos de superación, el orgullo del cual los embarga su naturaleza aborigen.
Por ello es por lo que no se cansan de soñar, de trabajar y, por supuesto, de agradecer a Dios y a los espíritus mayores.
“Estamos muy comprometidos con el cuento. Cada uno, desde su rol. Ahora, lo que queremos es seguir y lograr que día a día esto sea más grande”, puntualiza Gladys Garzón, con la mirada clavada en el horizonte y la certeza de que un nuevo amanecer es una oportunidad más para crecer.