domingo, 14 de septiembre de 2025
Actualidad/ Creado el: 2015-04-08 09:34

Declaraciones de quien intentó secuestrar a Darío Silva Silva

Guillermo Rodríguez, hoy preso en la cárcel de Cómbita, intentó secuestrar al pastor Darío Silva-Silva, oriundo del Huila. El plan se frustró. La revista Hechos & Crónicas, publicó las declaraciones de Rodríguez. El director de la revista lo visitó en el penal. Una carta fue el inicio de la revelación.

Escrito por: Redacción Diario del Huila | abril 08 de 2015

Por: Augusto Calderón Díaz

ESPECIAL DIARIO DEL HUILA

En su carta a la Dirección de la revista Hechos&Crónicas, revela que el motivo de fondo es que hace varios años usted iba a secuestrar o a capturar o a retener al pastor Darío Silva-Silva. Y agrega que desea pedirle perdón por ese hecho que les fracasó. ¿Qué pasó realmente para que no pudieran efectuar la captura?

La retención se iba a  realizar en Bogotá, un domingo en la tarde pero… (luego de una pausa del entrevistado, que sirvió para restregarse los ojos que soltaban algunas lágrimas, repetimos la pregunta: ¿qué pasó?)

Eso fue en 1999 y en el 2000 esto yo lo dije en Justicia y Paz, pues pertenecía allí y debíamos hablar de todos los delitos que hemos cometido. Mi vida fue bastante compleja, pues yo pertenecía a las Fuerzas Armadas y después de esto, por cuestiones de la vida, vine a conocer de la guerrilla. Estando precisamente en un grupo urbano se nos encomendó con una orden exacta y expresa que nos fue dada por Jorge Briceño alias el Mono Jojoy, secuestrar a un pastor en  Bogotá, y ese pastor debía ser Darío Silva-Silva y fue así como se le hizo un seguimiento de  inteligencia sobre sus recorridos durante varias semanas… y otros pormenores para retenerlo en Bogotá.

Ya habíamos realizado en esa época bastantes secuestros de empresarios en la capital y cuando fuimos a retener al pastor Darío Silva-Silva sucedió algo inesperado. La primera vez que lo estuvimos siguiendo, no pudimos capturarlo por cuestiones de logística.

¿Por qué? ¿Cuál logística?

Nos faltaron algunas personas que debían acompañarnos y no llegaron en el momento indicado. En otra ocasión, cuando lo seguíamos, ya estaba todo listo… lo íbamos siguiendo en dos carros y siempre teníamos el mismo modus operandi, esa vez íbamos detrás del pastor Silva cuando había salido de una iglesia por allá en la calle 103 arribita de la carrera 15, y ya teníamos todas las indicaciones, ya le habíamos hecho todos los estudios de estrategia, ya sabíamos más o menos qué ruta iba a tomar, todo estaba planificado.

Cuando íbamos detrás de su vehículo intempestiva e inesperadamente sucedió algo tremendo porque yo era el que organizaba el gru­po y la operación, yo era quien daba las órdenes y las personas que iban en moto y los que íbamos en los vehícu­los nos dimos cuenta que ya era el mo­mento preciso para la retención y en un instante el carro donde él iba con otras dos personas se desapareció de nosotros y pensamos que se nos había escondido detrás de un bus o un camión y todos nosotros quedamos perplejos, dijimos -¿pero qué pasó?¿Por dónde cogió si la avenida es la única que hay, acá no tie­ne salidas, qué pasó?- Entonces, comen­cé a alterarme, a regañar a mi gente, a ver qué era lo que había pasado, por qué el carro al que íbamos a parar se nos es­fumó, sencillamente se desapareció…

 

¿Usted estudió la personalidad y hasta la vida del pastor Darío para obedecer la orden del Mono Jojoy?

Sí señor, porque al sujeto que se va a retener se le hace un estu­dio previo y detallado de todo el histo­rial y de sus hábitos diarios personales que nos es entregado, y yo tenía que responder por la inteligencia del grupo la cual se hizo para la retención que no pudimos concretar.

 

Obviamente ustedes sabían a dónde lo iban a llevar, ¿verdad?

Yo debía cumplir, porque recibí una orden para efectuarla en el frente 22 de las FARC y la compañía Po­licarpa Salavarrieta de Cundinamarca. Nosotros debíamos salir de Bogotá por la calle 80 o por la Autopista Norte, según como se nos dieran las circuns­tancias, según como… nos fuera en el suceso, por lo general salíamos por la 80, vía hacia Villeta y allá nos interná­bamos por el monte, cerca de un pueblo llamado Útica.

 

En su carta escrita a mano, muy bien redactada, por cierto, hay varios aspectos para tratar y muy importantes. Usted, ¿cómo llega a estudiar y a gra­duarse de Psicología en la Universidad Nacional si lleva 13 años en prisiones tan severas como La Picota de Bogotá o ésta de Alta Seguridad en Cómbita?

Llevo privado de la libertad más de trece años, pero el Inpec nos ofrece la posibilidad de estudiar a dis­tancia, entonces comencé con la Uni­versidad Nacional a Distancia, es decir, en una de las mejores universidades del país, me gradué y llevo 12 años como instructor en el área educativa ense­ñando a mis compañeros de reclusión. Ahí fue donde me di cuenta que había la posibilidad de que recibiéramos un subsidio económico, mediante el cual el Inpec nos ayudaba para hacer una carrera universitaria a distancia, fue cuando tomé la decisión de estudiar Psi­cología y terminé y me gradué hace ya algunos años.

 

¿Cómo aquí, en la prisión, llega a conocer a Jesucristo?

Bueno, es una historia un poco larga pero con resultados. A mí, afuera en la calle, de oídas, sabía de Je­sús, sabía de Dios, y nunca hice caso por conocerlo. ¿La verdad?, por los afanes de la vida. Nunca hice caso. Recuerdo que hace más de 12 años, un 25 de diciem­bre, me encontraba bastante afligido, estaba en el patio con mis compañeros en la penitenciaría de La Picota en Bo­gotá y se acercó a mí un líder cristiano y me invitó a una reunión; yo no quería ir pero algo me motivaba a hacerlo, fue cuando decidí acompañarlo a la iglesia, una iglesia cristiana muy bonita, me acerqué allá y nos pusimos a orar entre compañeros y el líder comenzó a predi­car y me entró un quebranto tremendo, ese día me dijeron que hiciera la oración de fe y desde ahí comenzó esa entrega con el Señor. Fue como un gran senti­miento de paz el buscar de Dios, de leer la Biblia, de entregarme, de pedirle per­dón por todos mis… (rueda una lágrima por sus mejillas), por todo lo que había hecho yo, de lo que estoy arrepentido.

 

¿Usted tiene y usa una Biblia aquí, en Cómbita?

La tengo, la uso y la leo to­dos los días. Y la presto a mis compañe­ros que quieran leerla. No hay muchas Biblias, pero ahí vamos… ahí vamos.

 

¿Cómo consiguió el nombre del director de la revista y su dirección para enviarle esta carta?

Mi esposa fue un sábado a un supermercado porque iba a venir a visitarme al día siguiente, y mirando re­vistas vio Hechos&Crónicas, y como ella sabía que yo andaba en asuntos cristia­nos en la prisión, me la trajo para que leyera esos muy buenos artículos que ustedes publican.

 

*****

Pues mire que le tenemos una sorpresa, una enorme sorpresa, voltee a mirar, para allá, para su derecha, quien está por acá…

 

- ¡Pastor!... pastor Darío…

 

Pastor Darío: pues mire Guillermo, este es uno de los días más bonitos de mi vida, usted le envió a don Augusto Calderón, director de nuestra revista, esta carta, en la que usted le pide que me contacte para hacérmela llegar. Y me llegó, y aquí estoy para decirle que… he venido personalmente a decirle que lo perdono de todo corazón.

Los dos, el pastor y Guillermo, se dan un abrazo, el abrazo del perdón, unas lágri­mas caen en ambos rostros, el uno al pedir perdón y pastor al conceder, con un fuerte abrazo, ese perdón.

 

- Muchas gracias pastor…

 

Pastor Darío: gracias por lo que está haciendo dentro de la prisión, como lo hizo el apóstol Pablo por el Evangelio en su tiempo. Hay que recordar que Pablo era realmente un organizador de “Bacrim” en la época del imperio romano para matar cristianos, y yendo por el camino de Da­masco, el Cristo resucitado lo secuestró, lo emboscó a él y San Pablo se convirtió en el primer apóstol del evangelio y en el mejor ejemplo de que Cristo cambia a las personas. Somos nuevas criaturas gracias al poder de su Espíritu, y quiero decirle que le doy muchas gracias al Señor por su vida Guillermo, por el lenguaje que utiliza, por el trabajo que está realizando dentro de la prisión, educando a toda clase de internos y espero que muy pronto el Señor rompa las cadenas aquí, lo ponga en libertad y que esa profesión que usted adquirió con esfuerzo dentro de la cárcel se pueda utili­zar para que el país entienda el perdón y la reconciliación.

 

GRM: amén… pastor. Yo sé que Dios ya me perdonó y que este sea un momen­to para pedir al pueblo colombiano, a to­das las personas que con nuestro actuar en otra época les hicimos daño, a las víc­timas del conflicto, a todas esas personas y sus familias a las cuales por uno u otro motivo retuvimos a sus seres queridos, a esos hijos, a esas madres, a esas esposas que sufrieron el dolor en carne propia yo les pido perdón de corazón, solo le pido al Señor que así como a mí me ha dado for­taleza para llevar a cabo todos estos años de prisión, también a ellos les dé fortaleza para seguir luchando y orar por el pueblo colombiano.

 

PD: de eso no cabe la menor duda porque la oración es el vehículo de comunicación entre el cielo y la tierra, pero la oración hay que ponerla en acción.

 

GRM: amén, pastor.

 

PD: eso es lo que usted ha hecho, que Dios lo bendiga porque su ejemplo va ayu­dar a muchos a comprender, cuál es el Plan de Dios para Colombia. A propósito, en la iglesia tenemos un grupo que se llama “Paz­cificadores” y su director es Alberto Pardo. Él y su esposa Sandra tienen este maravi­lloso grupo de trabajo en la iglesia… Que po­damos pensar que mientras haya injusticia social puede haber violencia. No podemos permitir que la gente siga sin perdón, sin reconciliación, pero sobre todo, sin pensar en el prójimo como Jesús nos enseñó.

 

Invitación de Alberto Pardo para trabajar en cárceles…

 

GRM: si el Señor me va utilizar de esta manera, yo sé que hay un propósito para mí en esta cárcel y si el Señor me va a utilizar como instrumento de bendición bienvenido sea el programa.

 

PD: quiero finalizar agradeciendo a Guillermo por la generosidad como nos re­cibió… yo hubiera querido una entrevista privada porque lo privado se vuelve públi­co cuando el cuerpo de Cristo actúa sobre una nación; no hay más remedio que bus­car a Cristo para que Colombia pueda ser transformada.

En las prisiones hay mucha gente que ya cambió su corazón, que es nueva criatura en Cristo Jesús y son nuestros hermanos en la fe a quienes debemos respaldar en la obra de evangelización que adelantan…

Este es el país que queremos ver, que un día los guerrilleros, los paramilitares, los militares y la población civil nos abra­cemos todos bajo la bandera tricolor y la cruz de Jesucristo.

Con lo anterior, no se cierra un capítu­lo en las vidas de uno y otro protagonista sino que se abre un camino para que todos quienes lean esta singular historia, apren­damos que el perdón es posible otorgarlo aun en las condiciones más difíciles de la vida. Y, sin duda, este episodio sucedido dentro de la prisión de Alta Seguridad de Cómbita, ocurrido un viernes de marzo, es un ejemplo cristiano para otorgar el per­dón para alcanzar la paz.