Coquito vuelve a la vida … y a vender
Después de un grave accidente de tránsito, Francisco Javier Firabitoba, más conocido en Neiva como Coquito, regresa a retomar su vida y su negocio.

Coquito saluda sonriendo. Su expresión constante no se la quitó el accidente que sufrió el tres de febrero cuando la motocicleta en la que se movilizaba al parecer chocó con el separador vial de la Avenida Circunvalar de Neiva. Él sigue haciendo chistes y continúa siendo hablador. Sin embargo, la forma en la que mira ha cambiado un poco, la parte izquierda de su cabeza aún tiene una ligera hinchazón que hace que por uno de sus ojos la vista se distorsione. Está lúcido y feliz.
En la mesa del comedor de su casa el coco melado está listo para empacar y en el garage se encuentra estacionado su moto-carro. Pronto volverá a sus andanzas, a endulzar a sus clientes con los pasabocas. Dice que a partir del próximo lunes estará de nuevo en su puesto de venta sobre la avenida La Toma junto con su hermano y mañana irá a la Escuela de Administración Pública- Esap- para ver cómo puede salvar su primer semestre. La sonrisa no se le quita del rostro.
Un accidente que no recuerda
La memoria de Francisco Firabitoba tiene un pequeños vacíos y entre ellos los momentos antes del percance víal que le produjo un trauma craneoencefálico severo. Recuerda que estuvo en el corregimiento de Fortalecillas tomándose unas cervezas con dos conocidos y en el viaje de vuelta a Neiva le pidieron que trajera en su moto C-100 a otro joven. No sabe si estaba manejando o no, ni la razón por la que se accidentó en la famosa curva de la muerte.
Tiene cierta inconformidad con las versiones que ha escuchado. A la persona que lo acompañaba en la motocicleta presuntamente no le pasó nada y al día siguiente del infortunio dicen haberlo visto enérgico vendiendo piña en el centro de la ciudad. A su casa se había llevado el vehículo y el hermano de Coquito tuvo que ir a recuperarlo, hallándo sólo con el espejo retrovisor roto. El daño en la moto fue mínimo.
Regreso de un viaje de recuperación
Coquito salió de la Unidad de Cuidados Intensivos del Hospital Universitario de Neiva cuatro días después del accidente. Salió al cuarto piso y ocupó la cama 405. Fue recuperando sus sentidos a medida que “mucha gente” iba a visitarlo. Se demoraba en reconocer pero luego ese trabajo de su memoria se convirtió casi en una terapia. El 10 de febrero le dieron de alta y en su recuperación se hidrata con suero de coco. También debe cuidarse evitando el sol y el sereno.
Tres días después inició un viaje a Santander, al clima fresco y a la casa de uno de sus hermanos. Con el buen ambiente disminuyó la hinchazón en su rostro y su cabeza. Los dolores también. Una promesa al señor de Los Milagros del municipio de Girón fue cumplida por él y su madre Olinda Santamaría. En su maleta de regreso trajo mercancía para vender y continuar su negocio. “Estoy que me camello”, expresa y sonríe. Maní, bocadillos, ajonjolí y otros dulces esperar ser ofrecidos con la jovialidad de siempre.
La nueva oportunidad
21 años de edad y una cicatriz en su cabeza. Un accidente y una lección aprendida. “Estoy muy contento porque Dios me dio esta oportunidad de sobrevivir. Sé que debo ser prudente. Me han dado consejos”, dice Coquito mientras sólo por un momento se pone serio y habla de sus aspiraciones. 16 años hace que empezó a rebuscarse el dinero para colaborar en la casa de una madre sola y cinco hijos. La primer venta fueron cinco bolsas de limones. Más tarde cocadas. Luego el coco melado y ahora muchos otros dulces. A su “microempresa Cocoline” no piensa dejarla.
Mientras estudie Administración Pública seguirá trabajando y una vez termine esa carrera quiere ingresar a la Universidad Surcolombiana. En la institución donde llegó desde los siete años queriendo vender su producto por las oficinas y salones de clases, desea formarse como un abogado. Entre tanto, espera ser uno de los concejales de Neiva y representar a los vendedores informales, a su clientela, a sus compañeros ediles. “No tengo plata, pero soy joven”, advierte. La sonrisa sigue dibujada en su rostro.