‘La niña de los ojos de Dios’
Adriana Perdomo fue una destacada ejecutiva a nivel nacional, desde sus 21 años ejerció altos cargos que desempeñó con excelencia. Además de buena profesional, fue una mujer de alegrías y sonrisa constante; su buen humor y visión positiva de la existencia la hicieron héroe de su familia y sus amigos.

Como alegre, constante, disciplinada y amante de la vida, es recordada Adriana Perdomo, que desde pequeña se destacó siendo una aplicada estudiante y una hija ejemplar. Sus ojos se cerraron para siempre debido a una trágica enfermedad, pero tanta vida que existía dentro de ella ha quedado impregnada en los corazones de sus seres queridos, que la recuerdan como a la mujer más dulce y prudente que han conocido en sus vidas.
Aquella dulzura creaba una combinación única con la marcada perseverancia que identificaba a Adriana y que la llevó a ocupar un puesto de alto nivel nacional en el banco BBVA. A pesar de la trágica enfermedad, la ejecutiva transcurrió una vida llena de éxitos laborales, de la compañía constante de su familia y del amor de varios amigos y amigas que fueron sus confidentes y admiradores de su bondad.
Ella misma describía su existencia como un sueño mágico, aseguraba ante sus hermanas con tono coqueto y juguetón, ser la niña de los ojos de Dios, estar agradecida con la vida y sentirse consentida por el creador, pues siempre le daba lo que ella pedía. Tal vez por esa certeza, siempre fue una mujer generosa, dispuesta a entregar lo mejor de ella, desapegada de los bienes materiales, y soñadora por excelencia.
Sus estudios en la presentación y posteriormente de finanzas en el Politécnico, no menguaron su alma creativa, por el contrario, además de ser una preparada administradora y gerente, era pintora en su tiempo libre. Con muchos colores plasmados en bellos óleos, Adriana expresaba toda la alegría de su alma viajera. Pues tanto en su trabajo como en sus vacaciones, los viajes fueron constantes, trabajando en lugares como Caldas, Puerto Boyacá y la Dorada, para el BBVA y premiada por la misma entidad con viajes internacionales.
Cultivaba amistades de todas las edades, desde pequeños niños con los que jugaba cual infante, como abuelos de los que recibía gratas anécdotas. Como hermana es considerada la mejor y sus amigos afirman tener un nuevo ángel. “Le encantaban los restaurantes, los buenos vinos, las fiestas y viajar. Decían que no tenía buena voz pero a ella le encantaba cantar. Cocinaba delicioso. Era la mejor compañía. Nunca criticó a nadie. Era una mujer que siempre perdonaba”, expresan sus hermanas con voz entrecortada.
“Era una persona demasiado buena para vivir en este mundo. Y siempre te ayudaba a encontrar la felicidad”, afirma su hermana Carolina Perdomo y su esposo Alejandro Victoria. En sus últimos años, Adriana se dedicó a disfrutar en familia, por ello organizó la fiesta de boda de su hermana menor, a pesar de los quebrantos de salud, se presentó a la fiesta sonriente y atenta a cualquier detalle. “Nunca la vimos fuera de sus casillas o explotar. Una vez nos fuimos para Cali todos, teníamos las llaves del apartamento, al entrar ella no se asustó sino que sonrío de sorpresa”, cuenta su cuñado.
“La única vez que la vi angustiada fue cuando niña, jugando a la médica me rompió un oído con la gargantilla de mi mami, se angustió mucho esa vez”, expresa su hermana Carolina. Adriana era hija de Jaime Perdomo Charry y de Amparo Vélez Charry de Perdomo; hermana de Natalia, Carolina y Geña Perdomo.