Acto de fe en Lomas de San Pedro

Fotografía y Texto: Diego Fernando Herrera
En el sector Lomas de San Pedro, más específicamente en el asentamiento Alto Mirador, habitan en una humilde morada (común denominador de la zona) la familia Oliveros Rayo.
Andrea Rayo, es la madre de tres niñas que requieren de toda su atención. Dulce María, la menor de las tres, padece déficit de la proteína factor VII, lo que le ha causado limitantes físicas con las que lidia junto a su mamá día a día.
Eran las 3:30 pm del pasado 27 de marzo del año en curso cuando llegué a la Personería de Neiva a reunirme con Cesar Adolfo y Diego Aldemar, quienes me hicieron la invitación a conocer el caso Dulce María, una niña que padece una enfermedad llamada déficit de la proteína del factor VII.
Un tratamiento para extender la vida
La deficiencia de esta proteína en la sangre impide que la cascada de la coagulación sanguínea sea efectiva. Una situación escabrosa, puesto qué, si no hay coagulación en una herida, la persona puede llegar incluso a morir desangrada. Junto a esto, también apareció una reducción del movimiento en el hemisferio izquierdo de su cuerpo, que aunque no es regla, esto sucede con frecuencia en personas que padecen esta patología. Pero lo que más me motivó a conocer esta historia fue lo que tienen que vivir Andrea y Dulce en la otra Neiva, para acceder al tratamiento que le permite a Dulce extender su vida.
Minutos después pasadas las 4:00 p.m ya estábamos en la estación de servicio del barrio Alberto Galindo, de donde se divisa a lo lejos el sector conocido como Lomas de San Pedro, quizá por su lejanía con el núcleo de la ciudad el cielo se podía apreciar más despejado, más limpio y daba una sensación agradable al ojo con el contraste de colores que emanaban gracias a la luz del sol que bañaba este sector. Me hizo pensar por un momento en un pesebre.
El camino escarpado que conducía al asentamiento Alto Mirador y un paisaje completamente nuevo para mí, me hizo perder la noción del tiempo, pero cuando por fin llegamos reaccioné sobre el lapso que nos tomó para llegar desde la estación de servicio hasta el Alto Mirador y a mi juicio estaba muy lejos. Y justo ahí, cuando estaba viendo el letrero que nos aseguraba que habíamos llegado, fue cuando Cesar dijo; “imagínese a la señora Andrea todo lo que tiene que caminar con su hija para llegar a la estación que es donde las recoge la ambulancia”. Mi reacción fue un completo silencio al imaginarme tener que vivir su drama todos los lunes y viernes.
Cuando llegamos a su casa, ahí estaban en el ante jardín Andrea y Dulce, jugando a la pelota.
Dulce es una niña que demanda casi todo el tiempo de Andrea, pues tiene mucha energía y a esto hay que sumarle que tiene un déficit cognitivo moderado según Ángela María Ortiz que es la neuróloga que atiende la niña y quién ordenó terapia física, ocupacional y de lenguaje 3 veces por semana para un total de 48 sesiones que hasta el momento han dado fruto, ya qué, el costado izquierdo de Dulce tiene un poco más de movilidad y puede hablar más claro también.
Ingresamos a su hogar para hacer la entrevista y el registro fotográfico. Las caras de Cesar y Diego Aldemar ya eran conocidas para Dulce; conmigo se mostró distante y un tanto indiferente, era normal. Nunca me había visto.
Todo un drama
Mientras recorríamos su vivienda, Andrea nos iba relatando su drama, pues tener que cuidar de tres niñas y en especial de Dulce es un acto heroico. Se asegura de cumplir su rol de madre a cabalidad con las tres niñas pero este se hace más intenso cuando las hermanas de Dulce María se van a estudiar y debe cuidar del bienestar de la pequeña, pues sabe que un golpe podría costarle la vida.
Dulce fue matriculada en una escuelita pero tan solo duró dos días, los cuidados que deben tener con ella más su limitación cognitiva impidieron que pudiera estudiar en dicha institución, por este motivo la pequeña permanece en su casa todo el tiempo y aunque intenta hacer dibujos y escribir en un tablero, su pasatiempo favorito es ver videos de familiares que ha grabado su madre en su celular.
El esposo de Andrea y padre de las tres niñas trabaja en el campo, por ende tiene que estar lejos de su hogar para traer la comida y sustento al hogar. Comparte solo algunos días a la semana con ellas, el resto de días debe estar cumpliendo con su trabajo. Esto ya es normal para todos aunque no es fácil, pero esto causó una metamorfosis en Andrea, quien evolucionó en una mujer aguerrida, que en ocasiones debe dejar las niñas con su madre para salir a trabajar como aseadora en un apartamento delas Palmas, siempre y cuando la salud de Dulce se lo permita.
Los días lunes y viernes, Andrea debe caminar un estimado de 50 minutos con la pequeña Dulce María, para llegar a la estación de servicio donde las recoge la ambulancia que las lleva a la IPS Acuerdos de Vida, esto es un convenio que logró Comfamiliar para que le realicen el tratamiento para tener una vida más llevadera.
Madre e hija se encaminan y hasta exponen sus vidas al tomar atajos con pendientes muy pronunciadas donde Andrea debe subir a la pequeña a sus espaldas para poder bajarla por ahí, obviamente dadas sus limitantes físicas no le permiten a Dulce hacer el descenso sola.
La otra Neiva
El nombre Alto Mirador a este asentamiento le queda como anillo al dedo. La vista que ofrece es espectacular y se tiene una panorámica que solo esta porción de la otra Neiva permite ver.
También permite ver un serio problema a parte la lucha de Dulce y Andrea, puesto qué, Lomas de San Pedro tiene Cerca de 10 mil personas que lo habitan pero como el sector no está legalizado, el Estado no puede invertir un peso para construir un puesto de salud digno y oportuno para las personas que lo habitan y que le harían la vida más fácil a este par de luchadoras que no dejan de sonreírle a la vida y que tienen un sueño, poder tener una vivienda cerca al lugar donde se le realizan los tratamientos a la pequeña Dulce.