16 años después aún tengo secuelas de la tragedia
16 años después de la casa-bomba en el barrio Villa Magdalena, las victimas aún recuerdan la tragedia en la cual murieron vecinos y amigos. Solo esperan que el Estado repare a las personas afectadas y se haga justicia.

Una casa-bomba con 200 kilos de nitrato de amonio multiplicado con RDX, y un potente explosivo granulado, perturbó mis sueños y también mi vida con tan solo 16 años de edad, ese 14 de febrero de 2003; nunca lo olvidaré por el trauma psicológico y por las amigas que perdí allí, recuerda Ligia mientras hace memoria de lo que vivió años atras.
Cuando escuché el estruendo, pensé que un avión se había caído. Las tejas y objetos me cayeron encima. Salí de mi casa y vi una capa espesa de neblina y a muchas personas ensangrentadas, que corrían y gritaban horrorosamente, era todo en ese momento caos y desesperación.
“Yo no sabía por dónde caminar, había muchos escombros a mí alrededor y muchas ambulancias. No pude comprender en ese instante lo que sucedía, creo que entre en shock por lo dantesco de la escena y porque era algo que jamás imagine llegaría a vivir”.
En el hospital donde estaban curando las heridas de mis hermanos, mi mamá, mis abuelos y yo, nos enteramos de que se trataba de una casa-bomba, donde vivían los vecinos que habían comprado esa vivienda aproximadamente tres meses antes de la tragedia.
Una vez, iba pasando con mi abuela y le dije: que casa tan rara, tenía un portón grande como para entrar grandes cosas. Nunca imaginamos que esas personas eran guerrilleros y lo que estaban planeando.
Para *Ligia, una protagonista viviente de la tragedia de la casa bomba de Villa Magdalena, aún esos recuerdos la persiguen en las noches. No puede olvidar las imágenes del antes, durante y después de lo que paso.
Por ejemplo, cuenta que recuerda que los dueños de esa casa-bomba, solo socializaban con unos vecinos que vivían a un lado, con Sandra y su mamá. Yo veía que ellas tomaban tinto en las tardes cuando regresaba del colegio Liceo de Santa Librada.
“Esas personas fueron muy desalmadas, nunca pensaron en ellas al poner la bomba. Ellas nunca se dieron cuenta que tomaban café con el mismo diablo, les arrebataron la vida” afirma mientras continua el relato.
Magnitud de la tragedia
A los días que regresamos al barrio, vimos la magnitud de la tragedia, nuestra casa destrozada, nos enteramos de quienes eran las personas fallecidas y lo poco que nos quedó, porque las personas “amigos del ajeno”, aprovecharon para llevarse lo que quedaba de las ruinas. A pesar de que nos quedamos sin ropa, vivienda y comida, agradecimos a Dios por tenernos vivos y darnos una segunda oportunidad.
“Perdí a unas amigas que se veía que iban a tener un gran futuro. Recuerdo a Ingrid, una joven muy bonita que tenía talento para muchas cosas. También a Sandra, la que vivía al lado de la casa-bomba, asistía al mismo colegio donde yo estudiaba, se iba a graduar, tenía pensado irse a otro país; le apagaron sus sueños” sostiene.
Posteriormente de la tragedia, nos fuimos a vivir durante ocho meses donde una tía en el barrio El Cortijo. Estuvimos allá mientras lográbamos salir adelante.
Como suele ocurrir en este tipo de eventos, siempre la ayuda estatal se anuncia en medio de la algarabía y del dolor de quienes lo han perdido todo o a quienes de una u otra forma resultaron afectados como sucedió en el caso de Ligia y su familia y es por ello, que sin titubear cuenta que el Estado los abandonó.
“El Estado no nos ayudó a construir de nuevo la vivienda, solo una iglesia que recolectó dinero, nos facilitó los recursos para “levantar” la casa”.
También, tuve que ir al psicólogo porque me “hacía” en los pantalones, no me daba cuenta que me orinaba; aún hay secuelas, cuando pasa algo mi corazón se acelera, quede con el miedo de que algo va a pasar; estas son secuelas que quedan y que difícilmente se olvidan y en el caso de Ligia y su familia sí que han sido difíciles de olvidar.
Las victimas nos quedamos con una mano adelante y otra atrás, nos tocó luchar solos. Es triste saber, que las demandas siguen en los despachos. El Gobierno y la ciudad se olvidaron de nosotros. Solo nos queda el recuerdo y la nostalgia de todo lo que sucedió, dice con cierto aire de rabia e impotencia.
Hoy, cuando el tiempo pasa y se conmemora un día más del vil atentado que cercenó la vida de tajo de personas inocentes; ella, una de las sobrevivientes a esta tragedia envía un mensaje al Estado para que reparen y reconozcan a quienes por efecto de la guerra lo perdieron todo. Nosotros somos las víctimas de la guerrilla de las Farc y espero que no se olviden de nosotros.
Quienes aún viven en el lugar, cada año como de costumbre participan de los actos conmemorativos que se adelantan y con los que no olvidan a los que murieron; porque siempre la consigna es que se llevan en el corazón.