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Especiales/ Creado el: 2019-07-24 07:34

103 años de una vida digna

Luis Alberto Bonilla, nació el 24 de julio de 1916, ha recorrido un gran camino, donde ha despedido de la vida terrenal a su  esposa, hijos, familiares y amigos. Tiene 14 hijos, cuatro mujeres y 10 varones, de los cuales solo quedan vivos 9. Además, 20 nietos y 27 bisnietos.

Escrito por: Redacción Diario del Huila | julio 24 de 2019

Por: LINDA VARGAS

Don Luis Alberto Bonilla, nació el 24 de julio de 1916, hace 103 años, en la vereda Floragaita del municipio de Neiva. Cuando él llegó a este mundo, su madre Secundina Bonilla murió a causa de los dolores del parto, tal vez entregó su vida para que su primogénito viviera. De su padre, Ángel María Olaya, indica que solo lo conoció cuando tenía 15 años porque alguien se lo señaló.

A Bonilla hay que hablarle fuerte cada palabra, pues no oye muy bien, pero recuerda cada instante de su vida, las personas y momentos significativos que ha tenido en un siglo y tres años.

En su antigua casa, vive con sus dos hijas y lo acompaña su mejor amigo, su bastón, fiel en cada paso que da. Sentado en el pasillo me cuenta cómo conoció a su esposa, Leonor Vargas Tovar, quien en 1991 falleció a causa de un cáncer de matriz.

Conquistó a su esposa

En la época de su juventud, iba a tomar chicha -la típica bebida de nuestros ancestros- en un negocio sobre la carretera en Careperro, en el oriente de Neiva; ahí estaba la mujer que conquistó su corazón y con la que compartiría una parte de su vida. Con ella se casó en 1939, tuvieron 14 hijos, cuatro mujeres y 10 varones, de los cuales sólo quedan vivos 9. Tiene 20 nietos y 27 bisnietos.

“El cambio que hay en la vida para uno, de lo que ve y de lo que oye, es mucho. La anterior era una cosa muy particular a la vida de ahora”, así describe lo que es el mundo actual con el de antes.

La longevidad de don Luis, se debe según él, a que almorzaba su buen plato de sancocho y en los días especiales sopa de arroz y cuchuco; además, el maíz no podía faltar en su dieta diaria y por supuesto, como buen colombiano no podía faltar su taza de café o aguapanela.

También, parte de su buena salud, se debe a que caminaba aproximadamente 8 horas cada domingo, cuando iba desde su vereda hasta la ciudad y se devolvía.

Joven trabajador

Era un hombre muy trabajador desde pequeño. Cuando él viajaba al centro de Neiva, los vecinos le encargaban el mercado, con eso se ganaba unos pesitos. Asimismo, se encargaba cada 4 días de fundir piedra cruda a temperaturas muy altas, a lo que él menciona con asar cal. También, se dedicó a la agricultura y ganadería.

A pesar de sus años y de haber dejado sus labores del campo hace mucho tiempo, afirmó que el agricultor, “es el nombre más de malas que tiene el país, porque al agricultor nadie le ayuda, trabaja para los flojos y no tiene auxilios”.

Pese a que ha visto partir de lo terrenal a su esposa, hijos, familiares y amigos, asegura que ha sido feliz y no le pone problema a la vida. “Me casé, no he sido apegado a nada, que a mi mamá, mi papá, mis hermanos”.

Desde muy pequeño sabía que iba a vivir mucho, porque una gitana que estaba de pasadita por el pueblo, le dijo a don Luis: “muchacho, muéstreme la mano”, y le dijo “usted va a tener larga vida”. Un presagio que se ha cumplido.

Un ángel de la guarda

El momento que más recuerda, es cuando estaba solo meneando una vasija para sacar oro de una quebrada en inmediaciones a Peñón Redondo, en Neiva y de repente se le cayó una piedra grande encima de la pierna. No había nadie que lo auxiliara, pero apareció de la nada, un señor alto, vestido con pantalón negro y camisa blanca, el cual avisó al hijo de don Luis lo sucedido. Nunca supo quién era ese forastero que le tendió la mano en el momento más difícil de su vida.

Debido a la violencia bipartidista, un grupo armado ilegal llamado  “Los Pájaros”, obligó a don Luis y a su familia en 1957 a irse de sus tierras ubicadas en la vereda El Espino (Neiva), donde se dedicaba a la agricultura y la ganadería; si no se iban lo más pronto, según las amenazas, serían asesinados.

Por lo anterior, decidió estudiar libros sobre las propiedades de las hierbas y así fue como se dedicó hasta los 80 años a las yerbas medicinales. Conoce todas las plantas, sabe qué hierba cura cualquier tipo de dolor y además, era sobandero.

Su rutina diaria no ha sido la misma cada año que pasa. Por ejemplo: antes caminaba más, veía las noticias y fumó hasta el 2013, ahora como su hija lo indica, es como un bebé, duerme mucho pero come muy bien. Actualmente se conserva en un buen estado de salud, no le duele nada.

Su hija, Belida Bonilla Vargas, quien vive con él, se siente feliz de celebrar los 103 años de vida de su padre. “Siempre considero que es una bendición de Dios poderlo disfrutar tanto, sobre todo con esa vida tan digna que le ha dado, porque él no es carga para nada, él es compañía”.